23/6/19

Capítulo 7: Los lectores




            Estuve mucho tiempo desentrañando la verdadera identidad de los autores e ilustradores. Fue un trabajo largo y difícil y, en varios casos, sin resultados positivos.
            Pero hay otras identidades más difíciles de rastrear todavía: las de los pequeños lectores que escribían sus nombres en las tapas de los Bolsillitos. Perdí casi toda la colección de Bolsillitos de mi infancia (en mi testimonio como lectora cuento cómo sucedió) y, siendo una mujer mayor, comencé a recuperarla comprando los libritos usados. Y ahí empezaron a aparecer los nombres de los dueños originales: Charito, Zulita, Silvia, Carlos, Amelia, Alberto, Marta, Roxana, Norma,Pedro, Cristi, Susi, Mayra, Ricardo, Silvita, Adriana, Héctor…Este segundo nombre manuscrito generalmente está al lado del autor, como si quisiera  compartir con él la posesión del Bolsillito.
            El  que más me intriga y me conmueve es “Charito” ya que tengo varios con ese nombre, de distintos años. Los primeros están escritos en imprenta mayúscula con letras grandes y desparejas; los más viejos con lápiz, los más nuevos con tinta. Los últimos, están firmados en cursiva. Charito, como tantos otros niños, creció con los Bolsillitos.
            Imposible saber quiénes fueron esos lectores anónimos, imposible saber cómo y por qué se separaron de sus Bolsillitos…
            Pero hay otros lectores que ya no son anónimos, que nos van a hablar de sus Bolsillitos con nombre y apellido, hasta cometí la indiscreción de pedirles su año de nacimiento para demostrar que no todos los lectores son gente de mi edad, que hay más jóvenes, algunos mucho más jóvenes.
            Creo que este va a ser el capítulo más lindo de todos porque es polifónico. Vamos a escuchar las voces de personas que leyeron Bolsillitos cuando eran niños y que todavía los recuerdan; de personas que viven en Buenos Aires, en otras provincias, o en ciudades lejanas como Nueva York, Salamanca, Praga o  Nieuwegein…y que llevaron a sus Bolsillitos siempre dentro de su equipaje; de personas que siguieron comprándolos de adultos y se convirtieron en coleccionistas minuciosos o de otras que prefirieron quedarse solamente con los de su infancia.
Aprenderemos  muchas cosas de los Bolsillitos. Por ejemplo, que les gusta vivir en cajas, no importa si son de cartón, de madera o de plástico, o si se guardan en una biblioteca o en un ropero; que les gusta jugar a formar pilas o hileras ordenándose por su numeración o sus tapas de diferentes colores. También que están para siempre asociados al recuerdo de la voz de una madre o de un padre, de un abuelo o de una abuela, que los leía en voz alta, o que los repetía de memoria cuando el librito ya no estaba en la familia.
Leeremos diferentes testimonios, de toda clase de gente, de distintas edades y profesiones. Mezclados entre ellos, escucharemos las voces de lectores privilegiados por ser familiares de los autores e ilustradores, que vivían, como dice uno de ellos en “un Mundo Bolsillitos”.
Pero estos diversos testimonios tienen un factor común…


1-Andiazabal, Cecilia Andrea (1966)


Soy Licenciada en Ciencias de la Educación.  De chica viví en distintos puntos del conurbano bonaerense, zona Oeste (nací en José C. Paz). Mi hermana Valeria Andiazabal, a quien invité a unirse a esta iniciativa, en San Miguel. Ambas lectoras de Bolsillitos. Vivimos en otros puntos de la Pcia de Buenos Aires, y gran parte de nuestra infancia en La Costa (Santa Teresita).

Desde mi nacimiento y hasta entrar en la adolescencia (1966-1977) me leyeron y leí Bolsillitos. Mientras fui niña, mi mamá era ama de casa y modista, trabajaba desde mi casa; de grande, se recibió de docente y ejerció por 15 años hasta jubilarse. Mi papá era perito agrónomo, aunque gran parte de su vida trabajó en lo que pudo. En sus últimos años, tuvo kiosco de diarios. 




Recuerdo que me los compraban en ambos lugares: kioscos y librerías. Creo que mi mamá los compraba antes de que yo naciera, o cuando yo era bebé. También me los compraban mis abuelos maternos. Tanto ellos como mi mamá nos los leían, pero guardo un recuerdo muy vívido de cuando yo misma los leía. Creo que los compraban esporádicamente; las últimas veces, en los 70, en alguna librería, en las cajas de saldos. Una ventaja para nosotros -que no teníamos mucho dinero- fue que eran baratos.

