Estuve mucho tiempo desentrañando la
verdadera identidad de los autores e ilustradores. Fue un trabajo largo y
difícil y, en varios casos, sin resultados positivos.
Pero hay otras identidades más
difíciles de rastrear todavía: las de los pequeños lectores que escribían sus
nombres en las tapas de los Bolsillitos. Perdí casi toda la colección de
Bolsillitos de mi infancia (en mi testimonio como lectora cuento cómo sucedió)
y, siendo una mujer mayor, comencé a recuperarla comprando los libritos usados.
Y ahí empezaron a aparecer los nombres de los dueños originales: Charito,
Zulita, Silvia, Carlos, Amelia, Alberto, Marta, Roxana, Norma,Pedro, Cristi, Susi, Mayra,
Ricardo, Silvita, Adriana, Héctor…Este segundo nombre manuscrito generalmente está al
lado del autor, como si quisiera
compartir con él la posesión del Bolsillito.
El
que más me intriga y me conmueve es “Charito” ya que tengo varios con
ese nombre, de distintos años. Los primeros están escritos en imprenta mayúscula con letras
grandes y desparejas; los más viejos con lápiz, los más nuevos con tinta. Los últimos, están firmados en cursiva. Charito, como
tantos otros niños, creció con los Bolsillitos.
Imposible saber quiénes fueron esos
lectores anónimos, imposible saber cómo y por qué se separaron de sus
Bolsillitos…
Pero hay otros lectores que ya no
son anónimos, que nos van a hablar de sus Bolsillitos con nombre y apellido,
hasta cometí la indiscreción de pedirles su año de nacimiento para demostrar
que no todos los lectores son gente de mi edad, que hay más jóvenes, algunos
mucho más jóvenes.
Creo que este va a ser el capítulo
más lindo de todos porque es polifónico. Vamos a escuchar las voces de personas
que leyeron Bolsillitos cuando eran niños y que todavía los recuerdan; de
personas que viven en Buenos Aires, en otras provincias, o en ciudades lejanas como
Nueva York, Salamanca, Praga o Nieuwegein…y que llevaron a sus
Bolsillitos siempre dentro de su equipaje; de personas que siguieron
comprándolos de adultos y se convirtieron en coleccionistas minuciosos o de
otras que prefirieron quedarse solamente con los de su infancia.
Aprenderemos
muchas cosas de los Bolsillitos. Por ejemplo, que les gusta vivir en
cajas, no importa si son de cartón, de madera o de plástico, o si se guardan en
una biblioteca o en un ropero; que les gusta jugar a formar pilas o hileras
ordenándose por su numeración o sus tapas de diferentes colores. También que
están para siempre asociados al recuerdo de la voz de una madre o de un padre,
de un abuelo o de una abuela, que los leía en voz alta, o que los repetía de
memoria cuando el librito ya no estaba en la familia.
Leeremos diferentes testimonios, de toda
clase de gente, de distintas edades y profesiones. Mezclados entre ellos,
escucharemos las voces de lectores privilegiados por ser familiares de los
autores e ilustradores, que vivían, como dice uno de ellos en “un Mundo Bolsillitos”.
Pero estos diversos testimonios tienen un
factor común…
1-Andiazabal, Cecilia Andrea (1966)
Soy
Licenciada en Ciencias de la Educación. De chica viví en distintos puntos
del conurbano bonaerense, zona Oeste (nací en José C. Paz). Mi hermana Valeria
Andiazabal, a quien invité a unirse a esta iniciativa, en San Miguel. Ambas
lectoras de Bolsillitos. Vivimos en otros puntos de la Pcia de Buenos Aires, y
gran parte de nuestra infancia en La Costa (Santa Teresita).
Desde
mi nacimiento y hasta entrar en la adolescencia (1966-1977) me leyeron y leí
Bolsillitos. Mientras fui niña, mi mamá era ama de casa y modista, trabajaba
desde mi casa; de grande, se recibió de docente y ejerció por 15 años hasta
jubilarse. Mi papá era perito agrónomo, aunque gran parte de su vida trabajó en
lo que pudo. En sus últimos años, tuvo kiosco de diarios.
Recuerdo
que me los compraban en ambos lugares: kioscos y librerías. Creo que mi mamá
los compraba antes de que yo naciera, o cuando yo era bebé. También me los
compraban mis abuelos maternos. Tanto ellos como mi mamá nos los leían, pero
guardo un recuerdo muy vívido de cuando yo misma los leía. Creo que los
compraban esporádicamente; las últimas veces, en los 70, en alguna librería, en
las cajas de saldos. Una ventaja para nosotros -que no teníamos mucho dinero-
fue que eran baratos.
Se
me hace muy difícil preferir algún autor o ilustrador. Ver las ilustraciones me
hace revivir, hoy día, lo que sentía de niña: me maravillaba. Creo que amé las
ilustraciones de varios ilustradores: Chacha, Oski, Agi… Las
historias, aunque no las recuerdo, me hacen sentir la intimidad que sentía en
mis comienzos como lectora: el texto, yo y la magia que se creaba en cada
historia. Recuerdo algunos títulos con especial cariño: El Rey Fog, El
tigrecito, Pomponio, Sopa de Tiza, Un planeta para Gu… ¡Uf! ¡Tantos! Un
denominador común: la ternura.
Siempre
los guardamos en una caja. Alguna vez esa caja estuvo
debajo de mi cama.
Nunca
los llevé a la escuela ni ninguna maestra me los recomendó. Era algo familiar,
una oferta principalmente de mi mamá. Conservo muchos. En una caja de
cartón, en un placard. Aunque creo que debería guardarlos en una caja fuerte… ¡porque
son un tesoro! Algunos se fueron rompiendo… al ver la colección, en el blog que
armaste, me doy cuenta de que tuve algunos más… pero se rompieron o perdieron
por el uso. Recuerdo que con mi hermana Valeria jugábamos a regalárselos a las
muñecas (¿sería por su tamaño?); por eso, muchos tienen escrito el nombre que
les poníamos a esas muñecas.
No
he comprado ninguno desde los años 70. La guardiana principal de esta colección
fue mi mamá. Son los que tuve en mi infancia, creo que tenemos 88.
Como
te contaba, en los años 70 tuvimos quiosco de diarios, así que leía
publicaciones de Editorial Abril, en esas ocasiones. Y las vendíamos, por
supuesto.
He
leído estos Bolsillitos con mi hijo, que hoy tiene 29 años. Los llevé una vez a
un taller de escritura que hice y los compartí con la profesora y
compañeras…
Gracias
Susana por esta iniciativa.
2-Appiani de Linares, Olga
(1949)
Nací en la ciudad de Córdoba.
Por razones diversas, mi familia se ha mudado bastante, así que he vivido mis
primeros años en Río Ceballos, en mi Córdoba natal, luego en Castelar,
provincia de Bs. As., hasta que tuve alrededor de 4 ó 5 años, cuando nos
instalamos en el barrio de Villa Luro, en la Capital Federal.En ese lugar
vivimos hasta que, cuando tenía aproximadamente 10 años, volvimos a mudarnos, debido a la necesidad de
mi madre de tomar la conducción, junto a sus hermanos, de la hostería que mi
abuela materna tenía en Capilla del Monte, puesto que ella había fallecido.
Allí viví hasta los 13
años y medio, momento en que mi madre vendió a sus hermanos la parte de la
hostería que le correspondía, y volvimos a la casa de Villa Luro, ocupada por
entonces por mis abuelos paternos. Era una casa de las denominadas “chorizo”,
amplia, con varias habitaciones, en donde mis abuelos, mis padres, mi hermano y
yo podíamos convivir sin incomodidades de ningún tipo. Y allí seguí viviendo
hasta mi casamiento, aunque ya mis abuelos no estaban más con nosotros para ese
tiempo.
Creo recordar que fue mi
abuela paterna la que nos compraba Bolsillitos, o tal vez fuera mi papá, pero
la que nos los leía era sin duda ella, mi abuela Gaby. Los leía sola en cuanto
aprendí a leer, pero pronto pasé a otras lecturas de mayor exigencia, como los
libros de la colección Robin Hood que mi papá me compraba regularmente, pues no
tardó en descubrir que su hija era lo que se conoce, popularmente, como un
ratón de biblioteca.
Mi padre trabajó siempre
en hotelería, como conserje y recepcionista, ya que hablaba varios idiomas y
era persona de trato muy afable y respetuoso, por lo que era muy apreciado en
ese ámbito. Mi madre fue ama de casa en principio, luego empleada de unas
grandes tiendas del centro, no recuerdo si Harrods o Gath & Chaves, y a
posteriori una de las encargadas del manejo de la hostería de Capilla del
Monte. Al regresar, se dedicó a la costura, trabajo que realizaba en casa y que
entregaba a los talleres que la habían contratado como camisera fina.
No sé exactamente dónde
compraban los Bolsillitos, no era un tema en el cual tuviera el menor interés a
la edad en que los conocí. Me bastaba con recibirlos y esperar a que me leyeran
las nuevas historias, mientras contemplaba las ilustraciones que fueron, en
principio, el único modo autónomo de disfrutarlos. Tampoco podría decir qué
autores o ilustradores me llamaron más la atención por entonces, todo cuanto
mencionara hoy sería a través de mi mirada de adulta, y no quiero imponer esas
apreciaciones que, a mi entender, se alejarían del propósito del cuestionario
propuesto. Mi abuela los guardaba en su ropero o en su mesa de luz, para
tenerlos a mano cuando nos metíamos en su cama para que nos los leyera; eso nos
gustaba más que cuando nos los leía en nuestra propia habitación, porque en “la
cama grande de los abuelos” las distancias se acortaban aún más.
Otra lectura de mi infancia fue Billiken, que
semanalmente también llegaba a casa a través de mi papá, junto con las revistas
de historietas que se conocían como “mexicanas” y traían las aventuras de
Tarzán, Superman y otros personajes. No recuerdo haber oído programa de radio alguno
relacionado con Bolsillitos ni haber tenido juegos que se refirieran a ellos.
No podría decir si fueron
las sucesivas mudanzas o el incendio que acabó con la biblioteca de mi abuelo
entre otras cosas, pero en alguna de esas circunstancias o por la suma de ellas,
los Bolsillitos y muchos libros más se perdieron.
Y realmente no volví a pensar en ellos hasta que Susana
Navone tuvo la maravillosa idea de rescatarlos y volverlos a traer a la memoria
de muchas personas de mi edad que supieron conocer y disfrutar de aquella
colección.
En cuanto a qué lecturas transmití a mis hijos fueron,
mayoritariamente, las historias creadas por María Elena Walsh y otros autores
de la misma época; lo mismo pasó con mis 4 nietos mayores, hoy adolescentes,
pero es más que probable que mis dos nietos más recientes me oigan leerles los
cuentos de Bolsillitos y otros cuando tengan la edad suficiente; por el momento
el mayor tiene 1 año y medio y el otro apenas 10 meses, no creo que me presten
mucha atención en este tramo de su vida.
Pero sin duda que los
estaré esperando para hacerles compartir una de las más lindas experiencias de
vida que se pueden tener y que siempre se recuerdan como recuerdo hoy las mías.
3-Aranda, Horacio Carlos (1958)
Siempre he vivido
en mi domicilio actual, en Villa Santa Rita, Buenos Aires, a 7 cuadras del
estadio de Argentinos Juniors.
Tengo lindos recuerdos de mi infancia, pese a las
adversidades (siempre las hay), y de mis padres: Horacio Walter
(encargado/apuntador de las tareas de carga y descarga de buques en el puerto)
y Zulema Contardi (hábil modista capaz de confeccionar un tapado en sólo un
día). Ella principalmente me fue transmitiendo el interés por la lectura y ya a
los dos años tenía varios libritos de la colección 2, 3 y 4 (entre ellos mi
preferido: El libro de los gatos) y
Bolsillitos (el primero de los cuales fue el 477 La calle de Hernán). Mi mamá me los leía con proverbial paciencia y
esmero, mostrándome y explicando las ilustraciones de cada página.
Muchos se sorprendieron cuando a los
cuatro años yo ya podía leerlos solo, casi sin dificultad (de hecho cuando
ingresé a la escuela primaria, sin haber ido al jardín de infantes, ya sabía
leer y escribir, contar hasta mil, etc.). Entonces, acaso para nutrir ese hábito
de leer ya adquirido, mis padres fueron proveyéndome, dentro de sus
posibilidades, todo tipo de literatura infantil (libros, revistas,
enciclopedias), bien escogidos conforme mi edad, en la que siempre tuvo un
lugar preeminente la Biblioteca Bolsillitos.
Esto se vio favorecido por el hecho de
ser yo hijo único: mi madre había sufrido un serio accidente en la columna y
quien la operó, el eminente Dr. Julio Díez -en una intervención delicada y sin
antecedentes- le advirtió que ella no podría tener hijos ni seguir trabajando,
consejos que fueron desoídos.
Por lo general los compraba mi mamá, en un kiosco de diarios
que aún hoy se encuentra en la esquina de Juan A. García y Av. Nazca, bien que
con distinto dueño; sólo unos pocos recuerdo que compró mi papá o alguna de mis
tías.
Aunque no los coleccionaba, llegué a tener en mi niñez cerca
de 200 de estos Bolsillitos, una suerte de tesoro personal, que no compartía
con amigos ni llevaba a la escuela. Así es como se han mantenido en muy buen
estado a través del tiempo, prolijamente apilados en un estante de un viejo
ropero. Eran ejemplares de los años 1961 hasta -ya en forma aislada- 1973. Mis
predilectos han sido los siguientes: 563 El
lobito en el bosque (el relato de Beatriz, las exquisitas ilustraciones de
Agi y mi profusa imaginación, hicieron de ésta, una de mis primeras lecturas,
una experiencia vívida algo de cuya magia aún se conserva cuando lo releo) -
857 Pomponio (una sensible historia
acerca de un misterioso gato con poderes mágicos, y en cuyo transcurso venía a
mi mente cierta música de fondo) y 787 Pajarito
(una lección de vida).
Ya en 2013 conocí el blog de Susana y en 2015 la vi
personalmente al visitar su casa en Munro; allí conocí a los muchos animalitos
que cobija y la consideré una amiga de siempre...
Horacio Aranda y Susana Giménez en la 2ª reunión del grupo de Lectores de Biblioteca Bolsillitos (12/11/2016)
Por entonces ya era yo coleccionista de estos libritos, cuyo
acervo en mi poder a la fecha es de ¡905!
Un recuerdo imborrable será el siguiente: una tarde de un
soleado sábado invernal de 2013, regresé a mi casa, donde entonces vivía con mi
mamá de 92 años (falleció el 19.6.2014 a los 93) luego de adquirir en el viejo
mercado de la calle Estados Unidos un lote de más de 50 Bolsillitos. Apenas los
dejé en la mesa ella tomó uno para leerlo (era el 278 Nagó el elefantito) y cuando terminó me dijo: “¡Qué hermosa
historia!” invitándome a leerlo también...Y sí: por lo dicho, éste es otro de
mis favoritos.
Ahora los cuido aún más: todos están guardados en cajas de
cartón envueltas en bolsas de nylon, agrupados por centena.
Siento que tienen algo que trasciende su contenido: la pureza
de su lenguaje, la estética de sus ilustraciones, sus buenos ejemplos, en fin,
la impronta de sus creadores; son invariablemente un refugio de paz, armonía y
proximidad con mis seres queridos...
4-Caamaño, Oscar (1948)
Mi nombre es Oscar Caamaño. Nací en Santa Fe, capital de la provincia
homónima. De profesión, docente y titiritero. Cuando niño vivía en el centro de
la ciudad natal. Seguramente tomé contacto con Bolsillitos durante
la década del ’50 en la que transcurrió mi infancia. Mis padres eran docentes;
mi padre escribano y funcionario público.
Supongo que mi madre
compraba los Bolsillitos en kioscos, aunque no descarto que lo
haya hecho mi hermano mayor o yo mismo en algún caso. Creo que los leía yo,
porque tengo algún recuerdo de su tamaño, formato y presentación. No era una
compra sistemática, que alternaba con otras publicaciones, entre ellas la
revista Gatito, que conocíamos bien. Además había otras
publicaciones como Mundo Infantil. También historietas.
No recuerdo nombres de autores ni de las historias; sí de los
libritos y del placer que me producía tenerlos y leerlos. No he vuelto a
comprarlos ni leerlos a mis nietos o a mi hijo, porque los que tenía se
perdieron, seguramente en mudanzas o alguien los desechó después de mucho uso,
o tal vez mi hermano o yo lo hayamos hecho cuando nos aburrimos de leer las
mismas historias, siempre interesados en otras nuevas.
Pero dejaron un recuerdo imborrable, como posteriormente la
colección Robin Hood, de otra editorial.
5-Conti, Pablo (1957)- Hijo de Ruth y Oski, sobrino de Edith y Chacha
Nací en el barrio de Palermo. Mi mamá era Ruth
Varsavsky, ilustradora de Bolsillitos así que desde que tengo memoria siempre
hubo Bolsillitos en mi casa.
Yo la veía dibujarlos todos los días.
Y los leía cuando estaban terminados o mientras los estaba dibujando. Por
otro lado, mi madre y Beatriz Ferro eran muy amigas y nos veíamos muy seguido
así el “mundo Bolsillitos” era un mundo muy presente.
Los libritos terminados los traía mi
madre directamente de la editorial Abril, aunque a veces los
compraba en algún kiosquito. Era lindo verlos en los kiosquitos.
No recuerdo algún personaje en
especial que me gustara más que otros, pero creo que me volcaba más por el Topo
y sus aventuras, esa especie de Mister Magoo me divertía mucho.
Nº617 Más del topo
Las Caperucitas de distintos colores también me llamaban la atención. También recuerdo un personaje “Pablito va a la escuela” o “Pablito hace tal cosa”, no sé… que me gustaba.
A la escuela no llevaba Bolsillitos.
Tengo unos 150 bolsillitos encuadernados que le dieron a mi madre en la editorial. Son 7 cuadernos con más o menos 22 Bolsillitos cada uno.
Mis hijos los leían, claro. Pero creo que, al tenerlos encuadernados no facilitaba la manipulación. Calculo que el éxito de Bolsillitos era (entre otras cosas) su tamaño y formato.
6-Corts, Dora Rosa (1950)
Nací en Santa Fe capital. ¿Y cómo no iba a ser profe de Lengua
y Literatura, si un cuento calmó mi dolor? A los cinco años, jugando sufrí un
corte en una mano y toda sangrante, yo lloraba - del susto nomás-. Entonces mis
padres mandaron a comprarme ¡urgente! un cuentito cualquiera de la librería de
la esquina (gloriosa librería del viejito Hernández que me hizo descubrir la
mejor calidad de los pinceles de pelo de marta), y fue un libro troquelado,
grande, con la forma de Pluto. No era Bolsillitos. Pero ahora, hace poco, mi
hija conocedora de esta historia, me regaló uno que sí es Bolsillitos, comprado
en Rosario en una tienda 'retro', con la misma imagen: la patita alzada, la
colita parada, sonrisa y orejas flameantes. Toqué el librito con la yema de los
dedos... fue reencontrarme con ese Pluto que secó mis lágrimas. Mi padre -que
era cirujano, en realidad ambos eran médicos-, no me quiso coser la herida. Así
que ahí quedó, marcada en el cuerpo, la huella de una herida para siempre: la
huella que yo YA había elegido seguir: la lectura compañera de tantos sentidos
momentos...

Mis padres me compraban los Bolsillitos
y muchos otros cuentos, Patoruzú también, y juegos de mesa que jugaba en la
cama.
No conservé estos libros, pero sí en
mi memoria quedó marcada la imagen de París con esa Torre Eiffel, y ese Pan de
Azúcar con el Cristo de Río, se convirtió en un
símbolo o flecha de donde yo debía ir para conocer.
Nº193 Osito en Brasil
Hace tres o cuatro años, encontré por
una de esas extrañas casualidades, un viejo bazar en San Luis Capital, que
vendía lotes enteros de libritos y material de librería: los simulcop, mapas
escolares, cuadernos Gloria... un tesoro pirata era eso. Papelitos satinados...
ahhhh! Compré lo que pude.
Ahora somos dos las coleccionistas de
libros infantiles.
7-Csecs,
Gisela (1987)- Hija de Hugo Csecs
Soy una generación bastante más
chica, pero recuerdo que teníamos en
casa el librito "Te presento a potrillito"y
el de "los patitos"; sobre todo recuerdo el primero porque como niña
artista que creía ser, de muy pequeña, garabateé todo el libro, incluyendo su tapa. La verdad, no recuerdo ningún reto al respecto,
era muy chiquita, pero sí recuerdo mi culpa de grande, ver las pocas versiones
que teníamos del los libritos ilustrados por mi papá, arruinados,
tristemente, por mis garabatos de crayón.
Lamentablemente no tenemos muchos ejemplares de los libros ilustrados
por él, y mucho menos los dibujos originales, ya que se entregaban a la
editorial. Una triste anécdota la que recuerdo... Pero, a mi modo, los debo de haber
disfrutado
8- De Torres, Laura (1967)
Hola, nací en 1967 y soy la tercera de 3 hermanos. Los tres los leímos y mi mamá los conservó. Los leyeron mis sobrinas mellizas que tienen 24 y mi hijo que tiene 13, desde los 4 años aproximadamente y todavía no los quiere dejar de leer.
Tengo más de 100 seguro. El estado de la mayoría es regular y muchos de ellos tienen las tapas despegadas. Periódicamente restauro algunos, pero inevitablemente al seguirlos leyendo se siguen de alguna manera deteriorando. Mi hijo dice que los quiere guardar para leérselos a sus hijos.
Estos libros y los Cuentos de Polidoro fueron para mí la mejor literatura infantil que he visto. Soy profesora de literatura y he seguido en contacto con el mundo de la literatura infantil. Hoy por hoy no hay libros infantiles de calidad económicos. Y de los caros, ni siquiera se encuentran muchos buenos, por lo menos en Uruguay, que es donde vivo.
Dice mamá que ella los compraba en los ómnibus, los vendían como antes se vendían los diarios, en los "colectivos", como dicen en Biblioteca Bolsillitos.
9-Duro, Claudia Elisa
Mi
amor por esta colección Bolsillitos comenzó cuando yo tenía 4 ó 5 años y mi mamá me compraba, no recuerdo con qué frecuencia,
un cuentito. Cuando llegábamos a casa, me trepaba a su falda para que me lo
contara.
Cuando
aprendí a leer, me los siguió comprando, siempre en el kiosco de diarios de la
esquina de donde vivíamos. Así comencé a gustar de la lectura, con esos
sencillos y tiernos cuentitos, muchos de los cuales conservo. Cuando fui más
grande, se los contaba a mis pequeñas primas,
Espero
el momento de poder contárselos a mis nietos. Ellos serán los herederos y así
mi pequeña colección perdurará en el tiempo.
10-Esain, María Alicia (1949)
Nací y viví siempre en
Navarro, provincia de Buenos Aires. Compraba los Bolsillitos en la librería de
enfrente de mi casa. Me los leían unas tías, primero y después, los devoraba
yo. Comencé allá por 1954 ó 55.Mi mamá era modista y muy lectora. Mi papá tenía
una confitería y bar, gran lector cada noche, antes de caer rendido. Nina, la bailarina fue mi favorito.
Nº61 Nina, la bailarina
Me
gustaban todos los de Pepe Bolsillitos y los de Gatito y Perlina, entre otros.
Con Trapito payaso armé un títere y
fui la presentadora en unos festivales del grupo parroquial de entonces. Soy
titiritera hasta hoy.
Llegué a tener tres cajas de zapatos de bebé
llenos de libros. Jugaba a ser bibliotecaria (pude estudiar la carrera a los 45
años) y los inventariaba, catalogaba y clasificaba a mi modo. No los llevé a la
escuela hasta que fui maestra. Allí, una mano rápida y poderosa se llevó dos de
las citadas cajas… Salvé una que fue la base de la colección que inicié
después.
Al ser mamá, formé cuatro fervientes
seguidores de los adorables Bolsillitos (Los compré mientras salieron desde
1972). Conservo una caja con algunos ejemplares que divierten a mis nietos. Uno
de mis hijos es periodista y sueña con armar una historia con esos ejemplares.
Tuve algunos juegos.
Recuerdo en especial una lotería que me prestó un amigo. Como no había más
ejemplares, recorté animales de las revistas y formé con cartulina y lápices de
colores una copia del juego. Era muy interesante, tenía una adivinanza para
cada casillero y así se podía marcar el que iba saliendo. Años más tarde, la idea
me sirvió para escribir mi Biblioteca
Animalario.
.
“Los diarios de mi
amiga…” me encantaban, pude comprar algunos. (Mi bolsillo era modesto. Fui una
asidua visitante de la Biblioteca Pública siempre). Leía después algunas
revistas, creo, ya de adolescente. Cuando accedí a El diario de Ana Frank cambió totalmente mi punto de vista con
respecto a muchas cosas e inicié mis propios diarios, siguiendo esos ejemplos.
Tenía 12 años…
Considero a ABRIL como un
modelo editorial de avanzada y a los Bolsillitos como uno de los pocos bellos
recuerdos de una infancia nada buena.
11-Espina, Liliana
Nací y crecí en Mar
del Plata, en Los barrios Belgrano y Funes
Los Bolsillitos los leía
sola, aproximadamente entre 1959 y 1964. Me los traía mi papá, que era empleado
público.
Mi personaje preferido era
Osito, por sus viajes, y las Caperucitas.
Nº157 Las Caperucitas y Don Colorinche
Guardaba los Bolsillitos en una caja
y no los llevaba a la escuela. Todavía conservo algunos y los sigo guardando en
una caja.
Todavía no se los leí a mi
nieta, los guardo para cuando ella sepa leer.
12-Fernández
Panizza, Gabriela (1957)
Nací en Buenos Aires. Pasé mi infancia en el
barrio de San Isidro. Mi papá era marino mercante, no pasaba mucho tiempo con
nosotras. Mi mamá, que era una ávida
lectora y una persona muy curiosa, era ama de casa y sólo tenía estudios
primarios. Tal vez por eso asistía a cursos de todo tipo, generalmente en
Capital, por lo que tenía que tomar el tren. En el andén de la estación había
un quiosco (que todavía recuerdo) donde vendían los Bolsillitos que me compraba
cada semana. Cuando era muy chica me los leía ella, después los leía yo.
En
1969 nos mudamos a Bariloche, yo tenía 11 años y los Bolsillitos viajaron
conmigo. Sobrevivieron a la mudanza pero la colección dejó de crecer.
Mi autora favorita es Beatriz Ferro,
junto con sus personajes y las ilustraciones de Agi. Creo que la variedad era
algo que me atraía, que lograba sorprenderme cada vez que recibía un librito
nuevo. Los guardaba en una biblioteca que tenía al lado de la cama.
Recuerdo muchos títulos y casi todos
los cuentos de memoria… Creo que esto es así porque cada uno fue capaz de dejar
una huella, de mostrar algún aspecto de la vida de una forma sencilla, profunda
y bella. Me dejaban pensando, me ayudaban a entender y a crecer. Por ejemplo, Adita y la margarita expone el temor a
lo desconocido y la esperanza de que logre disiparse, El enanito Nito la habilidad para resolver problemas con lo que la
vida nos brinda, El carretel negro
aborda la discriminación, La hoja de
papel, la autoestima, Yo también los celos; El rey Porquenó, los caprichos; Los
topos son así, la autoaceptación…
Nº708 Adita y la margarita
Muchos he perdido a lo largo de los
años, ¡por eso me muero de placer cuando los encuentro en el blog! Algunos
todavía los tengo en papel… muy ajados… en un estante de mi biblioteca de
literatura infantil. Me quedan 65 y la mayoría son de Beatriz Ferro. Todavía
los leo en mi programa de radio para niños “Las cosas de mamá osa”. No puedo con mi genio,
ahora que estoy jubilada igual me las rebusco para hacer que los cuentos
lleguen a los chicos de Bariloche y a los que viven en los alejados parajes de
la Patagonia, con la ilusión de que del otro lado tengan la misma experiencia
de mirar la vida a través de la mágica ventana de la literatura.
De niña no los llevaba a la escuela y mis maestras nunca me los
leyeron. De grande sí los llevaba: me recibí de maestra en 1978 y ejercí la
docencia hasta 2015. Los últimos 10 años como profesora de Prácticas Docentes
en el IFDC de Bariloche. Me encantaba leérselos a los chicos, tanto en las
horas de leer por leer como en las
clases de Ciencias Sociales o Naturales en las que la historia, los personajes
o el ambiente descriptos permitían tender un puente entre el objeto literario y
los contenidos que deseaba enseñar. Como profesora de Prácticas Docentes se los
prestaba a las practicantes; muchos se traspapelaron entre carpetas e informes
y los perdí.
Como mamá se los leía a mis tres
hijos, que los disfrutaron tanto como yo. A veces los usaba como metáfora para
explicar algún sentimiento, para ayudarlos a comprender situaciones por las que
estaban atravesando. Mi hijo Valentín, que creció con Síndrome de Asperger sin
que él ni yo supiéramos que eso que lo hacía tan especial tenía nombre…
escribió un hermoso texto al respecto.
No sigo comprando Bolsillitos… cada tanto me doy una vuelta
por el blog de Susana y me deleito visitando a mis viejos aliados en el camino
de crecer.
13-Fineberg, Virginia (1954)
- Hija de Inés Malinow
En
mi casa, de chica, los Bolsillitos eran cosa seria. Eso se debía a que mi mamá,
Inés, quería conservar impolutos los pocos que lograba rescatar, generalmente, del
quiosco en que se vendían. Abril no le daba copias y ella intentaba salvarlos
del huracán inevitable que era la habitación de sus hijas.
Eso
significaba que, más allá de mi colección personal, de la que hablaré más
adelante, los Bolsillitos de Inés sólo hacían apariciones de estrella invitada.
Recuerdo que, cuando estaba enferma, mi mamá me traía todos sus libritos, para
que me entretuviera en esos días largos y monótonos. Así, leía y releía las
aventuras de Inosito, las piruetas de Nina, la bailarina y las hazañas
comerciales de La Señora Dógoda. Claro que, por suerte o por desgracia, yo
nunca estaba enferma, así que los Bolsillitos de Inés eran para mí casi una
fábula, conocida pero distante. Fui creciendo y, sin olvidarlos, los relegué a
un cajón protegido del pasado.
Nº750 La Señora Dógoda
Como
a mucha gente de mi generación, la vida me hizo andariega. Así, me fui de la
Argentina, para siempre, al terminar la facultad, en 1981. Viví 23 años en
París hasta que, con mi marido y mis hijos, nos instalamos en Nueva York en
2004. Y mi colección personal de Bolsillitos, increíblemente, no solo me siguió
obstinadamente en cada nueva etapa, sembrada de mudanzas, manos chiquitas que
hurgaban mi biblioteca y contenedores internacionales, sino que logró
sobrevivir hasta hoy. Ocupa ahora un lugar privilegiado en una de mis
bibliotecas. Eso sí, como tengo gatos muy atrevidos, los puse arriba de todo,
para que no puedan alcanzarlos.
También
a Inés el tiempo le fue pasando. Un día, de manera brutal, tuvo que dejar su
departamento en la avenida Pueyrredón. Y cuando logré llegar a él, entre las
pilas de libros abandonados y tirados por el piso, encontré dos carpetas con
sus Bolsillitos. ¡Los que ella había escrito! Por supuesto, me los traje a
Nueva York y pasaron a engrosar mi colección del estante de arriba.
De
pronto, un día como otros, recibo un mail de Susana. Me cuenta que es
investigadora, que se ha concentrado nada menos que en los Bolsillitos y que
Inés ocupa un lugar privilegiado en su trabajo. Voy corriendo a mi escondrijo.
Encuentro los Bolsillitos. Y no puedo creer que esos libritos tan ínfimos hayan
logrado sobrevivir a tanto. Y que sigan habitando no solo mi vida sino, al
parecer, la de muchas otras personas.
Me
entero también por Susana de que Inés tiene seguidores y admiradores de su
literatura infantil. La llamo y se lo cuento. Ya casi lo ha olvidado todo, pero
le recuerdo las anécdotas de sus personajes. Como es muy educada, se ríe. Creo
que se alegra.
Quiero
agradecer a Susana, que ha salvado la memoria de los Bolsillitos, así como a
todos aquellos que están determinados a preservar y proteger algo tan frágil
pero indestructible: la memoria de toda una época en la Argentina, quizá más
inocente, menos feroz, en mi caso, podría decir, la única que rescato. Quizá
ustedes, como yo, todavía puedan citar de memoria pasajes enteros de sus
Bolsillitos. Se los agradezco, en mi nombre y en el de Inés.
Nací en Morón, provincia de Buenos Aires, pero toda mi
vida de soltera la viví en Ramos Mejía. Soy docente y Guía de Turismo. No
recuerdo cuándo mi mamá empezó a leerme los libritos de la Biblioteca
Bolsillitos, pero, vaciando la casa para venderla, encontré uno muy antiguo
sobre animalitos, creo que de 1954 o algo así.
Cuando aprendí a leer, los seguí leyendo yo aunque mi mamá continuaba
contándolos porque mi hermano era más chico. Luego, me largué solita por mi
cuenta.
Mis padres eran personas
muy cultas: yo me crié en una casa llena de libros. Para mí leer era tan
natural como salir a jugar a la calle con mis amigos. Mi mamá era casi
Contadora Pública y mi padre, Oficial de Marina. Lamentablemente, como estaban
separados y nosotros vivíamos con mi mamá, mi padre queda afuera de esta
historia conectada a Bolsillitos.