Se me hace muy difícil preferir algún autor o ilustrador. Ver las ilustraciones me hace revivir, hoy día, lo que sentía de niña: me maravillaba. Creo que amé las ilustraciones de varios ilustradores: Chacha, Oski, Agi… Las historias, aunque no las recuerdo, me hacen sentir la intimidad que sentía en mis comienzos como lectora: el texto, yo y la magia que se creaba en cada historia. Recuerdo algunos títulos con especial cariño: El Rey Fog, El tigrecito, Pomponio, Sopa de Tiza, Un planeta para Gu… ¡Uf! ¡Tantos! Un denominador común: la ternura.

Siempre los guardamos en una caja. Alguna vez esa caja estuvo debajo de mi cama. 

Nunca los llevé a la escuela ni ninguna maestra me los recomendó. Era algo familiar, una oferta principalmente de mi mamá. Conservo muchos. En una caja de cartón, en un placard. Aunque creo que debería guardarlos en una caja fuerte… ¡porque son un tesoro! Algunos se fueron rompiendo… al ver la colección, en el blog que armaste, me doy cuenta de que tuve algunos más… pero se rompieron o perdieron por el uso. Recuerdo que con mi hermana Valeria jugábamos a regalárselos a las muñecas (¿sería por su tamaño?); por eso, muchos tienen escrito el nombre que les poníamos a esas muñecas. 

No he comprado ninguno desde los años 70. La guardiana principal de esta colección fue mi mamá. Son los que tuve en mi infancia, creo que tenemos 88.




Como te contaba, en los años 70 tuvimos quiosco de diarios, así que leía publicaciones de Editorial Abril, en esas ocasiones. Y las vendíamos, por supuesto. 

He leído estos Bolsillitos con mi hijo, que hoy tiene 29 años. Los llevé una vez a un taller de escritura que hice y los compartí con la profesora y compañeras… 

Gracias Susana por esta iniciativa.

 


2-Appiani de Linares, Olga (1949)

Nací en la ciudad de Córdoba. Por razones diversas, mi familia se ha mudado bastante, así que he vivido mis primeros años en Río Ceballos, en mi Córdoba natal, luego en Castelar, provincia de Bs. As., hasta que tuve alrededor de 4 ó 5 años, cuando nos instalamos en el barrio de Villa Luro, en la Capital Federal.En ese lugar vivimos hasta que, cuando tenía aproximadamente 10 años,  volvimos a mudarnos, debido a la necesidad de mi madre de tomar la conducción, junto a sus hermanos, de la hostería que mi abuela materna tenía en Capilla del Monte, puesto que ella había fallecido.
Allí viví hasta los 13 años y medio, momento en que mi madre vendió a sus hermanos la parte de la hostería que le correspondía, y volvimos a la casa de Villa Luro, ocupada por entonces por mis abuelos paternos. Era una casa de las denominadas “chorizo”, amplia, con varias habitaciones, en donde mis abuelos, mis padres, mi hermano y yo podíamos convivir sin incomodidades de ningún tipo. Y allí seguí viviendo hasta mi casamiento, aunque ya mis abuelos no estaban más con nosotros para ese tiempo.
Creo recordar que fue mi abuela paterna la que nos compraba Bolsillitos, o tal vez fuera mi papá, pero la que nos los leía era sin duda ella, mi abuela Gaby. Los leía sola en cuanto aprendí a leer, pero pronto pasé a otras lecturas de mayor exigencia, como los libros de la colección Robin Hood que mi papá me compraba regularmente, pues no tardó en descubrir que su hija era lo que se conoce, popularmente, como un ratón de biblioteca.
Mi padre trabajó siempre en hotelería, como conserje y recepcionista, ya que hablaba varios idiomas y era persona de trato muy afable y respetuoso, por lo que era muy apreciado en ese ámbito. Mi madre fue ama de casa en principio, luego empleada de unas grandes tiendas del centro, no recuerdo si Harrods o Gath & Chaves, y a posteriori una de las encargadas del manejo de la hostería de Capilla del Monte. Al regresar, se dedicó a la costura, trabajo que realizaba en casa y que entregaba a los talleres que la habían contratado como camisera fina.
No sé exactamente dónde compraban los Bolsillitos, no era un tema en el cual tuviera el menor interés a la edad en que los conocí. Me bastaba con recibirlos y esperar a que me leyeran las nuevas historias, mientras contemplaba las ilustraciones que fueron, en principio, el único modo autónomo de disfrutarlos. Tampoco podría decir qué autores o ilustradores me llamaron más la atención por entonces, todo cuanto mencionara hoy sería a través de mi mirada de adulta, y no quiero imponer esas apreciaciones que, a mi entender, se alejarían del propósito del cuestionario propuesto. Mi abuela los guardaba en su ropero o en su mesa de luz, para tenerlos a mano cuando nos metíamos en su cama para que nos los leyera; eso nos gustaba más que cuando nos los leía en nuestra propia habitación, porque en “la cama grande de los abuelos” las distancias se acortaban aún más.
            Otra lectura de mi infancia fue Billiken, que semanalmente también llegaba a casa a través de mi papá, junto con las revistas de historietas que se conocían como “mexicanas” y traían las aventuras de Tarzán, Superman y otros personajes. No recuerdo haber oído programa de radio alguno relacionado con Bolsillitos ni haber tenido juegos que se refirieran a ellos.
No podría decir si fueron las sucesivas mudanzas o el incendio que acabó con la biblioteca de mi abuelo entre otras cosas, pero en alguna de esas circunstancias o por la suma de ellas, los Bolsillitos y muchos libros más se perdieron.
            Y realmente no volví a pensar en ellos hasta que Susana Navone tuvo la maravillosa idea de rescatarlos y volverlos a traer a la memoria de muchas personas de mi edad que supieron conocer y disfrutar de aquella colección.
            En cuanto a qué lecturas transmití a mis hijos fueron, mayoritariamente, las historias creadas por María Elena Walsh y otros autores de la misma época; lo mismo pasó con mis 4 nietos mayores, hoy adolescentes, pero es más que probable que mis dos nietos más recientes me oigan leerles los cuentos de Bolsillitos y otros cuando tengan la edad suficiente; por el momento el mayor tiene 1 año y medio y el otro apenas 10 meses, no creo que me presten mucha atención en este tramo de su vida.
Pero sin duda que los estaré esperando para hacerles compartir una de las más lindas experiencias de vida que se pueden tener y que siempre se recuerdan como recuerdo hoy las mías.


3-Aranda, Horacio Carlos (1958)

            Siempre he vivido en mi domicilio actual, en Villa Santa Rita, Buenos Aires, a 7 cuadras del estadio de Argentinos Juniors.
            Tengo lindos recuerdos de mi infancia, pese a las adversidades (siempre las hay), y de mis padres: Horacio Walter (encargado/apuntador de las tareas de carga y descarga de buques en el puerto) y Zulema Contardi (hábil modista capaz de confeccionar un tapado en sólo un día). Ella principalmente me fue transmitiendo el interés por la lectura y ya a los dos años tenía varios libritos de la colección 2, 3 y 4 (entre ellos mi preferido: El libro de los gatos) y Bolsillitos (el primero de los cuales fue el 477 La calle de Hernán). Mi mamá me los leía con proverbial paciencia y esmero, mostrándome y explicando las ilustraciones de cada página.
            Muchos se sorprendieron cuando a los cuatro años yo ya podía leerlos solo, casi sin dificultad (de hecho cuando ingresé a la escuela primaria, sin haber ido al jardín de infantes, ya sabía leer y escribir, contar hasta mil, etc.). Entonces, acaso para nutrir ese hábito de leer ya adquirido, mis padres fueron proveyéndome, dentro de sus posibilidades, todo tipo de literatura infantil (libros, revistas, enciclopedias), bien escogidos conforme mi edad, en la que siempre tuvo un lugar preeminente la Biblioteca Bolsillitos.
            Esto se vio favorecido por el hecho de ser yo hijo único: mi madre había sufrido un serio accidente en la columna y quien la operó, el eminente Dr. Julio Díez -en una intervención delicada y sin antecedentes- le advirtió que ella no podría tener hijos ni seguir trabajando, consejos que fueron desoídos.  
            Por lo general los compraba mi mamá, en un kiosco de diarios que aún hoy se encuentra en la esquina de Juan A. García y Av. Nazca, bien que con distinto dueño; sólo unos pocos recuerdo que compró mi papá o alguna de mis tías.
            Aunque no los coleccionaba, llegué a tener en mi niñez cerca de 200 de estos Bolsillitos, una suerte de tesoro personal, que no compartía con amigos ni llevaba a la escuela. Así es como se han mantenido en muy buen estado a través del tiempo, prolijamente apilados en un estante de un viejo ropero. Eran ejemplares de los años 1961 hasta -ya en forma aislada- 1973. Mis predilectos han sido los siguientes: 563 El lobito en el bosque (el relato de Beatriz, las exquisitas ilustraciones de Agi y mi profusa imaginación, hicieron de ésta, una de mis primeras lecturas, una experiencia vívida algo de cuya magia aún se conserva cuando lo releo) - 857 Pomponio (una sensible historia acerca de un misterioso gato con poderes mágicos, y en cuyo transcurso venía a mi mente cierta música de fondo) y 787 Pajarito (una lección de vida).
            Ya en 2013 conocí el blog de Susana y en 2015 la vi personalmente al visitar su casa en Munro; allí conocí a los muchos animalitos que cobija y la consideré una amiga de siempre...