Teníamos un tío abuelo
político, el Tío Luis, que todos los domingos los compraba (o al menos ese día
nos traía los libritos) y, aprovechando que venía con su esposa a visitar a mis
abuelos (yo vivía también con ellos) traía de regalo un cuento. Todos, todos
los domingos de la vida, aún cuando yo ya estaba noviando, allá por fines de
los ’60. Y yo seguía leyendo los
cuentitos: era como un ritual. Mientras, los mezclaba con libros de biografías
de famosos, Cortázar, Sábato, Erich M. Remarque, Steinbeck, etc. ¡Muy ecléctica
la cosa!
Con respecto a los suplementos
de juegos, creo recordar haber tenido uno de Gatito y algunas revistas de
formato más grande, pero no me acuerdo mucho de eso. De radio, ¡nada! En casa,
si se prendía la radio, era para escuchar música clásica. Nada de tango, ni de
folklore ni de nada.
Me gustaban las cuentos de
“Los Pueblos y sus leyendas”(o algo así), algunos libritos sabios (otros eran
muy densos). Mi ilustradora adorada era Agi. Abría un mundo de fantasía para mí
con sus hadas, enanitos, el organillero mágico, etc. Adoraba sus dibujos.
También, ya más grande me gustaban mucho las ilustraciones de Leo.
Guardaba (y guardo) los
libritos en cajas de zapatos. Recuerdo con mucho cariño El enanito Nito, Lila busca a Martín, El enanito maestro, Domingo, el mago organillero, La Adivinanza del Jardín, Un pez, un pájaro y una flor, y Doña Hormiga. Para Navidad, ¡había
lectura temática sobre el tema! Esos son los que me vienen ahora a la memoria.
No me gustaban los de Walt Disney.
Nº616 Un pez, un pájaro, una flor...
En el colegio no
trabajamos nunca con estos libritos. Ni con otros, sino con el libro de lectura
que tenía unos cuentos muy buenos.
Mucho libritos
desaparecieron por una situación bien triste: yo, como un ritual sagrado, todas
las noches, todas, les dejaba a mis tres hijos que escogieran un cuentito cada
uno y se los leía. Terminado el evento, ellos sabían que debían ir a la cama y
dormirse.Una vez, mi hija más chica se enfermó gravemente (aún tiene secuelas
aunque ya tiene más de 30 años) y quedó internada en terapia por 15 días. Y yo,
con ella. Y de repente, mis hijos que eran muy chiquitos (dos y tres años) se
quedaron sin hermanita, sin madre y sin cuentitos. Ningún familiar (padre, abuelas, etc) retomó el
ritual de los libritos en esa quincena. Cuando pasó todo el evento y volví a
casa con mi hijita, encontré que mis otros hijitos habían habían roto, en
pedazos de menos de un centímetro cuadrado, un montón de libritos y los habían escondido
en el fondo del placard. Como eran tan pequeños, no me supieron explicar nada y
quedó como un misterio. Ni sé cuántos libritos perdí!
A medida que mis hijos
crecían apareció mi sobrino, que pasaba el verano con nosotros, y recomenzó el
proceso de nuevo. Mis hijos, ya adolescentes, disimulaban, pero terminaban
sentados en la alfombra escuchando los cuentitos. ¡Un volver a vivir para
ellos! Ahora tengo un nietito, pero vive en otro país, así que lo remito al
blog de Susana. Pero aún es muy chiquitín.
No coleccioné libritos
Bolsillitos. Me quedan varios, en estado bastante deplorable, por tantos
deditos y manoseos de niños: el mejor homenaje que se le puede hacer a un libro
infantil!
Mis hijos hoy, los tres
profesionales, son grandes lectores y, espero, recuerdan con cariño esas
épocas.
Quiero contar dos cosas
especiales:
* Una es que una vez en el
Barrio de Belgrano, caminando por Av. Cabildo, vimos en una vidriera de una esquina,
una muñequitas tejidas (parecía con máquina de tejer) y tenían etiquetas con el
nombre de la autora: AGI, escrita con letra cursiva. ¡Era la letra de Agi!
Entramos e intentamos hablar con las vendedoras de cómo poder conectarnos con
ella para agradecerle todo lo que había hecho por mí y por mis hijos en la
infancia. Las vendedoras se negaron rotundamente y de bastante mal modo: “No
podemos dar datos de la artesana” Entonces le escribí una carta y le dejé mi
teléfono. Nunca supe qué pasó con esa carta. Todavía lamento no haber comprado
una de esas coloridas muñequitas tejidas. Esto debe de haber ocurrido a fines
de los 80’o principios de los 90’.
** La otra cosa que quiero
contar es que, como mi hija y yo somos titiriteras, representamos tres obras basadas
en libritos Bolsillitos: La adivinanza de
jardín, Doña Hormiga y Cayó un Hada en el Jardín. Al hada, que
había dibujado Agi (creo), le hicimos una peluquita dorada y le pegamos los pelos
uno por uno¡Una belleza!
Pasado los años, le regalé
todo a mi sobrina que es maestra jardinera. No sé qué pasó con los títeres y
los libretos…
Ahora mismo estoy mirando
lo que queda de los libritos y me emociono mientras recuerdo todo esto.
¡Le estoy tan agradecida a
la Biblioteca Bolsillitos! Hicieron de mi infancia bastante problemática, una
época más bella y enriquecedora.
¡Gracias Biblioteca
Bolsillitos!
15-García, Graciela
Magdalena (1950)
Nací en el barrio de Belgrano y me
crié en Rosario. Mis padres eran comerciantes. Habré leído los Bolsillitos
entre 1955 y1956, me los compraba mi papá en el puesto de diarios. Mi mamá me
los leía, hasta que aprendí a leer.
Me gustaban Pepe Bolsillitos, Osito,
las Caperucitas y el Negrito Pantaleón. Mis Bolsillitos preferidos eran los de
los viajes de Osito por el mundo, porque me mostraban países desconocidos para
mí. Recuerdo que me gustaba mucho El
armario de las Caperucitas. Los guardaba en la mesa donde jugaba porque los
releía continuamente.
Nº219 Osito en Francia
También leía “Gatito” y “El diario
de mi amiga”, y esperaba ansiosa los próximos ejemplares. No llevaba ninguno a
la escuela porque los cuidaba demasiado.
En la actualidad, supongo que tengo
solamente dos o tres Bolsillitos guardados en un placard. Los leía tanto, copiaba sus dibujos, y los llevaba a todos
lados conmigo; ya en mi adolescencia estaban bastante baqueteados y luego les
llegó el turno a mis cuatro hijos de leerlos, más algunas mudanzas, hicieron
que fueran quedando en el camino.
Graciela (en el centro) con Susana Navone y Susana Giménez en la primera reunión del grupo Lectores de Biblioteca Bolsillitos (15/08/2014)
Les leí algunos a mis hijos; les he contado que eran las revistas
de mi infancia e imprimí algunos del
blog para regalarles a mis nietos.
16-García Montero, Adriana (1965)
Nací en General Pico, La
Pampa, donde viví hasta los cuatro años. Luego nos mudamos a Córdoba Capital.
No conocí a los Bolsillitos de
chica. En
mi caso, los conocí casi de casualidad, buscando información sobre líneas y
continuidades en la Literatura para niños de nuestro país.
Hace unos cuantos años, a partir de estudiar
la obra de Boris Spivacow y de las colecciones infantiles de CEAL, di con
información sobre editorial Abril y sobre los Bolsillitos. Y ahí empezó la historia. Buscando por
internet encontré algunas referencias, del blog de Susana sobre todo. Luego en
el grupo de facebook. Y paralelamente a todo esto comencé a comprar algunos,
también a través de Susana, a quien contacté primero como vendedora, y sin
saber que era la misma persona que la del blog y el grupo de face.
Es más, demoré un tiempo en darme cuenta que
un texto que yo había leído sobre los cuentos clásicos (que a su vez me había
puesto en la pista del libro de Darnton) también era de su autoría.
En fin, que hace unos años empecé a comprar
Bolsillitos y a leerlos, en un intento por conocer y profundizar en colecciones
de libros que apostaron a formas de distribución y comercialización que una
supone más al alcance de los sectores populares.
En ese
sentido es que ahora, como docente del
profesorado en enseñanza primaria, del Instituto de Formación Docente Continua
de Bariloche, los llevo a clase, los comparto con mis estudiantes, los
consideramos parte del “patrimonio” literario de generaciones anteriores. Hasta
ahora no he encontrado lectores que los conozcan, pero sí los veo circular de
mano en mano, los veo ser leídos por lectores muy jóvenes, que se fascinan por
cuestiones tan variadas como el tamaño, la riqueza y sencillez de sus imágenes,
las variadas autorías (tanto de textos como de ilustraciones), las estrategias
de venta y distribución, y varios etcéteras.
Ellos se fascinan por las letras en cursiva,
por la existencia de libros con “pictogramas”, por el diseño de los libros
escenarios, por la presencia de poesía, como la de Germán Berdiales o Vicente
Barbieri, por las ilustraciones de Agi, Breccia o Ruth. Les asombra encontrar a Oesterheld entre los
autores. Les llama la atención la forma de firmar estos libros, solo con el
nombre propio (en la mayor parte de los casos) y eso lleva a pensar en la
constitución del autor infantil y en la valoración social respecto de esta
producción.
En lo personal, me gusta indagar en otras
estrategias editoriales, que propugnaron otras lógicas comerciales, más al
alcance del gran público. Un modo de discutir, tal vez, con las lógicas
actuales, del libro para niños como un objeto fuera del alcance de buena parte
de nuestras infancias.
Me interesa de los Bolsillitos esa apuesta a
la masividad, a la posibilidad de que cualquier pibe de los 50 pudiera acceder
a un “librito” (así, en un diminutivo no
despectivo, sino con la carga del afecto, pero también de la desacralización),
a muchos libritos para ser más precisas, con historias variadas, con autores
que desde territorios diferentes, pudieran acercar sus propuestas estéticas. Y
todo a bajo costo en espacios por fuera
de la cultura “oficial”.
Teatro por la identidad Bariloche-Dina Huapi (24/03/1017)
Esto es lo que me interesa compartir con mis
estudiantes del profesorado.
Todos
estos son aspectos que demandan una mirada histórica, y si bien nuestro
propósito dista del de conformar a los estudiantes del profesorado como
especialistas, sí nos interesa pensar el rol de los docentes desde un lugar de
decisión en las políticas de edición, selección y circulación de la producción
literaria pensada para la infancia. Por ello es que incluimos en la formación
docente contenidos que nos llevan a mirar autores, líneas, géneros, propuestas,
que dan cuenta de hitos centrales en la constitución del campo de la LIJ en
nuestro país.
17-Giménez, Susana (1956)
Los primeros Bolsillitos
casi estoy segura que los trajo papá, probablemente del kiosco de Pirosanto, que
estaba frente a la Cervecería en la calle 12 de Octubre, a pasos de la
barrera…en qué año…quizás 1958 ó antes, yo nací en 1956, precisamente un 15 de
junio, en Quilmes, y el fortuito hecho de mi nacimiento el día del libro selló
mi destino de lectora. Claro, también estuvieron mis padres, que sentían un afecto especial por la lectura. Papá era
tejedor textil, y recuerdo que leía todas
las noches mitología griega en el diccionario enciclopédico. Mamá era modista,
pero antes de casarse había trabajado en una librería, ella me enseñó el cuidado
y respeto por los libros.Seguramente con mamá
compramos Bolsillitos más adelante, cuando me llevaba al jardín, porque
camino a la escuela nos deteníamos en el kiosco de diarios y revistas.
Antes de los Bolsillitos
estuvieron los cuentos de “2, 3 y 4” también de Editorial Abril, que me leían
una y otra vez hasta recordarlos yo de memoria,
intentando que me durmiera.
Mi colección de 2, 3 y 4
Cuál será el primer Bolsillito
que tuve en mis manos, no lo sé, pero Canciones
para chiquitos es muy especial, mi abuelo estampó en él su firma, varias
veces, con su rúbrica inconfundible.
Muchos Bolsillitos tienen la
costura simétrica de la máquina de coser de mamá, que los reparaba una y otra
vez, intentando componerlos.
¡Qué lindo es recorrer esas
páginas gastadas, encontrar a veces letras vacilantes que hablan de mis
primeros años!…Bolsillitos desplegó, sin dudas, para mí un mundo de historias, dibujos,
conocimientos. Y hablando de dibujos, qué delicias los de AGI, con su diseño
inconfundible y la prolífica RUTH, abarcando tantos temas.
Los “cuentitos”, como los
llamábamos entonces, siempre siguieron a mi alrededor, a pesar de incursionar
en otras lecturas para “nenes más grandes”, la pila de Bolsillitos, que todavía
conservo, estaba siempre disponible, especialmente en las vacaciones escolares.
Si pienso ahora, a la
distancia, ¡cuántas cosas hermosas me enseñó Biblioteca Bolsillitos! La historia
del papel, del pan, mitología nórdica, griega, historias bíblicas, ciencias, vida
de los animales, culturas remotas, incalculable bagaje de conocimientos
que incorporé sin darme cuenta, en la
primera infancia.
Yo tenía mi “cuentito”
preferido, Uncama el bueno, una historia sudafricana que me encantaba, y
me sigue gustando todavía. Y también tenía personajes favoritos que eran los
animalitos del bosque: la familia Bigote, las ardillitas, Palote el zorrito sabio, los castorcitos… cuando llegaba el librito de las historias del
bosque era una fiesta. Y cómo olvidar al duende Coquena y sus esfuerzos en favor de los animales y la
naturaleza… siempre quedaba una enseñanza.
Claro, aprendíamos sin
saberlo, formábamos nuestro carácter, valorábamos nuestros amigos, éramos
compasivos con los animales y amábamos la naturaleza, respetábamos a nuestros mayores y maestros, y
era tan natural…
Mi colección de Bolsilltos
Después uno creció y los
Bolsillitos siempre ocuparon el mismo lugar en el corazón y uno preferencial en
casa. La pilita de cuentitos salió de su resguardo para ser leídos a primitos
más chicos, ahijados, sobrinos y fueron una dicha cuando fuimos padres. Esperan
ahora a los nietos, expectantes, gastados, maltrechos, pero intactos en su
mensaje y enseñanza.
Nunca compré Bolsillitos en
la edad adulta. No entiendo porqué…quizás están reservados a ese rincón de la
infancia donde los más de 100 que conservo, guardan celosos la estrecha relación
con la niñita que fui.
Estos últimos tiempos
nuestro mundo Bolsillitos, que de grandes hemos recuperado, me regaló
inesperadamente el acceso a todos los títulos que no conocía, cumpliendo el sueño de leerlos algún día, y conociendo a
la vez a tantos lectores entusiastas, nuevos amigos con quien compartirlos.
Con Susana Navone, Carlos Spalding y Horacio Aranda en la segunda reunión del grupo de Lectores de Biblioteca Bolsillitos (12/11/2016)
Editorial Abril, gracias por
haber alimentado nuestra infancia con ésta y tantas otras colecciones valiosas, de muchas de ellas
también guardo ejemplares, que recorro
de vez en cuando. Y al entrañable Boris, mentor de inquietudes pequeñitas que
fueron formándose a medida que crecíamos, el mayor agradecimiento por haber
abierto nuestras mentes desde aquellos comienzos, enriqueciendo nuestras vidas.
18-Hilb, Nora (1953)
De chica viví en Olivos y en Martínez, zona
norte del gran Buenos. Aires. Mi papá era asegurador y mi mamá ama de casa y, luego, asistente
social.
Leí Bolsillitos en las décadas del 50 y del
60, creo que los comprábamos en un kiosco. Los que ilustraba Agi eran absolutamente
mis preferidos. Los títulos que recuerdo son: todos los de la “Señorita Ada”, Cayó un hada en el jardín, La estrellita que cayó del cielo, Lobito…
Nº495 Cayó un hada en el jardín
No los tengo más, lamentablemente. También me compraban las revistas “Codelín” y “Billiken”; a veces, “Anteojito” y también “Pepín Cascarón”.
Y recuerdo con amor total al libro El
jardinero y la brujita.
Pero no conservo nada.
Me fui del país rumbo a
México en 1976, solamente llevando conmigo la colección entera de María Elena
Walsh, dos libros hermosamente ilustrados de cuentos tradicionales rusos y
europeos, y un libro en alemán, de cuyas ilustraciones me había enamorado. No
sé el destino de todo lo demás… Pasó la vida…
19-Jodara,
Mariana (1968)
Mi
nombre es Mariana Jodara Nací en 1968,
año de muchos cambios, revoluciones y movimientos sociales a nivel mundial,
casualmente pocos días antes del mayo francés.
Soy
profesora de portugués y traductora. Trabajé también como correctora en una
editorial durante 15 años.
Siempre
viví en la ciudad de Buenos Aires, repartida entre Almagro y Villa Crespo, con
un breve paso por el límite entre Balvanera y Recoleta.
Supongo
que leía los Bolsillitos en los años
1972 y 1973, a juzgar por los ejemplares que tengo en mi poder (aunque tengo
algunos más antiguos, que serían de mis hermanas mayores).
Mi colección de Bolsillitos (1)
Mis
padres son profesionales: contador público y profesora de inglés. No tengo total certeza,
pero calculo que era mi madre quien me compraba los Bolsillitos y, si no me equivoco, lo hacía en kioscos de revistas.
Es probable que los leyera yo sola, ya que aprendí a leer a los 4 años y era
una ávida lectora. No sé si los comprábamos todas las semanas, pero calculo que
en el año 1973 casi todas las semanas, porque tengo bastantes números
consecutivos.
No
sé si tenía un personaje preferido, pero sé que algunos títulos me marcaron
mucho, como por ejemplo, “Almanaquito”, que me parecía muy triste. Tengo el
recuerdo de haber construído un almanaque con ese dibujo, o bien de haber
querido hacerlo. También me encantaba “37 gatos” el de “El tranvía 86”, “Los hamsters”, entre muchos
otros que me marcaron. Creo que Beatriz
era mi autora preferida. En cuanto a los ilustradores, todos me parecían
fantásticos. Me gustaba dibujar y calcar (en esa época era una costumbre
escolar quizás relacionada con los mapas) y copiaba muchas veces las figuras de
las tapas o del interior, como para aprender a dibujar animales. Recuerdo haber
hecho eso con el dibujo de “El tigrecito”, por ejemplo.
MI colección de Bolsillitos(2)
No
sé dónde guardaba los Bolsillitos ni
si los llevaba a la escuela. Pero evidentemente estuvieron bien guardados,
porque aun al día de hoy se conservan en muy buen estado (cuarenta y tantos
años después).
Tengo
una hija de casi 18 años y compartí con ella la lectura de todos los Bolsillitos cuando ella aun no sabía
leer. Nos reíamos juntas de las historias y estoy segura de que ella debe recordar
algunas tanto como yo; por ejemplo, el cuento de “El rey Porquenó”, un monarca despótico y caprichoso, que exigía entre otras
cosas que su súbditos se desplazaran a los saltos, sin pisar las baldosas
negras (o las blancas, no recuerdo bien).
No
compré más Bolsillitos que los que
tuve de chica. Mi colección se compone de los ejemplares que leí en esa época:
los acabo de contar y son 76.
Mi colección de Bolsillitos (3)
20-Kaplan, Nora (1950)
Nací en Buenos Aires, en “el
año del Libertador General San Martín”, como se decía en esa época. Viví
siempre en la capital, en pleno centro, muy cerca del obelisco. Mis padres eran
ambos profesionales: mi mamá, profesora de inglés y poeta y mi papá, médico.
Ambos, muy lectores, tenían en casa una biblioteca muy extensa. También mis
abuelos maternos, con quien vivíamos, eran profesionales y todos me estimulaban
a leer y también a redactar.
No tengo un recuerdo
exacto de dónde me compraban los Bolsillitos, los que comencé a leer desde muy
chiquita, posiblemente a los 5 años. No estoy segura si lo traía a casa el
diariero junto con La Nación y más adelante, con el Billiken, o si mi papá me
los compraba en el kiosco, cosa que sí hizo cuando fui más grande, con el
Diario de mi Amiga, otra publicación de la Editorial Abril que yo amaba (¡y
todavía amo!). Tampoco tengo el recuerdo de que alguien me los leyera, pero
debe haber sido así, pues mis primeros Bolsillitos son de 1952 aunque
probablemente, los habían comprado antes para mi hermano, que era cuatro años
mayor que yo. En todo caso, yo los leí por años (los últimos son del año 1959)
y los coleccionaba en unas cajas de zapatos de color azul celeste destinadas
especialmente para ese fin. De alguna forma y sin estar consciente de ello, me
convertí en coleccionista de los primerísimos Bolsillitos y fue una alegría
enorme saber que podía formar parte de una comunidad que compartía esta afición
y amor por estos tiernos libritos.
Creo que nunca me
compraron un suplemento de juegos – en verdad no sabía que existían – ni
tampoco escuché por radio los programas de Bolsillito y de Gatito, por lo que
presumo que nadie “intervenía” realmente en mi relación con estos libritos.
También supongo que cuando crecí y me hice “grande”, a partir de los 10 años,
ya me volqué completamente a los Diarios. Pero lo que sí hacía eran las
actividades propuestas por Pepe Bolsillitos en la contraportada.
Mis personajes preferidos
eran Pinocho y Pinochita, con sus diferentes comercios, como la confitería (uno
de mis preferidos, ya que yo era muy golosa de pequeña), Perlina, con su
coquetería, Cenicienta en la serie de los meses del año, Trapito y Osito, este
último con sus viajes alrededor del mundo, que me hicieron aprender sobre
lugares lejanos o exóticos desde muy pequeña …
Me gustaban mucho las
portadas de cuadritos, en especial las de color rosado, fucsia y rojo. Dentro
de los autores, me gustaba ver el nombre de Nora (¡como yo!) en la portada,
pero también el de Inés. Solía poner los Bolsillitos en fila y a veces jugaba a
que eran niños en la escuela, los agrupaba por colores y me encantaba
manipularlos. Creo que al mirar esas portadas familiares, me sentía segura,
como si la infancia fuese un momento de felicidad suprema, que nunca acabaría.
Me vienen a la memoria – y
también con la ayuda del hermoso blog de Susana – los títulos que me
encantaban, como El Hada Azulina, Trapito y la
Lámpara Maravillosa, las
rondas, como la de Las chiquitas y la de Carnaval, La orejita de Perlina y tantos otros. Curiosamente, los basados
en personajes de Disney no me llamaban mucho la atención.
Debo a mi madre, María
Elena Fingermann, el hecho de que tanto los Bolsillitos, como los Diarios de mi
Amiga, se conservasen hasta el día de hoy, puesto que ella los preservó con
amor. De Argentina, viajaron a Venezuela, donde viví muchos años, y donde los
leyeron mis tres hijos, especialmente el varón, quien desde siempre fue un
ávido lector. Actualmente, se encuentran en un estante de una biblioteca
especial que mandé hacer en mi casa de Salamanca, España, donde vivo desde hace
diez años, junto a sus amigos, los libritos “Araluce, las obras maestras al
alcance de los niños”, colección española heredada de mi madre y que también
hicieron el mismo periplo que los de la editorial Abril.
Con mis nietas Naomi (2013) y Liat (2011) en su casa de Seattle
Ahora escribo estas líneas
desde Seattle, Estados Unidos, en la casa de mi hija, a la que he traído varios
libritos Bolsillitos que he escaneado e impreso – pues los originales no se
moverán de donde están – y que leo a mis dos nietas bilingües. Es interesante
observar que debo hacer algunas modificaciones al leerlos, puesto que algunos
modismos argentinos son incomprensibles para ellas (su español es una mezcla de
diferentes variedades y no pertenece realmente a ningún lugar geográfico
determinado), y también algunos cambios en aras de la corrección política, como
por ejemplo, ¡no usar la palabra “negritos”!
Van a una escuela internacional bilingüe y están aprendiendo aleer y escribir simultáneamente en inglés y español.
Ahora estoy tratando de
difundir el blog a todas las personas que creo puedan estar interesadas y como
dije antes, estoy emocionada de ser un integrante de esta comunidad que,
gracias a la tecnología, podemos compartir esta pasión por nuestros primeros
libros de la infancia. También muchas gracias por permitirme expresar estos
sentimientos.
Y la tradición sigue:
Esta es la hijita de mi hijo Sebastián. Ella se llama Lili y es húngara. Habla con su mamá en húngaro y con su papá y sus abuelos paternos en español. Cumple 3 años en abril.
Aquí, en el metro de la ciudad de Valencia, España, con su abu Nora
y en la casa con su tía Patricia, mi hija menor, leyendo Bolsillitos. (enero 2025)
21-Kornfeld, Pablo (1975). Nieto de Ditti Hoschstimm, sobrino nieto
de Susi
Toda mi infancia viví en
Villa del Parque, Capital Federal.
Los Bolsillitos me los
empezaron a leer desde antes de tener memoria y los seguí leyendo tal vez hasta
mediados de los años '80, pero cada tanto los volvía a agarrar, aunque tal vez
no tan a menudo ni hasta tan tarde como los Gatito y los Diarios de mi amiga (que eran supuestamente para chicas, pero, cuando fui más grande, ya que
eran más largos y con más texto, los leí todos).
Mi papá trabajó un tiempo
en el Centro Editor y después en el diario La Nación (en la parte de
distribución) hasta que se jubiló. Mi mamá trabajaba como maestra de grado y de
actividades prácticas.
La mayoría de los Bolsillitos
los heredamos de los familiares que trabajaban en la editorial Abril. Creo
tener el recuerdo (que puede ser apócrifo) de que a veces mi mamá compraba
alguno. Sé que a ella, cuando se sentía mal y no iba a la escuela, mi abuela le
compraba un Bolsillito.
Al principio me los leía
mi mamá, después, solo.
Me gustaba mucho la serie
de Osito y en general los ilustrados por Agi, Oski y Breccia. Uno que siempre
recuerdo de la infancia es El Rey Midas, ilustrado por Oski.
Nº781 El Rey Midas
Los Bolsillitos los
guardábamos en una caja que mi mamá había forrado con un papel de envolver con
dibujos. ¡Siguen estando ahí! La caja, en una de las bibliotecas, en la casa de
mi mamá en Buenos Aires. No recuerdo de haberlos llevado nunca a la
escuela.
.Cuando
nacieron mis hijos, mi tía abuela Susi nos regaló unos cuantos ejemplares que
todavía tenía, tanto de Gatito como de Bolsillitos y algunos libritos de otras
colecciones como “2, 3 y 4”, “La paleta
de...” (que eran para colorear), “Yo soy ...” (todos los ejemplares que tengo
están escritos por Susi, algunos ilustrados por ella y otros por Agi), “¡Qué
parejita!”, “Selecciones de Bolsillitos”, etc. No colecciono Bolsillitos pero tengo, toda la
serie de Osito y algunos más (algunos escritos por Susi, otros no). Tengo en
este momento, acá en Praga, cuarenta y dos Bolsillitos (que guardo en una lata
de chocolates suizos). No sé cuántos hay en la casa de mi mamá, pero viendo lo
poco que ocupan éstos, diría que, muy por lo bajo, doscientos.
En casa teníamos muchos
Gatitos y Diarios de mi amiga. Algunos se terminaron rompiendo o desgastando,
pero, salvo alguna excepción, tenemos
todavía todos en condición de ser leídos. Ya estando acá me compré unos cuantos
Gatitos más, muchos que nunca había tenido y otros repetidos.
Tanto los Bolsillitos como
los Gatitos los leímos con mis hijos muchas veces. Mi hijo mayor también los
leyó solo pero ahora ya hace un tiempo que no los leemos (tienen 14 y 10 años).
Hace poco me deshice de
tres Gatitos que tenía repetidos para mandárselos al hijo de una amiga
argentina que vive en París. A causa de eso me enteré de que a la madre de esta
amiga le encantaban los Gatitos y los Bolsillitos, pero que los recordaba de
chica, nunca más los había visto. También recordaba las emisiones de radio.
22-Le Fort, María Teresa (1952)
Yo leí los libros de la colección a
partir del año 1957. En ese momento tenía 5 años y vivía en Ituzaingó,
provincia de Buenos Aires. Era un pueblo muy pequeño en ese entonces con calles
de tierra, prácticamente campo.
Mis padres se habían ocupado de comprar
diferentes libros para niños, en nuestra biblioteca estaba la colección
completa de “Robin Hood” y también la colección de Constancio C. Vigil de
Editorial Atlántida como Misia Pepa, La hormiguita viajera….
En
cuanto a la colección Bolsillitos, me los traía el diariero y mi madre me los
alcanzaba para que los leyera ni bien me levantaba. Los esperaba ansiosa, me
gustaban los cuentos ya que eran muy variados .Recuerdo en especial cuando leí
la historia de Josué y su sueño de las siete vacas gordas y siete
flacas .Las ilustraciones eran preciosas y,a veces, en la
contratapa, traían juegos o para recortar y armar figuras. Los leía y releía varias veces al día, tenía una gran
pila, entonces, cuando llovía y no podía salir a jugar, elegía uno y, en un
bloc de hojas lisas, trataba de copiar algunos de sus dibujos.También se los
leía a mi hermana menor y con ella dibujábamos personajes de los cuentos.

Nº378 José el soñador
Los comentaba con mi familia que era numerosa y generaba una gran
atención en los mayores por la importancia que yo le daba a cada cuento y
a cada libro.
En el barrio era la única fanática de los Bolsillitos y también era la
única en la escuela que los coleccionaba, por eso muchas veces llevaba algún
cuento para compartir con mis compañeras en el recreo.
Tuve la colección en mi poder hasta los 23 años,
en ese momento nacieron mis sobrinas, entonces, cuando
comenzaron a leer, se los fui regalando de a uno porque realmente me
dolía desprenderme de ellos; cuando los tenía en mi mano, volvía a leerlos y
recordaba los cuentos de Inés y Beatriz.
No
encontré nunca en mi carrera de docente y amante de la literatura infantil una
colección que se asemejará a la gran Biblioteca Bolsillitos que ha dejado en mí
un recuerdo imborrable.
Si
la publicaran nuevamente, la compraría sin dudar a pesar de que
tengo más de 60 años.
23-Morales, Liliana (1962)
Soy de una generación que pudo
vivenciar, de alguna manera, los Bolsillitos o los libros como Copito de la colección “Mis animalitos”
que hacía Sánchez Puyol.
Yo crecí en un ambiente muy humilde,
me crié en un conventillo, hasta los diez años.
Algunos Bolsillitos llegaban porque me los prestaban, otros, así como
“Los cuentos de Polidoro”, los conseguía mi mamá, con muchísimo trabajo, en
algún kiosco de revistas. Incluso había una librería muy grande, que no existe
más, en Callao y Corrientes; lo que más recuerdo, que me marcó la infancia, es
que tenía unas mesas de madera gigantescas y los fines de semana, cuando nos
íbamos a lo de mi abuelita que vivía en José C. Paz, antes de tomar el subte en
Callo y Corrientes, entrábamos a esa librería, mi mamá, mi hermano y yo, a
buscar libritos para poder leer en el tren.
A mí me ata a los Bolsilltos una
cuestión de muchísimo cariño y, de adulta, básicamente lo que hago, más que
mostrárselos a mis alumnos de la escuela primaria, es mostrárselos a los
docentes. Hace unas semanas terminamos de dar una capacitación, una compañera y
yo, que se llama “Había una vez una
experiencia para reencontrarte con tu niño lector” y está dirigida a docentes,
básicamente. Entonces ahí yo presento los Bolsillitos, los del Chiribitil, los
Polidoro…Se los presentamos a los docentes desde un lugar de poner en valor un
proyecto editorial que, en esa época, salía de todo lo que era el circuito
mercantilista de la industria cultural y que consideraba a la literatura como
un derecho básicamente, de la mano de Boris Spivacow, con todo lo que fueron
las ediciones del Centro Editor de América Latina. Pero hay maestras que son de
mi generación, incluso hay algunas más grandes, que cuando se reencontraban con
los Bolsillitos, era muy emocionante, porque los reconocían y decían cómo
habían llegado esos Bolsillitos: “Yo de
esto me acuerdo”. Entonces a mi me
encanta mostrarlos y que tengan su tiempo para leerlos porque realmente es una
experiencia muy, muy bella encontrarse
con esa parte lectora de nuestra infancia y de cómo empezamos a acceder a la
literatura.
Amén de SiroB, que es el seudónimo que usaba
Boris, a quien admiro por su proyecto editorial de la literatura como derecho,
estaba Beatriz Ferro que siempre me pareció fantástica desde todo punto de
vista y en los Bolsillitos había ilustradores y gente que realmente ha sido
emblemática dentro de lo que es la literatura infantil y juvenil.
Por un lado, los atesoro, pero,
cuando hacemos estos encuentros con docentes, me gusta sacarlos, ponerlos a
disposición de los maestros para que los miren, para que los hojeen, para que
se reencuentren con un proyecto que estaba al alcance de la mayoría, de grandes
sectores sociales, que se conseguían en los kioscos… Y, como decía Boris, un
libro no podía salir más que un kilo de pan.
24-Munuce, Catalina (1972)
Soy docente, de Bahía Blanca, provincia de
Buenos Aires. Mi papá es panadero y mi mamá, docente. Leí unos pocos
Bolsillitos de chica, pero sí leí muchos Diarios de MI Amiga y Gatitos. Buena
parte de esta lectura de Editorial Abril
la heredé de mi mamá que guardó todo con esmero. Estaban muy cuidadas pero
incompletas.
Como a mis hermanas y a mí nos gustaban tanto
estas publicaciones ella intentó completarlas. Para eso se contactó con su
antiguo kiosquero. Es de él de quien quiero contarles. Este señor, que cuando
yo lo conocí era un viejito de 80 años más o menos, fue en los años 50 y 60 el
dueño del kiosco más grande de Bahía Blanca, en la calle más céntrica. El
kiosco se llamaba “La casa de las Revistas”.
El sello de su kiosco estampa casi todos los libritos que yo amo tanto y
también allí aparece su nombre en potente tinta roja: “La casa de las revistas
de Bienvenido Gómez”, se lee clarito.
Mi colección de Diarios de mi amiga
Cuando yo iba a cuarto grado, vino a mi casa
una vez por mes durante casi todo el año
para traernos cosas que le habían quedado de aquella época. Un mes nos traía
Diarios de MI Amiga y algún Codelín. Otro mes, fascículos de la Enciclopedia
Estudiantil y algunos Gatitos. Así fue como llegaron algunos Bolsillitos a mis
manos. Pero lo que más recuerdo de él es como se presentaba: “Gómez hay muchos,
pero Bienvenidos, pocos” repetía.
Mi hija Maite y yo leyendo el Diario de mi amiga Nº1 (2009)
Muchos años después, en 2012, durante una
Conferencia en Homenaje a Boris Spivacow y las Colecciones Infantiles del
Centro Editor De América Latina, la profesora Ana Rosa Llobet, para presentar a
Julia Díaz, legendaria ilustradora de la editorial, recordó a Don Bienvenido y
los Bolsillitos que solía regalar como “yapa” por comprar muchas revistas.
Como homenaje a Don Bienvenido
Hace no mucho más de una
semana, luego de varias reuniones, una gran madre, otra gran doctora, bastante
valentía y otra parte importante de estímulo de una gran amiga, hicimos un gran
descubrimiento. Sin duda uno que sirve de explicación a una gran cantidad de
pequeñas “gotitas” de rarezas mías. Aspectos que me definen como persona pero
que no siempre pudimos entender por qué estaban ahí y por qué eran tan
difíciles de corregir, asumiendo que debían ser corregidos.
El asunto de por qué hay
tantas cosas que no entiendo, como la manera en que actúan los demás y la
manera en que muchas veces se espera de mí que actúe, mientras que otras las
entiendo con ridícula facilidad. Aparentemente, en todos estos años parecía que
simplemente la manera de describirme era como «Valentín», y en algunos casos
como «demasiado Valentín». La sorpresa sucedió al encontrar ciertas
regularidades en estos detalles o “gotitas”, y no sólo regularidades respecto
de mí mismo, sino respecto de muchas otras personas.
En una hermosa comparación,
mi mamá recordó este cuento de aquella colección de libritos para niños que, si
bien tenían pocas hojas, su encuadernación era con hilo de coser (o quizás el
hilo fue usado para la encuadernación cuando la original comenzó a romperse).
Si bien es absurdo explicar cómo surge la comparación, el asunto es el alivio
luego de haber podido ponerle un nombre a algo, en este caso, a muchos de mis
aspectos y dificultades.
Sin duda soy un hombre de los
nombres, a mi manera. Mi cabeza funciona con cajitas donde todo debe tener un
lugar, y cuando no hay una donde poner algo es con facilidad que todo el
almacén puede desordenarse. Peor aún, cuando ese desorden se hace excesivo,
puedo perder el norte completamente y no es fácil localizarme, ni con el mejor
de los mapas. En todos estos años aprendí muchos truquitos, como aquellos que
en nuestro programa de radio deletreábamos para poder pasar cualquier nivel de
cualquier videojuego, pero sin duda hay muchos más que aún no conozco.
En esta aventura que tomó un
curso inesperado, yo mismo me fui mansito moviendo la cola, cuando
al fin supe su nombre.
Nº755 El hombre de los nombres
El hombre de los nombres
(lo que se acuerda mi mamá
del cuento de Beatriz Ferro)
Había una vez un explorador
que llegó a una isla desconocida. No figuraba en ningún mapa. Nunca nadie la
había visitado. Como no tenía nombre la llamó Mantantirulirulá.
El hombre de los nombres se
puso muy contento. Armó su carpa, instaló su radio y comenzó a explorar.
Cada día se dedicaba a
recorrer la isla y a ponerle nombre a cada cosa: montañas, ríos, plantas y
animales.
A un árbol grande, de tronco
grueso lo llamó palote. A otro,
chiquito, lo llamó palito.
Al pájaro de cola grande y
vistosa lo llamó plumero…a una arañita muy
chiquitita la llamó tris.
Todas las noches conectaba la
radio y trasmitía. “mantantirulirulá llamando, cambio” “la montaña más alta se
llama cucurucha, el río que
recorre la isla se llama serpentina, hay un bosque de palotes y
otro de palitos, tris ha tejido una tela en el
techo de mi carpa y plumero me sigue a todos lados.” Desde la
base le comentaban lo contentos que estaban y después de decirse buenas noches
decían ¡cambio y fuera y a la cama!
Una mañana el hombre de los
nombres salió a recorrer la isla como todas las mañanas, atravesó el bosque
de palitos, luego el bosque de palotes y
se sentó a descansar a la orilla de Serpentina. Había algo
raro en el aire, le pareció que “algo” lo estaba siguiendo…
A la mañana siguiente, lo
mismo… esa rara sensación…
Esa noche encendió la radio y
ya se disponía a trasmitir su informe
- Aquí Mantantirulirulá…
Cuando escuchó que algo
bajaba corriendo, bufando, por la ladera de Cucurucha… en pocos minutos la
bestia estuvo al lado de la carpa. Bufaba, gruñía, mostraba los dientes…
“Cambio, cambio…¡socorro! Me ataca… me ataca…” y ahí se quedó callado porque el
animal que estaba por comérselo vivo todavía no tenía nombre…
“¡Socorro! ¡Traigan el
helicóptero! Me ataca un… un… (y viendo que la bestia tenía cuerpo de
rinoceronte, pelo de oso y trompa de elefante) dijo: ¡un rinosofante
enoooorme!”
El hombre de los nombres
estaba a punto de desmayarse cuando pasó algo inesperado: la bestia se calmó,
hizo un gruñido de felicidad y se fue mansita moviendo la cola. Al fin sabía su
nombre.
Casi cuatro años después
(2016) conseguimos el cuento original
(Bolsillito
755, del 5 de octubre de 1966, escrito por Beatriz e ilustrado por Ruth y Oski)
26-Nadaja, Bárbara (1981)
Soy la hija de Andrea Gaos.
Nací en el seno de una familia tipo en
las afueras de Bs. As. Soy la menor de tres hermanos. Teníamos por costumbre
TODAS las noches, antes de dormir, revisar el cajón con cuentitos de la
Biblioteca Bolsillitos que mi mamá había guardado desde su infancia. Cada uno
elegía un cuentito y mami nos los leía a los tres en la cama grande.
Con esos cuentitos aprendimos los animalitos,
los colores y la magia y fantasía que para los niños está en todos lados. Así
pasó mi infancia. Los cuentitos eran de otra época pero no por eso perdían
validez.
Hoy en día ya no vivo en Argentina y tengo un hijito de dos
años. Mi mamá que contó que había un blog con toda la colección. Entonces
decidí leerle las mismas historias de los Bolsillitos de mi infancia…¡y a él le
encantaron!
A los niños de hoy les falta un poco de la
magia y fantasía de antaño y gracias al blog de Susana aún se la puede
recuperar. Escribo esto mientras mi hijito Inti duerme la siesta.
Agradezco a mi mamá por haber sido tan tierna
y tenernos en cuenta cuando no existíamos todavía. Gracias por leernos tanto
tiempo y todas las noches, mami.
Y sobre todo ¡gracias, mil gracias a Biblioteca Bolsillitos!
Con mi hijito Inti, en su cumpleaños. Mi mamá y yo le hicimos una torta con el Enanito Nito. (febrero 2020)
27-Navone, Susana Eva (1949)
Soy profesora de lengua y literatura,
pero tengo más años de estudio y de investigación que de práctica docente.
Tenía exactamente dos años y medio cuando
salió el primer Bolsillito; mi hermano es dos años mayor. Creo que nos los
compraron desde el primer momento, todas las semanas.
Ninguno de mis padres había
terminado la escuela primaria. Mi mamá había nacido en un pueblo de la provincia de Buenos Aires (Colón), era la mayor de diez
hermanos, siete mujeres y tres varones. Cuando era muy jovencita se vino sola a
Buenos Aires para trabajar de empleada doméstica, con cama adentro. Ese fue el
secreto de su vida, yo me enteré de adulta por una de sus hermanas, lo
consideraba algo vergonzoso y no quería hablar de eso. Tiempo después, vino
toda su familia y se instalaron en Florida Oeste, en Vicente López. Entonces ella
y casi todas sus hermanas, fueron obreras en una fábrica textil.
Por esa época Florida era casi el campo, un
pueblo de agricultores. Mi abuelo paterno, hijo de genoveses casado con una
francesa, era uno de ellos. Tenían nueve hijos, seis varones y tres chicas.
Todos los muchachos trabajaban en la quinta con su padre. Mi papá era el
tercero y el más buen mozo, todas las chicas del barrio lo conocían como “el
bigotes de la quinta” y querían atraparlo. Pero lo consiguió mi mamá, en un
baile de carnaval.
Cuando se casaron, mi mamá dejó de trabajar y
mi papá ya no era quintero, había aprendido el oficio de instalador de
calefacción y aire acondicionado sin estudiarlo en ningún lado, simplemente
trabajando, observando y preguntando. Cuando nací yo, acababa de terminar la
obra del aeropuerto Pistarini de Ezeiza, desempeñándose como capataz. Parece
que le pagaron bien porque decidió empezar a trabajar por su cuenta, con un
compañero italiano.
Vengo de una familia pobre que estaba
empezando a mejorar y a entrar en la clase media cuando aparecieron los
Bolsillitos. A mis padres les gustaba leer, pero no leían libros. Mi papá leía
el diario y revistas como “Mecánica popular”, por su interés de aprender cosa
nuevas, y “Patoruzú”, para divertirse. Mi mamá, que era fanática del cine
argentino, compraba la revista “Radiolandia” desde el número 1 y se sabía vida
y obra de todos los actores y actrices. En mi casa no había libros para adultos y pocos libros infantiles, la mayoría pequeños y en rústica,
de Abril y de Sigmar. Los únicos de tapa dura eran los que le regalaba a mi
hermano su padrino (y que yo envidiaba). Mis padres no iban a las librerías, iban al
kiosco. Y en el kiosco estaban los Bolsillitos. Creo que era uno que estaba
justo a la entrada de la estación.
Me los habrán comprado hasta 1959, sólo tuve
los de las tapas a cuadritos, las lisas las conocí de grande. Los últimos que
recuerdo haber tenido son los de “Mis cachorritos”. Cuando aún no sabía leer,
me los leían mis padres, generalmente mi papá.
Siempre tuve la imagen de un cajón de
manzanas lleno de Bolsillitos, pero los recuerdos infantiles a veces son
engañosos, distorsionan la realidad. Cuatrocientos Bolsillitos no llenan un
cajón de manzanas, o era un cajón más chico o había otros libros en él. El
hecho es que cuando yo tenía 10 u 11 años, y me consideraba “demasiado grande”
para leerlos, los Bolsillitos estaban en un galponcito, en ese cajón. Cada
tanto sacaba algunos, los llevaba a la escuela, se los mostraba a mis amigas,
los releía. Un día fui a buscarlos y ya no estaban. Mi papá, pensando que ya no
me interesaban, en una sesión de limpieza, los había tirado porque decía que
estaban comidos por los ratones…Una historia tristísima, sólo se salvó una
pilita de aproximadamente veinte títulos que tenía en mi dormitorio. Mis
preferidos: Pulgarcita, los de las Caperucitas, los de Osito, Muñequita y
Trapito, los de la serie de las estaciones de Inés, los de los “Negritos”, La
familia Felita, ¡Feliz Navidad!,El
castillo encantado, Gatito y
Rompococo, Escamita la sirenita, Coca y Coquita, Cucucito, El caballito de
madera…
Pero la vida nos da revancha, ahora tengo los
401 con tapas a cuadritos, excepto el 75 La ronda de las chiquitas, que
parece ser la “figurita difícil” de la colección. La prueba es que tampoco lo
tiene Horacio Aranda. Sí está en España, con Nora Kaplan, que es quien lo
escaneó para el blog. También tengo los de la segunda época, pero con muchos
faltantes, y algunas reediciones. En total 720, contando 29 repetidos que volví a comprar
porque los de mi infancia estaban muy deteriorados*. Además, 83 “Historinhas
semanais”, que me mandó una amiga brasileña. Encontrar a Horacio fue una
bendición porque a él se los empezaron a comprar más o menos cuando dejaron de
comprármelos a mí (y, obviamente, no perdió ninguno), y así nuestros
Bolsillitos se complementaron y ahora están todos juntos en la Biblioteca
Bolsillitos Virtual en “Enigmas y misterios de los Bolsillitos”.
* En diciembre de 2020 suman 752, pero sacando los repetidos, tanto con el número original como en otra edición, son 696 títulos originales, o sea que todavía me faltan 171 para tener los 867 que conforman la colección. ¡Y hace algunos meses conseguí el 75!

Mi colección de Bolsillitos ordenados por año. Los de la fila de más arriba son las historinhas y los de la que le sigue las reediciones.
Al ir recuperando la colección me encontré
con Bolsillitos que reconocí haber tenido y amado, especialmente por las
imágenes, por ejemplo Pepe.P,Pino y Mickey y el gigante. Me gustaban las ilustraciones de Breccia, las
de Ruth, las de Susi en Pulgarcita…pero mi ilustradora
favorita era, es y será, Agi.
En cuanto a los autores, la primera que me
llamó la atención fue Susi, porque era mi nombre el que estaba en esas tapas.
Creo que funcionaba esa idea de que los chicos se sentían identificados con el
autor si sólo ponía su nombre de pila; conmigo, al menos, fue así. Me
encantaban los personajes de los juguetes, pero, más que los viajes de Osito,
prefería Osito, Muñequita y Trapito, El cumpleaños de Muñequita y Trapito
y la lámpara maravillosa. Me gustaba verlos a los tres juntos, no
solamente a Osito. Me encantaban los cuentos de las estaciones del año y los de
Escamita de Inés. Los de Beatriz me gustan
ahora, pero de chica apenas si leí alguno, por ejemplo Colorín
el zorrito. Cuando empezó Beatriz,
yo ya leía otras cosas. No conocí a los
Diarios de mi amiga en mi infancia. Lástima, me hubieran fascinado.
Sí tenía algunos de otras colecciones de
Abril, como Pelusa en la República Argentina
de “La ventanita”, cuyos versos aún
recuerdo de memoria y Los chanchitos
de “2, 3 y 4”. También tres libritos apaisados de historietas, sin tapas, que
no sabía de qué colección eran hasta que lo descubrí hace un par de años; “Los
cuadernos de Gatito y Mickey”. La falta de las tapas es porque las contratapas
traían figuritas para recortar. Y, me parece, haber tenido algunos “Gatito”.
Seguramente estaban también en el cajón…Ahora colecciono toda las colecciones infantiles de Abril: Gatito (tengo 70 de los 90 de Abril más 3 de Yago), El diario de mi amiga (ya lo tengo completo, los 59 libritos); 2,3 y 4, (46) Cuadernos de Gatito, Yo soy, La ventanita, ¡Qué parejita", Cuentos de Abril...
Mis otras colecciones de Abril 1
A veces los llevaba a la escuela, pero para
sacarlos en los recreos. No era habitual en esa época leer algo fuera del libro
de lectura. Mi maestra de los primeros grados nos recomendaba libros para leer,
especialmente los de Biblioteca Billiken de Atlántida; pero no de la serie roja
sino de la azul. Cuando estaba en “primero superior” nos recomendó La infanta mendocina de Arturo
Capdevila…pocas veces me aburrí tanto leyendo un libro. Por suerte mis tías,
que eran muy lectoras, empezaron a regalarme los de la serie roja; Heidi, El pequeño Lord Fauntleroy, 350
poesías para niños…
Tenía
varios suplementos de juegos: “Los rompecabezas de Berilín” que armé mil
veces y al final perdí (pero que ahora los tengo de nuevo sin destroquelar las
piezas), “La lotería de Pepe Bolsillitos” y
me parece haber tenido también “El pozo de los deseos”. En cuanto a los
programas de radio, tengo un vago recuerdo de haberlos escuchado.
Mis otras colecciones de Abril 2
Mis Bolsillitos infantiles vivieron en una
cajita de zapatos de bebé, saliendo de vez en cuando para que se los leyera a
alguno de mis hijos, pero en realidad, los dos mayores conocieron más a “Los
cuentos de Polidoro” y los tres menores a “Los cuentos del Chiribitil” y los de “Mi primera biblioteca Veo-.Veo”, considerando
sólo las colecciones que se vendían en los kioscos. Cuando conseguí mis
primeros Bolsillitos “ajenos”, en una época posterior a la infancia de mis
hijos, pero anterior a internet y a mis nietos, los libritos se mudaron a una
caja de madera.
Creo que quien mejor los conoció y disfrutó
fue mi nieto mayor, Toto, porque su primera infancia coincidió con la época en que
empecé a comprar mis nuevos Bolsillitos. Le gustaba ordenarlos en una gran caja
de cartón que, al aumentar, la colección también les quedó chica. Finalmente mi
familia de Bolsillitos se mudó a casas
separadas, pero vecinas, a dos prácticos contenedores de plástico, de esos que
suelen habitar los juguetes de los chicos. Los de tapa a cuadritos viven en
uno, bastante apretados; los de tapas lisas, en otro de igual tamaño, donde les
sobra lugar. Por ahora. Las Historinhas, en un departamento más pequeño.
Donde viven los...Bolsillitos y mis suplementos de juegos.
Están en la biblioteca infantil, pero no
están en préstamo. Ni siquiera les puse el sello. Tienen delante del número de
inventario una “H” que significa que pertenecen a la Biblioteca “Había una
vez”, pero no pueden salir de ella.
No
quieren hacerlo, les gusta quedarse conmigo... Aunque últimamente los estoy compartiendo con mi nieta Selene (2014).
28-Peyceré, María Julia (1960)
– Esposa de Pablo Conti
Cuando yo era chica, nos mudábamos mucho,
cada dos años (contratos de alquiler) siempre entre Barrio Norte y Palermo. En
el tiempo que más recuerdo a los Bolsillitos vivíamos en Palermo, Pacífico, en
la calle Uriarte a dos cuadras de Santa Fe.
Calculo que leí, o me leyeron Bolsillitos,
entre 1964 y 1968. Yo los recuerdo más que nada cuando tenía 5 y 6 años, o sea
en el 65 y 66.Compraba, con mi mamá, los Bolsilltos en los kioscos.
Me acuerdo de unos conejitos, ardillitas,
de un topo, de unos duendes, de nenes y nenas. Pero no me acuerdo exactamente
de los personajes y sus nombres. Mis Bolsillitos desaparecieron como tantas
cosas de la infancia, porque se rompen, se regalan a otros niños cuando uno
crece o se pierden en mudanzas....
Nº614 Alfombras para volar
Mamá
nos compraba libros y revistas. Billiken siempre. Las guardé durante mucho
tiempo hasta que al final creo que las regalé. En cuanto a los libros, no
recuerdo las editoriales. En casa se compraban de la colección Iridium y Robin
Hood... pero no teníamos mucha plata así que era difícil comprar libros muy
seguido. Se "pasaban" los libros, como la ropa, entre hermanos,
primos y amigos. A partir de los ocho años me hice una amiga, (¡que conservo
hasta ahora!), a la que le compraban libros por colecciones completas, con ella devorábamos lo que hoy se llaman
"sagas".
Los Bolsillitos eran ideales porque eran
muy económicos. Mamá me los traía todas las semanas y para mí era una alegría
inmensa. También recuerdo que cuando estaba enferma me llevaba todos los que
tenía a la cama y los miraba o releía y hacía los juegos que venían en la
contratapa.
Un día, cuando ya estaba casada con Pablo,
en una reunión familiar, estábamos charlando cuando en un momento dado,
conversando con Ruth, descubrí que ella era la ilustradora de muchos de los
personajes de los cuentos de mi infancia. También que la autora era Beatriz
Ferro, con quien compartimos una linda amistad familiar, y que Chacha, a quien
no conocí, era la tía de mi esposo.
¡Se
ve que los que se tienen que encontrar, se encuentran!
No sé qué pasó, que se empezó a hablar de
los Bolsillitos en casa y que los tenía Ruth.
Cuando nuestros hijos tenían más de seis años, Ruth los repartió entre
sus nietos. Por eso los leímos mucho con
Mariana, pero ella los leyó más bien sola. En cambio Ariel,que tiene 18 meses
más que ella, me parece que no los disfrutó de la misma manera. -creo que ya
tenía otros intereses y no tengo recuerdo de nosotros leyéndole a él-. Creo que
Ruth se los leía a todos los nietos cuando iban a visitarla y eran chiquitos.
Fue después que los fue repartiendo, cuando ella consideró que los iban a cuidar.
Debe ser aproximadamente un tercio de la colección, encuadernada, porque creo
que ella la tenía completa.
29-Prieto Malinow,
Claudia (1952) – Hija de Inés Malinow
Los Bolsillitos nacieron el mismo año
que nací yo. Lo único que recuerdo de ellos es que cuando alguna de nosotras se
enfermaba con gripe o lo que fuera que hacía que teníamos que quedarnos en
cama, mi madre sacaba de algún lugar secreto una caja de cartón en la que
estaban los Bolsillitos y nos servían de entretenimiento esos pocos días en que
no podíamos levantarnos. No recuerdo nada más que eso, no es que mi madre
llegaba cada vez que salía un Bolsillito y que podíamos leerlos. Supongo que mi
madre tenía sólo una copia y que esa es la razón por la que los guardaba con
tanto cuidado.
Cuando mi madre murió los Bolsillitos
fueron para una de mis hermanas que los adoraba.
30-Quintana, Paula (1971)
Nací y me formé profesionalmente
en Buenos Aires.
Estudié Artes Visuales, mi primer amor, y después hice
las carreras de titiritera en el Teatro San Martín y de teatro en la Escuela
Daniel Casablanca. Actualmente vivo en la Patagonia, en Río Negro.
Me dedico a la docencia y al trabajo escénico.
Soy actriz, titiritera y dramaturga.
Tengo parte de la colección
Bolsillitos, algunos eran de mi mamá, otros de mi papá. Él nació en 1939, era gran lector, también le
gustaban las historietas, por ejemplo, las ilustradas por Alberto Breccia.
Me crié en compañía de los
Bolsillitos y de los "Diarios de mi amiga", que eran de mi mamá,
Amanda Pisano, que nació en 1945, vive en Buenos Aires y todavía los conserva. Ella los leyó en su infancia, después me los
leyó a mí (yo le pedía: ¿me lees los diarios de "tu" amiga?) hasta
que los pude leer sola.
Bolsillitos ilustrados por Agi
Bolsilltos Disney Bolsillitos de los 60
Conservo algunos de la colección
“Cuentos de Abril” que también eran de mi mamá: uno de Pretzel, el perro
salchicha del cual ella era fan de chica, y otro ilustrado por Agi. Todas esas
historias e ilustraciones rondaron mi infancia e influyeron en mi vida
profesional. Especialmente los dibujos de Agi fueron los que me marcaron. Una
de mis profesoras de teatro,Patricia Sadi, la conoció y tiene muy buenos
recuerdos de ella.
(Ver el testimonio de Patricia Sadi sobre Agi en su biogafía del Capítulo 6 "Los ilustradores")
Y dos ejemplares de Bambi de los Cuadermos de Mickey. porque uno era de mi papá y el otro de mi mamá.
Conservo también muchos
"Cuentos de Polidoro", algunos individuales y encuadernados en la
Colección “El mundo encantado de los cuentacuentos”. Además, en mi infancia,
leía los "Cuentos del Chiribitil". Recuerdo especialmente "La
carta de Tilín", que fue uno de los primeros que me regalaron de chica;
mis padres me llamaban “Tilín” porque me veían parecida al duende. Y el maravilloso "El carretel de Tía
Iris", que yo amaba y con el cual quiero hacer una adaptación para teatro
y objetos. Una de mis profesoras de dibujo fue Clara Bitman, ilustradora de
varios cuentos del Chiribitil.
Si alguien
quiere saber más de Paula, les dejo estos links:
Instagram@paprikateatral Instagram@paula.quintana.teatro
Web www.paulaquintana.com.ar
31-Rodríguez, Raúl Ricardo
(1952)
Nuestro ingreso al Mundo Bolsillitos
ocurrió en un pueblo del norte de la provincia La Pampa, Realicó, donde mi
padre era el jefe e la estación del Ferrocarril Sarmiento. Mi madre, que era
profesora de piano, descubrió en la Librería “Barco” la existencia de varios
números (los primeros de la colección) y, sin dudar, los compró para
llevárselos a mi hermana mayor Adela que se encontraba en cama, engripada. Al
llegar a casa, le puso sobre la cama algunos de ellos, para alegría y asombro
de los tres hermanos: Adela, Susana y Raúl.
En los días sucesivos fue entregando
el resto de los Bolsillitos. De ahí en más, todas las semanas esperábamos la
llegada de nuevos números de la colección que fueron uno de los mayores
atractivos de nuestra infancia, allá por los años 1954-1955 aproximadamente.
Favoritos de Adela (1947): Nina la bailarina, La princesa y el
porquerizo.
Nº36 La princesa y el porquerizo
Favoritos de Susana (1950): Los dos mellicitos, La escuelita,
Los burritos, Otoño.
Nº33 Los burritos
Yo, Raúl, simplemente miraba los
dibujitos; me impresionaba el color verde de Rompococo, las magias de Trapito,
los viajes de Osito…Màs tarde, me gustaron El flautista de Hamelín y La
camioneta que no podía caminar.
Nº267 La camioneta que no podía caminar
Aprendimos
muchas cosas de los Bolsillitos sabios. Otros títulos rcordados de nuestra
infancia son: Lauchita Rin-Rin, Pochita la cocinerita, La granja de los Negritos, La
familia Felita, Pelito Blanco, La casita de Timoteo Lauchín y…¡¡todos!!
Compartíamos los libritos con amigos
(así se extraviaron muchos). Mi madre Mnemis, actualmente con 97 años, recuerda
que compró una biblioteca adecuada al tamaño de los libritos. Los leíamos en
casa, la escuela primaria, en nuesto caso, no tuvo participación alguna
Pasaron los años y Susana fue quien
guardó y conservó los libritos que quedaban, e incluso le compró a su hija Luciana Morteo (1972) los nuevos
Bolsillitos de tapa lisa con una guarda vertical, allá por los años 1974-1975.
¡Los tenía casi todos! Pero, lamentablemente, sólo unos pocos se salvaron.
La tercera parte de esta historia
tuvo lugar hace aproximadamente cinco años (2014). Susana me dijo: “Mirá lo que
encontré” y puso sobre la mesa varios Bolsillitos, algunos deteriorados, pero
completos. Fue en ese momento que sentí mucha nostalgia y tuve la idea de
volver a tener aquellos libritos para releerlos y revivir aquellos años. Empecé
a buscar en librerías y conseguí algunos lotes con ayuda de Luciana, experta en
internet. Así pudimos comprar los primeros números , pero del 400 en adelante
se complica ya que quedan pocos ejemplares debido a que su tirada fue
sensiblemente menor.
Conseguí también, con la ayuda de
una compañera de trabajo brasileña, los primeros 180 números de las Historinhas
Semanais.
La búsqueda continúa. Pero es muy difícil. De todos modos, los
números del 870 en adelante son reediciones, la mayoría de los de tapas a
cuadritos que son los que más queríamos.
Raúl con su hermana Susana y Susana Navone en una visita a la Biblioteca "Había una vez..."(05/03/2015)
Una mención especial para los
autores e ilustradores que nos dieron tantas alegrías y para Susana Navone que,
en su blog, pudo rescatar del olvido estas joyitas de la literatura infantil.
.
32-Rodríguez Lorenzetti,
Cecilia (1981)
De chica vivía en la localidad de Villa de
Mayo, partido de Malvinas Argentinas. Mi
mamá era docente de grado (en la actualidad es directora de escuela
primaria) Mi padre, ingeniero agrónomo.
Mi historia con los libritos de cuentos
Bolsillitos comenzó así: Como muchos niños cuyos padres trabajaban casi todo el
día, mi hermana (y más tarde mi hermano) y yo quedábamos al cuidado de nuestros
abuelos. Fue en la casa de ellos donde
transcurrió nuestra infancia. Mi abuelo materno, que se llamaba César
Lorenzetti, era un gran coleccionista por hobby. Recuerdo que coleccionaba
estampillas, monedas y billetes en grandes carpetas y también, ediciones de libros
y cuentos.
A mí me llamaba particularmente la atención
una colección: la de los Bolsillitos. Tal vez por sus ilustraciones, o por su
formato pequeño y divertido, con colores alegres y dibujos infantiles
tiernos.Recuerdo que mi abuelo tenía un montón de ejemplares, yo podía hacer
pilas y pilas de ellos. Los guardaba en una biblioteca a la que yo tenía
acceso.
A mí me encantaban. Calculo que mi abuela y
abuelo me los prestaban para jugar porque yo me entretenía mirando los dibujos
una y otra vez. Me inventaba historias con la imaginación porque todavía no
sabía leer bien. El que más recuerdo, y fue el libro que el año pasado (2017)
me llevó a buscarlo por internet y a encontrarlo -y comprarme algunos otros ejemplares
también- fue Pochita, la cocinerita. Recordaba muy bien el personaje de
Pochita, y el gran pastel. Y el lío que había hecho en la cocina en su intento
de cocinarlo.
Nº45 Pochita la cocinerita
Recordaba otros también. Me encantaban los
cuentitos que venían en un formato como si fuese un bandoneón, que cuando lo
desplegabas podías ver diferentes personajes con sus historias. Recuerdo uno
que era como un gran edificio con sus departamentos. Cuando lo desplegabas
podías ver qué pasaba en cada piso, de una lado veías la pared con sus ventanas
y personajes dentro de ellas. Si lo dabas vuelta, podías observar qué ocurría
adentro. Y era muy divertido para
mí que era una niña. Observaba con gran detalle cada dibujito e ilustración.
Será por eso que con los años me convertí en una artista que dibuja y pinta,
pienso ahora. Siempre de pequeña me llamaban mucho la atención los dibujos de
los libros. Mi madre, al observar ese detalle, me inscribió en una escuela de
dibujo a la edad de nueve años.
Cuando crecí y comencé a ir al colegio y luego a la secundaria, perdí de vista los
Bolsillitos, pero sabía que estaban. Y cada tanto iba a la biblioteca de mi
abuelo y allí me los encontraba.
Un día, ya era adolescente, fui a buscarlos y
me encontré con la noticia que ya no estaban…parece ser que, en una gran
limpieza, mi abuelo había decidido que
se fueran... No puedo describir con palabras cuál fue mi sensación de decepción
o pesar, esos Bolsillitos representaban
mi propia infancia, la casa de mis
abuelos y la vida con ellos.
El año pasado algo los trajo a mi memoria, y
gracias a Internet y las personas que publican colecciones, los volví a hallar.
El primero que me había venido a la memoria fue el de Pochita, y así comencé la
búsqueda. Ni quisiera recordaba cómo se llamaba la colección ni de qué año
eran... sólo se me venía a la mente “Pochita”, la niña del pastel... Fue una gran alegría encontrar que alguien vendía
ejemplares y, entre ellos, estaba ese Bolsillito.
Compré unos cuantos, y ahora los
tengo guardados en mi biblioteca. Tal vez un día yo pueda leérselos a mis
propios hijos (todavía no soy madre) o a mis futuros nietos...
Esta es mi historia con los Bolsillitos. Un pedazo de mi infancia, y del recuerdo de
mis abuelos maternos; ya no los tengo físicamente conmigo, pero siguen
palpitando dentro de mí.
33-Romero, María Isabel (1946)
Soy arquitecta. Vivía en
el barrio de Montserrat, cuando era chica.
Leía los Bolsillitos entre
los años 50 y 60.
Mi padre hacía la
contabilidad de una empresa que tenía supermercados en el interior del país; mi
madre era modista y ama de casa.
Los Bolsillitos os
compraba mi papá, al diariero del barrio, todas las semanas. Cuando empezaron a
editarse, yo ya leía.No recuerdo que me compraran los juegos ni escuchar los
programas por radio.
Recuerdo con emoción el Nº
1, El patito feo y a mi mamá que, por
años recitaba ante un regalo recibido por cualquiera de nosotros:
“ Me ha llegado un regalito..
¿Qué regalito será?
El corazón me hace adentro
Tiqui-tiqui, tiqui- tac “
Me fascinaban los Puntitos con sorpresas, Mi escuelita con el coro de elefantitos
que desafinaban…
Los recuerdo todos hasta
el 186; después yo ya tenía 9 años, no recuerdo qué pasó, tal vez por ser más grande
comenzaron a comprarme “El diario de mi amiga”.Recuerdo con nostalgia haber
leído los de Periquita ,Heidi, Elsita, La Sirenita, Gerda, Delia,Cordelia,Silvia, Diana la brujita,Julia, Tilina, Susana… me encantaban …No sé dónde
están.
También me compraban la
colección: “Yo soy”… de la cual conservo
Yo soy la foquita.
Guardaba los Bolsillitos
en una caja de zapatos y no los llevaba a la escuela porque los cuidaba
celosamente y no quería perder ninguno ni que me los estropearan.
No los conservo porque quedaron en casa de mis padres y allí
los leían mis sobrinas.Hoy los tiene mi sobrina María Laura Romero.
Quisiera contarles dos recuerdos referidos a los Bolsillitos:
1) Cuando empezaron a
salir yo tenía 6 años.y esperaba cada semana que me los trajeran.Los guardaba
en una caja de zapatos y los leía incansablemente, una y otra vez.
A los 4 años me enfermé y
tosí sin parar (literalmente) 4 años.
Recién en 1954 el
maravilloso Dr. Florencio Escardó descubrió que el que provocaba mi tos era un
bronquio dilatado y me indicó 40 días de reposo estricto en cama…¡ y me curé !
Los Bolsillitos fueron mi
salvación. Yo dibujaba desde los 3 años; y en una mesita de desayuno, en la
cama, con mis lápices copié los dibujos de los Bolsillitos uno tras
otro.Dulcificaron mis horas y me refugié durante los 40 días en cada uno de sus
mundos de fantasía: Los puntitos, Mi escuelita, Los ratoncitos, Dumbo , Los
numeritos…
No lo puedo creer, poder
ver tantos de mis recuerdos plasmados en la pantalla. ¡Gracias !
2) Cuando cumplió 1 año
otra de mis sobrinas , María Silvina , hice un gran móvil para el hueco de la escalera
con círculos de distintos tamaños ; cada uno tenía una copia de un dibujo de
mis queridos Bolsillitos : la cara enojada del rey de La princesa y el porquerizo; las cabezas de Los burritos; Los pajaritos; Mickey; Los chanchitos; El lobito feroz ;la nena de Mi escuelita; Lauchita Rin
–Rin y tantos más …
Nº41 Lauchita Rin-Rin
34-Romero, María Laura
(1968)
Soy arquitecta. Un día, no sé por
qué, hace 4 años, me surgió la necesidad de saber algo más sobre esta colección
de libritos. ¿Quiénes los escribían? ¿Quiénes los ilustraban? ¿Quiénes estaban
detrás de esos misteriosos nombres como Agi, Inés, Beatriz, o Chacha? Como
ahora sí hay una herramienta que, palabra mágica mediante, nos deja aplacar
nuestra curiosidad, me zambullí en la WWW, y ¡oh maravilla!, me encontré con el
blog de Susana Navone y su inusual cruzada: aprovechando las nuevas
tecnologías, reconstruir en forma digital la colección Bolsillitos. Bajo su
dirección digitalicé los míos, que resultaron pertenecer a las últimas
ediciones del año 1976.¡ Muy feliz de haber colaborado!
Conocí los libritos de la colección Bolsillitos, desde muy
chiquita, antes de aprender a leer, en casa de mis abuelos paternos. Todas las
tardes, mi abuela Isabel o mi abuelo Romero, cuando mi hermana y yo íbamos de
visita, nos bajaban de la biblioteca la deseada caja con los “Bolsillitos”, nos
ponían música clásica, podía ser Schubert, Tchaikovsky, Brahms o
directamente zarzuela, y ahí nos dejaban, a mi hermanita y a mí, flotando sobre
el jardín que dibujaba la enorme alfombra persa del living, totalmente
concentradas con las deliciosas imágenes de Susi o de Agi (cuando aún no
leíamos) o disfrutando de las historias (cuando ya leíamos) de Gatito y Rompococo, de Campanín el del Jardín, del Topo Amable, de Gauchito y Chancletita…
Nº156 Gatito y Rompococo
Esa, la de la casa de mis abuelos, era “LA” colección, así con
mayúsculas, porque había alrededor de 300 libritos, y encima eran de los
“buenos”, los que tenían la tapa cuadriculada. Esta colección correspondía a
las primeras ediciones – arrancaba con el nº 3, de 1952 y llegaba
aproximadamente hasta 1958-. Seguramente mis abuelos se los compraban a la
hermana menor de mi papá, mi tía Isabel, nacida en 1946, y la guardaron hasta
que, en 1968, apareció la primera nieta (yo).
En nuestra casa, en paralelo, teníamos nuestra propia colección,
la de los “nuevos”, que compraba Mamá semanalmente en el kiosco, (que aún
sigue allí), de la esquina de Azul y Av. Rivadavia, a una cuadra de donde
vivíamos (en el barrio de Flores, CABA).
Recuerdo perfectamente la ansiedad de los lunes o martes, cada
semana, cuando pasábamos por el kiosco a buscar los Bolsillitos. Ese ritual se
repitió hasta mis 8 años, y los 4 de mi hermana, en 1976, cuando dejaron de
editarlos.
Sin
embargo, como los atesorábamos en su caja, los libritos siguieron acompañándonos
mientras crecíamos, y no nos cansábamos de ellos. A pesar de que, de tanto
leerlos y releerlos, mi hermana y yo nos los sabíamos de memoria, seguían
siendo entretenidos. Jugábamos “físicamente” con ellos a ordenarlos por los
colores de sus tapas, o los clasificábamos según los temas, o pasábamos tardes
enteras copiando las ilustraciones que más nos gustaban, inclusive, nos
hacíamos nuestros propios libritos, continuando las historias de nuestros
personajes favoritos: Gauchito y
Chancletita, el Topo Amable, El Enanito Nito, Las
Caperucitas y Don Colorinche, Perlina, de modo tal que a
pesar de no poder comprarlos más, seguían siendo parte de nuestras tardes, en
aquella época con mucha música, muy poca tele, y lógicamente nada de internet…
Nunca los llevé a la escuela, y tampoco recuerdo que mis
compañeritas los tuvieran. A medida que crecimos, siempre recurrimos a ellos
para copiar algún dibujo que nos gustara. Estaban ahí, en uno de los estantes
de la biblioteca, dentro de su caja, siempre presentes. Entre 2007 y 2013
resurgieron a una segunda tanda, ya que volvieron a ser leídos y releídos
por mis sobrinos. Inclusive los digitalicé, imprimí y encuaderné para
regalárselos a ellos sin tener que desprenderme de los originales, tan cargados
de recuerdos aún están.
Ahora
siguen en su caja (deben ser unos 180), y cada tanto al hojearlos, funcionan
mágicamente como una máquina del tiempo, sobre todo sus dibujos, que me traen
miles de recuerdos de cuando era chiquita, esos recuerdos que solo los puede volver
a traer una imagen, ya olvidada y vuelta a ver con ojos de adulto. Es una
sensación muy muy fuerte.
Ya grande me doy cuenta de que, a pesar de su sencillez y
economía de medios, la colección Bolsillitos estaba cuidadosamente diseñada,
amorosamente ilustrada y escrita, y lograba conjugar el concepto de juguete/imagen/texto
conformando algo más que un simple “librito” semanal. Sus diseñadores,
ilustradores y escritores realmente lograron una maravillosa obra de arte.
35-Rozenberg, Laura (1957)
Soy bióloga, periodista,
escritora y editora. Cuando era chica vivía en Almagro; mi papá era contador y
mi mamá, médica.
Mis
Bolsillitos son parte del tesoro de mi infancia. Tengo 17 en castellano y dos
en portugués, conservados en una pila ordenada con un elástico. Han pasado por
cajones y mudanzas, a veces los he perdido de vista pero tarde o temprano
vuelven a aparecer. Cuando los encuentro, allí están La
Lechucita Clara y La
Sirenita, los vuelvo
a leer y regreso a mi infancia.
MiTesoro
Mamá compraba
los Bolsillitos en un kiosco de
Almagro, cerca de la plaza de Sarmiento y Bulnes. Cuando empecé a leerlos en
primer grado inferior ya tenía algunos heredados de mi hermana, siete años
mayor que yo. Recuerdo que eran de tapas cuadriculadas.
En 1963
fuimos de vacaciones a Brasil y allí encontré los Bolsillitos en portugués. Mis
padres me compraron dos. Jamás se me ocurrió tirarlos.
Los Bolsillitos eran un tesoro porque eran
chiquitos. No como otras revistas que se leían y después después iban al
incinerador.
No sentía que
esos libritos me enseñaran a ser de una manera en especial (ser buena,
estudiosa, poderosa, o hermosa). Simplemente me hacía feliz leerlos y disfrutar
de sus dibujos.
El hecho de
que salieran todas las semanas era otro motivo para el entusiasmo. Si venía uno
de Disney, era un bajón. Eran intrusos. En cambio los mejores eran los que
traían cosas para hacer en la contratapa.
No sé cuándo
dejé de leerlos, quizás a los nueve o diez años. Un día cuando ya estaba en el
secundario, pasé por un kiosco y
descubrí que se seguían vendiendo. Compré uno o dos y los agregué a la antigua
pila que ya tiene más de medio siglo, como yo.
36-Rusjan,
Blanca Lucía (1964)
Soy
médica. Mi mamá, profesora de matemática y que hoy tiene casi 85 años, era
quien me compraba los Bolsillitos en kioscos de diarios.
En
la época de mis Bolsillitos vivíamos en el barrio Flores.
En
vacaciones, pasábamos buen tiempo en una sencilla casa de campo, construida por
mi abuelo materno. Una vez por semana mi mamá iba al pueblo, y yo esperaba
llena de entusiasmo mi nuevo Bolsillito. Esto fue hacia fines de la década
del 60 y mayor parte del 70.
Mi
mamá era quien me leía, pero yo sola podía pasarme interminables momentos
mirando los dibujos y perdiéndome en ellos. Deleitándome, imaginando,
viajando...
Me
gustaban todos los Bolsillitos, pero sobretodo aquellos que transcurrían en
tierras exóticas, como el lejano oriente o países africanos.Mi favorito era
(es) "José el soñador". Otros que siempre me encantaron "Un
cuento chino" y "Primavera".
Nº729 Un cuento chino
Hoy
tengo un total de 59 adorables Bolsillitos. De ese total, 35 son de mi
infancia, los otros 24 los compré en los últimos tiempos. No me considero
coleccionista, pero me encanta tenerlos y un día leérselos a mis nietos por
venir, como un día se los leí a mis hijos.
No
soy acumuladora (más bien todo lo contrario), así que es todo un acontecimiento
que hayan "sobrevivido" 35 Bolsillitos a mi impulso de deshacerme de
las cosas.
Sin
duda han dejado una profunda impronta en mi persona. Creo que hasta "los
aplico" hoy por hoy...Cuando está nublado y por algo necesitamos que esté
despejado, con mi hija decimos que precisamos de "Ada en el circo",
con su aspiradora mágica que barre las nubes. O con mi hijo, si se pone
los guantes al revés, nos acordamos de "Cándida" la ardillita
angustiada que creía tener las manos al revés.
Hace
un par de inviernos me compré una bufanda a rayas multicolores, longitudinales.
Mi mamá en cuanto la vio dijo que la elegí porque remeda la túnica de José el
soñador... ¡y tiene razón!
Nº378 José, el soñador
37-Sciutto, Patricia
Beatriz (1956)
Soy abogada y profesora en el Colegio
Nuestra Señora de las Mercedes.
Nací, y aún vivo, en Montes de Oca, un pequeño pueblo de
la provincia de Santa Fe.
Mis padres, muy lectores,
nos inculcaron el hábito de la lectura, para enriquecer el vocabulario,
aprender a expresarnos, el porqué de las reglas ortográficas,
desarrollar nuestra imaginación, etc. Así que desde pequeños nos
compraban cuentos, entre ellos los de Biblioteca Bolsillitos de la Editorial
Abril.
Mamá, docente de los primeros grados,
tenía por objetivo que todos sus alumnos a fin de
año supieran leer y escribir, por eso la
penúltima hora la destinaba a la lectura del libro de clases
o cuentos que cada alumno llevaba (entre ellos Bolsillitos).
Ya desde pequeños (cuando aún no íbamos
a la escuela) nos contaba y compraba cuentos.
Recuerdo que empezamos, con mi hermano,
a leer Bolsillitos apenas aprendimos a
leer, generalmente los encargaba mamá al librero que le vendía el
diario o los compraba cuando íbamos a Rosario.
Teníamos una caja inmensa llena de
cuentos de diferentes editoriales, y como no nos gustaba dormir la siesta, allí
estábamos muy entretenidos leyendo.
Había muchos que me
gustaban, los que más teníamos eran de los años 1960/61/62, la mayoría
escritos por Beatriz, ¡qué maravilla sus relatos, la imaginación para crear
sus personajes, los nombres que les ponía!, y los dibujos de Ruth o
Chacha los complementaban perfectamente, tal es así que
recién de grande me di cuenta de que quien escribía no era
quien dibujaba.
Luego muchos de mis Bolsillitos fueron
leídos por mi hijo Joaquín (que hoy tiene 30 años).
Conservo y atesoro desde mi infancia:
- Los
topos son así (cómo me
gustan esos dibujos)
- El osito
sin sueño ( hoy todavía
me hace reír),
- ¡Esta es Marcela! (soy un poco Marcela),
- Las casitas
de los árboles
(qué imaginación por Dios),
- Bonita
la cebra,
- Puf-Puf
va a la escuela,
- Yo
también ( con Joaquin nos
seguimos riendo),
- Yo
soy yo,
- Cayó
un hada en el jardín,
- Pi,
Olín y el acordeón,
- Top
el mago,
- Osito
en el día de la Madre,
- Doña
Hormiga (que la amo),
- El
paseo de Dionisio ( me encanta
todo),
- La
siesta del enanito,
- Blanco,
blanco, blanco (que aún hoy lo
pongo de ejemplo en cosas de la vida),
- Regalo
para Celeste ( me encantaría
recibir esos regalos, son los más lindos),
- El gatito
Rombo,
- El
topo amable (¡qué dulce!),
- Celestino,
- El
parque y el invierno
(me encanta).
Mis Bolsillitos (2)
Son los que me quedaron, y los
sigo conservando en una caja junto con otros de otras colecciones; a muchos se
les despegaron las tapas, a otros las hojas.
Imaginen, tengo 61 años, luego pasaron a mi hijo, hoy 30
años.
Tengo de Editorial Abril: la
colección "Mi primer regalito", de Editorial Sigmar: "Mis animalitos" y
" Colección Chiquitos", también algunos de Editorial Yago y la colección de “Lo sé todo”.
Me encantaría comprar tantos que he
tenido y hoy me faltan y otros que descubrí a través del blog de Susana.
Y no me da vergüenza, cada tanto saco
la caja con los cuentitos y los vuelvo a leer, y mi hijo también, y nos
seguimos riendo y disfrutando. Hasta copié de los
Bolsillitos, las guirnaldas que están dibujadas en el margen izquierdo de
la tapa para diferentes regalos; es que no sólo me inspiraron sus relatos,
sino también sus dibujos.
¡Ojalá se vuelvan a editar los
Bolsillitos!.
Cuando se los leo a los niños les
encantan, hay tanta pureza e inocencia en sus personajes, fantasía,
imaginación.
Mis cuentos de "Mi primer regalito"
Tendría tanto para decir pero no quiero
ser extensa, habrá muchos otros lectores con experiencias
maravillosas. Pero no puedo dejar de expresar que los cuentos en la
niñez (este tipo de cuentos) nos llevan a otro mundo mágico, del que no
querríamos volver.
38-Sotelo, Roberto (1956)
Soy maestro, bibliotecario
y Especialista en Literatura Infantil y Juvenil.
Durante mi infancia,
cuando llegaron a mis manos los Bolsillitos, vivía en el barrio de Coghlan
Cuando era chico (calculo
que tendría entre 3 y 4 años), mi papá me traía un Bolsillito de regalo al
volver del trabajo. Ya de más grande, me contó que el diariero se los regalaba.
Yo supongo que habrá empezado regalándoselos y luego él los compraría porque
con el tiempo ya había juntado una buena pila de Bolsillitos y, además, yo
estaba pendiente de los nuevos que iban llegando para incorporarlos a la
colección.
Mi papá era empleado
bancario y mi mamá ama de casa.No lo recuerdo bien, pero creo que la lectura
era compartida; quiero decir que seguramente me los leían alternadamente entre
mis padres y mis abuelos (en ese momento mi abuelo y abuela paternos vivían en
con nosotros). Lo que sí recuerdo muy bien es que mi mamá, que pintaba, hacía
cerámica y le encantaban las manualidades, era la que me ayudaba con los
entretenimientos y los bricolages que se proponían en la contratapa de los
Bolsillitos. Para mí era muy importante hacer esos juegos y jugar con las
manualidades en papel relacionadas con las historias que me acababan de leer.
Creo que, junto con la
revista-libro Pepín Cascarón, los Bolsillitos fueron mis primeras lecturas. Y
seguro que fue mi primera colección porque, como dije antes, tenía muchísimos.
Cuando crecí, mi mamá me "obligó" a regalárselos a mis primos más
chicos, algo que yo no quería hacer pero tuve que ceder a la presión familiar.
Me quedaron uno o dos nomás, que volví a encontrar, ya de adulto, revolviendo
en cajas llenas de fotos y otros objetos familiares. Muy grande fue mi sorpresa
y emoción al reencontrarme con aquellas ilustraciones cuyo recuerdo había
quedado escondido en algún lugar de mi memoria y nuevamente se volvía a
corporizar. No recordaba tanto las historias de los Bolsillitos pero sí sus
ilustraciones. A partir de ese reencuentro comecé a coleccionar nuevamente los
Bolsillitos; actualmente tengo 162. Varios de los que conseguí de grande (muchos
de ellos gracias a Susana Navone) me hicieron resurgir recuerdos de esas primeras
lecturas. Yo soy del 56, y de los que guardo el más vivo recuerdo son los
publicados entre el 59 y el 61, o sea cuando tenía entre 3 y 5 años.
A través de estos
recuerdos, deduje que mis preferidos eran los relacionados con la información:
historias con niños que viajaban o vivían en otros países, los que trataban
temas históricos, aquellos que relataban situaciones de la vida cotidiana (el
barrio, los servicios públicos, la vida en el campo) o que abordaban temas
relacionados con la tecnología (inventos, medios de transporte o profesiones).
Un lugar especial en mis
recuerdos estaban los Bolsillitos de leyendas, historias bíblicas o
mitológicas; estas adaptaciones de la tradición universal, me enteré más tarde,
estaban realizadas por Beatriz Ferro, una escritora a la que admiré ya de
adulto y tuve la suerte de conocer personalmente.
No recuerdo dónde guardaba
mis Bolsillitos, pero sí recuerdo que iba con la pila de un lugar a otro de la
casa, así que pienso que de la pila elegiría aquellos que quería que me leyeran
o “leer” yo solo por mi cuenta.
Filbita 7ºFestival de Literatura infantil, 25711/2017
En cuanto a la difusión
actual que hago de la colección, por el momento es solo entre especialistas o
promotores de LIJ, a través de mi Facebook y, durante el Filbita 2017, tuve la
oportunidad de hablar de los Bolsillitos, cuando me invitaron a formar parte de
una mesa en la que los panelistas recordábamos nuestras primeras lecturas.
39-Topelberg, Alicia (1956) -Sobrina
segunda de Inés Malinow.
Soy
musicoterapeuta y psicoanalista, docente. De chica viví en San Telmo y Monserrat.
Mi papá era técnico mecánico y mamá, bibliotecaria.
Con mi nieto Mirko
En
los años 60 recibía los Bolsillitos todas las semanas, llegaban junto con el
diario a la puerta de mi casa y los traía el kiosquero. Pepín Cascarón y
Codelín llegaban en la misma época.
No
recuerdo que haber tenido los juegos; nunca escuché el programa de radio, recién
ahora me entero que existía.
En
mi escuela había biblioteca rodante y era frecuente que los llevara
Creo que me gustaban todos, y los guardaba muy
prolijamente en el estante de mi habitación. Supongo que al comienzo me los
leería mi mamá, pero también recuerdo mirar y leer yo misma, y buscarlos varias
veces para releerlos.
No conservo ninguno, y al escribir esta frase
comencé con "lamentablemente", pero borré esa palabra porque supongo
que el mejor destino para los libros es pasar por muchas manos, y sé que han
circulado...como lo siguen haciendo actualmente mis libros.
Ya
leía Bolsillitos cuando me dijeron que algunos eran escritos por mi tía Inés. Conocía
de ella los libros de Inosito, algunos de los cuales sí
recibieron mis hijos. A ellos les leíamos mucho y también les inventábamos
cuentos cada noche.
Mi tía Inés era prima hermana de papá, y me
contaron que mi abuelito Luis (su tío) le decía, cuando era chica, que parecía
un osito, por eso surgió Inosito y tantas historias. Su cuento La
tía Isabel es un homenaje a mi abuela, Isabel Shore de Topelberg, que
era la hermana de la madre de Inés.
Nº89 La tía Isabel
Mi abuela Isabel, inspiradora del cuento
Otros
Bolsillitos que recuerdo en este momento son:Blanco, blanco, blanco, en el que abuela coneja estaba de mal humor
porque sólo veía nieve y extrañaba los colores, entonces sus nietos le daban
color con dibujos y plantitas; y otro en que un duende distraído dejaba su
bastón clavado en el bosque y florecía; también un topo muy corto de vista...
Lo
que recuerdo en común a todos es cómo volaba la imaginación.
Como
sucede en la vida, con el paso de los años no los tenía tan presentes, y
encontrar a Susana en Facebook despertó muchos y muy hermosos recuerdos.
¡Gracias!
40-Tumalty, Tomás Anael
(2007)
Ordenando los Bolsillitos de la abuela (2014)
Cuando era más chico, mi abuela me leía
unos cuentos llamados “Bolsillitos”. Al poco tiempo, yo ya los ordenaba por
número en una caja de cartón forrada con papel cuadriculado.
Me acuerdo que me gustaban los de
Pinocho y Pinochita, los de Osito, Muñequita y Trapito y los de Las cuatro
Caperucitas. También uno que se llamaba Primavera.
Nº207 La confitería de Pinocho y Pinochita
41-Vicaba Raab, Mireya
(1960) - Hija de Marta Giménez Pastor
De chica vivía en capital, en Barrio
Norte. Imagino que habré leído los Bolsillitos entre los 5 y los 7 años. Mi mamá era maestra y escritora y mi papá,
periodista. Mi mamá me traía los Bolsillitos, los compraba en un kiosco. Ella
me los leía y, cada tantos títulos, los encuadernábamos. Era una colección muy
completa, una pena que se haya perdido en las mudanzas.
Mi personaje favorito era Panchita. Me
gustaban los cuentos de Beatriz, Inés y Nora, y las ilustraciones de Agi. Muchos de los autores eran amigos de mis
padres, pero nosotros no lo sabíamos; guardábamos el misterio de los
Bolsillitos firmados sólo con el nombre de pila, sin apellidos. Entre mis
Bolsillitos preferidos recuerdo los de Panchita y su gato, los de Pepe Bolsillitos, Oliverio, Monito
Colorín…
Nº128 Panchita y su gato
Los Bolsillitos encuadernados se
guardaban en la biblioteca de casa. No los llevaba a la escuela, mis lecturas
eran fundamentalmente fomentadas en casa. Los leía todas las noches, sobre todo
eran mi compañía cuando me enfermaba. Después los fui reemplazando por
colecciones como Los cuentos de Polidoro u otros. Una época maravillosa.
Lamentablemente ya no los tengo.
Fuimos una familia que se mudó muchas veces y yo misma, con mi marido y mis
hijos, nos mudamos mucho. Y, en cada mudanza, algo se pierde. Además, cuando
uno es chico, no se da cuenta de la importancia de conservar esas cosas.
Tampoco los compro, ya no tengo hijos pequeños, aún no tengo nietos y mis hijos
leen muy poco en español (el francés es su primer idioma).
Leíamos y teníamos muchas revistas
de Abril ya que mi mamá colaboraba en la editorial y yo misma trabajé en la
revista Claudia, pero las fuimos donando a bibliotecas. Viví mucho tiempo lejos
de la Argentina, no tenía acceso a los Bolsillitos. Ahora los difundo en mi
facebook “Trapitos al sol” donde comparto cosas relacionadas con la literatura
infantil, el teatro y la cultura infantil en general.
42-Weil, Tania (1959)
Primero transcribo un mail, que recibí el 5 de setiembre de 2015:
Estimada Susana;
Buscando material para un trabajito que tengo que escribir para un curso
que estoy siguiendo en la Universidad Utrecht, Holanda, sobre la enseñanza de
literatura hispánica en la escuela secundaria, saqué de una de esas cajas de
zapatos,donde están los recuerdos, el librito Los anteojos del topo número 508. Como quería más información,
lo busqué en internet y encontré tu página
“Enigmas y misterios de los Bolsillitos”.
¡Qué hermosura reencontrarse con esos libritos! ¡La memoria del ser
humano es increíble! Después de casi 40 años de no haberlos visto, salí del
Uruguay en el ‘79,aún sé exactamente qué libritos tenía y cuáles no. De niña
tenía un montón, era la única literatura infantil que había en mi casa.
Espero, con tu permiso, poder usar algún librito para amenizar la clase
de español de chicos holandeses de una edad entre los 11 y 15 años. Creo que es
un material fantástico para ellos.
Estudian español de modo voluntario y son divinos.
Entonces, en su nombre y el mío, te agradezco muchísimo que te hayas
dado el trabajo de escanear y subir tantos Bolsillitos.
Un beso y mucho éxito con todas tus actividades.
El testimonio de Tania como lectora:
Soy Profesora de español como lengua
extranjera (ELE). De chica vivía en el
barrio Buceo/Malvín, en Montevideo, Uruguay.
Leía Bolsillitos en los años ‘60 y quizás
principios de los ’70. Mi papá era propietario de un pequeño taller de tornería
y mi mamá secretaria y profesora de inglés.
Los Bolsillitos se los compraba mi mamá a los
vendedores ambulantes de los ómnibus. Los vendían de a tres, cuatro o cinco a
la vez.
Los guardaba en una caja de madera alargada
de unos 60 centímetros donde los libritos cabían exactamente al estar parados.
La caja estaba pintada de rojo y estaba muy bien trabajada. Pensándolo ahora
bien, llego a la conclusión que seguramente estaba hecha especialmente para los
Bolsillitos porque jamás en mi vida he vuelto a ver una caja así. ¿Quién la
hizo? Ni idea. La caja estaba o sobre una cómoda al lado de mi cama o sobre un
estante al lado de mi cama.
No los llevaba a la escuela. Nunca hablé con
una maestra sobre los libritos Bolsillitos.
Ahora tengo sólo dos que me han acompañado como
recuerdo desde que salí del Uruguay en 1979. Los títulos son: Los anteojos del topo y Los animales viajeros, ambos de Beatriz.
Nº508 Los anteojos del topo
Los Bolsillitos pasaron por Alemania, Israel y Holanda, donde vivo actualmente.
Mis dos Bolsillitos se encuentran en una cajita junto a los pasaportes
vencidos, los boletines de la escuela y las cuatro fotos locas de mi
niñez. La cajita, a su vez, está en un
cajón de una biblioteca donde tengo todo aquello que, en caso de incendio,
trataría de salvar.
Mis Bolsillitos no desaparecieron; la que los abandonó y, no por voluntad propia,
fui yo. No tengo ni idea de qué camino recorrieron todos los Bolsillitos que
quedaron en mi casa después de mi partida.
En Holanda no los hay, pero si los hubiese habido, seguro que se los habría comprado a mis hijos.
43-Z, María Florencia (1955)
Soy profesora en Ciencias Geológicas y
trabajo en la Universidad Nacional de Cuyo.
Cuando era chica vivía en San Miguel de
Tucumán. Mi papá era periodista y escritor y mi mamá, ama de casa. Compraban
los Bolsillitos en el kiosco todas las semanas ya que el kiosquero los
reservaba, primero para mis hermanos y después, para mí.
Me los leía mi mamá y, más tarde, yo
sola, una y otra vez
Mis cuentos preferidos eran los de
Pinocho y Pinochita, los de Ada el hada y El enanito Nito.
Nº206 La confitería de Pinocho y Pinochita
En cuanto a donde se guardaban los
Bolsilltos, mis padres inventaron un sistema que resultó muy eficaz y en el que
yo creí al pie de la letra. Me dijeron que los libros estaban en un pajar (si,
un pajar al que yo imaginaba como una parva de heno), camino a la oficina de mi
papá y al que él podía ir los viernes a entregar los libros que yo había leído
durante la semana y buscar otros, y ahí también iban los Bolsillitos. Bueno eso
duró hasta que yo tuve unos 8 años más o menos y me enfermé, entonces me dieron
la llave del “pajar” que, en realidad, estaba ubicado en una puerta de un
ropero. ¡Aún recuerdo la felicidad de ese día! La idea de darme una pilita de
libros por semana era, por un lado, para que no pasara el día con la nariz
entre las páginas y no hiciera nada más y, por otro, para que, al irlos
alternando, nunca me aburriera de ellos y tuviera la ilusión de imaginar qué vendría el próximo viernes… quise compartir con ustedes ese pedacito de mi
fantasía infantil.
No los llevaba a la escuela, sólo los
leía en casa.
Nº520 ¡Ada es un hada!
Ahora los tengo en mi biblioteca, aún
conservo la mayoría, pero lamentablemente, regalé varios que quizá no
sobrevivieron al paso del tiempo. A raíz de un comentario reciente de mi
hermano, me puse a catalogarlos y calculo que tengo unos
680. Hasta ahora catalogué hasta el número 750 y tengo 624 de esos. También
tengo algunos ejemplares de otras colecciones de Editorial Abril.
A mi hijo se los leí aún hasta cuando
el ya sabía leer casi mejor que yo, pero era algo que nos gustaba a los dos
cuando él era chico. Luego a sobrinos y a hijos de amigos.
*
Después
de haber leído estos testimonios resta
muy poco por decir.
Para empezar, este grupo de lectores
que se prestó tan gentilmente-y con tanto entusiasmo- a contar su historia con
los Bolsillitos, es sólo una pequeña muestra de los miles de lectores
infantiles que tuvo la colección.
En segundo lugar, que hay otros
testimonios escondidos en los de las personas que los escribieron. Me refiero a
los testimonios de las personas que ya no están pero que aparecen en los
recuerdos de sus hijos o nietos: la mamá de María Isabel, la mamá de Horacio,
los abuelos de Cecilia o los de Olga, la propia Ruth
en su rol de abuela que leía Bolsillitos a sus nietos…y también la de los niños actuales que aún no saben leer, pero que conocen los Bolsillitos por la lectura en voz alta de sus padres o abuelos.
En tercer lugar, que la venta de las
colecciones de Abril en los kioscos a bajo precio permitió que la literatura
infantil llegara a todos los hogares, no sólo a las casas de los hijos de
profesionales de la clase media, sino también a las de los obreros y a las
familias que no estaban habituadas a comprar libros en librerías. Y que, aunque
en algunos hogares hubiese libros más caros y lujosos, los niños igualmente
leían y disfrutaban de los Bolsillitos y de otras colecciones infantiles de
Abril.
Si bien en la mayoría de los casos podemos identificar la época de la
infancia del lector por los Bolsillitos que menciona, en algunos esa estrategia no nos sirve ya que hay muchas
personas que los leyeron cuando ya no estaban a la venta. No iban a comprarlos
al kiosco, descubrieron un antiguo “tesoro” guardado por sus padres o abuelos. Entre
el año de nacimiento de la lectora de más edad y el de las más jóvenes, hay
nada menos que 68 años de diferencia. Entonces, una cuarta deducción puede ser
que la gente ha guardado los Bolsillitos, tan frágiles y delicados, con mucho
cuidado para poder leérselos a sus hijos y nietos. Algunos de ellos los
llevaron en su equipaje a otras provincias y a otros países, de América y
Europa.
En quinto lugar que hay personas,
algunas lectores en su infancia de esta colección y otras no, que los están
difundiendo en el presente, a sus alumnos, como Liliana y Adriana; a los
oyentes de su programa de radio, como Gabriela; en su facebook, como Mireya; en
sus ponencias, como Roberto; haciendo obras de títeres con sus personajes e
historias, como María Alicia y Andrea…
Una sexta conclusión podría
referirse al éxito de las características físicas de los Bolsillitos. Por
ejemplo, que su pequeño tamaño les permitía a los niños manipularlos con
facilidad y jugar con ellos haciendo pilas o hileras, clasificándolos por
colores o por su número, jugando a ser librero o bibliotecario o, incluso,
jugando a que los libritos eran niños o que estaban hechos para sus muñecas. Este tipo de experiencia lúdica es
mencionado por lectores de todas las épocas, desde la mitad del siglo pasado
hasta casi el presente, situando a los Bolsillitos entre los juguetes
atemporales como la pelota o la muñeca.
También que las ilustraciones a todo color y
en cada página, llevasen a muchos lectores a copiar sus dibujos o que las
series con los mismos personajes llevasen a otros a inventar nuevas historias
con ellos. El éxito de las contratapas con los juegos propuestos por Pepe
Bolsillitos está fuera de duda, pero hay otra estrategia editorial, más
problemática, que también considero exitosa.
Muchos lectores cuentan que no se
fijaban en el nombre del autor, pero, los que lo hacían, se sentían fascinados
con ese nombre exótico (como cuenta Graciela Montes de “SiroB”), o
identificados con ese nombre familiar “Nora”, “Susi”. Así que, por muchos
problemas que nos haya dado, y que nos sigan dando, a los investigadores, esa estrategia de firmar
solamente con el nombre de pila o con un seudónimo, funcionaba.
Hay muchos testimonios que reflejan
nostalgia y tristeza por los libritos que se perdieron, en tanto que otros
reflejan alegría por las historias recuperadas gracias a la tecnología.
Pero, como dije al principio de este
capítulo, todos estos testimonios tienen un factor común: la ternura y el
cariño el cariño con el que todos los lectores recuerdan a “sus” Bolsillitos y
a las personas que los hicieron.
Muchas gracias a todos por su colaboración. Este capítulo está abierto. Pueden seguir mandando testimonios y fotografías.
Susana, un placer todo el libro, pero en lo que toca a los lectores, me impresionó que muchas de nuestras vivencias se parecen!!! Claro, no podía ser de otra manera...un placer conocernos un poco más a través de nuestra infancia, tan parecida...qué lindo grupo de amigos de BOLSILLITOS somos!!!
ResponderEliminarGracias, Su. Nosotras mismas nos conocimos y llegamos a ser amigas gracias a nuestros recuerdos de los Bolsillitos.
ResponderEliminarQué emocionante leer estos testimonios... Vuelvo a sentir un agradecimiento especial, me siento privilegiada de ser parte. Pensaba que la red de Bolsillitos nos tenía 'conectadxs' y no los sabíamos hasta que Susana empezó a hacer visible su existencia. ¡Magia pura! Un beso y un abrazo agradecido.
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Cecilia! sos el testimonio de que siempre puede aparecer alguien más dispuesto a compartir sus Bolsillitos y sus recuerdos.Besos.
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