Horacio Aranda y Susana Giménez en la 2ª reunión del grupo de Lectores de Biblioteca Bolsillitos (12/11/2016)

            Por entonces ya era yo coleccionista de estos libritos, cuyo acervo en mi poder a la fecha es de ¡905!  
            Un recuerdo imborrable será el siguiente: una tarde de un soleado sábado invernal de 2013, regresé a mi casa, donde entonces vivía con mi mamá de 92 años (falleció el 19.6.2014 a los 93) luego de adquirir en el viejo mercado de la calle Estados Unidos un lote de más de 50 Bolsillitos. Apenas los dejé en la mesa ella tomó uno para leerlo (era el 278 Nagó el elefantito) y cuando terminó me dijo: “¡Qué hermosa historia!” invitándome a leerlo también...Y sí: por lo dicho, éste es otro de mis favoritos.



            Ahora los cuido aún más: todos están guardados en cajas de cartón envueltas en bolsas de nylon, agrupados por centena.
            Siento que tienen algo que trasciende su contenido: la pureza de su lenguaje, la estética de sus ilustraciones, sus buenos ejemplos, en fin, la impronta de sus creadores; son invariablemente un refugio de paz, armonía y proximidad con mis seres queridos...


4-Caamaño,  Oscar (1948)

Mi nombre es Oscar Caamaño. Nací en Santa Fe, capital de la provincia homónima. De profesión, docente y titiritero. Cuando niño vivía en el centro de la ciudad natal. Seguramente tomé contacto con Bolsillitos durante la década del ’50 en la que transcurrió mi infancia. Mis padres eran docentes; mi padre escribano y funcionario público.
 Supongo que mi madre compraba los Bolsillitos en kioscos, aunque no descarto que lo haya hecho mi hermano mayor o yo mismo en algún caso. Creo que los leía yo, porque tengo algún recuerdo de su tamaño, formato y presentación. No era una compra sistemática, que alternaba con otras publicaciones, entre ellas la revista Gatito, que conocíamos bien. Además había otras publicaciones como Mundo Infantil. También historietas.
No recuerdo nombres de autores ni de las historias; sí de los libritos y del placer que me producía tenerlos y leerlos. No he vuelto a comprarlos ni leerlos a mis nietos o a mi hijo, porque los que tenía se perdieron, seguramente en mudanzas o alguien los desechó después de mucho uso, o tal vez mi hermano o yo lo hayamos hecho cuando nos aburrimos de leer las mismas historias, siempre interesados en otras nuevas.
Pero dejaron un recuerdo imborrable, como posteriormente la colección Robin Hood, de otra editorial.


5-Conti, Pablo (1957)- Hijo de Ruth y Oski, sobrino de Edith y Chacha

Nací  en el barrio de Palermo. Mi mamá era Ruth Varsavsky, ilustradora de Bolsillitos así que desde que tengo memoria siempre hubo Bolsillitos en mi casa.
Yo la veía dibujarlos todos los días. Y los leía cuando estaban terminados o mientras los estaba dibujando. Por otro lado, mi madre y Beatriz Ferro eran muy amigas y nos veíamos muy seguido así el “mundo Bolsillitos” era un mundo muy presente.
Los libritos terminados los traía mi madre directamente de la editorial  Abril, aunque a veces los compraba en algún kiosquito. Era lindo verlos en los kiosquitos.
No recuerdo algún personaje en especial que me gustara más que otros, pero creo que me volcaba más por el Topo y sus aventuras, esa especie de Mister Magoo me divertía mucho.


Nº617 Más del topo

Las Caperucitas de distintos colores también me llamaban la atención.  También recuerdo un personaje “Pablito va a la escuela” o “Pablito hace tal cosa”, no sé… que me gustaba.[1]
A la escuela no llevaba Bolsillitos.
 Tengo unos 150 bolsillitos encuadernados que le dieron a mi madre en la editorial.  Son 7 cuadernos con más o menos 22 Bolsillitos cada uno.
Mis hijos los leían, claro. Pero creo que, al tenerlos encuadernados no facilitaba la manipulación. Calculo que el éxito de Bolsillitos era (entre otras cosas) su tamaño y formato.


6-Corts, Dora Rosa (1950)

Nací en Santa Fe capital. ¿Y cómo no iba a ser profe de Lengua y Literatura, si un cuento calmó mi dolor? A los cinco años, jugando sufrí un corte en una mano y toda sangrante, yo lloraba - del susto nomás-. Entonces mis padres mandaron a comprarme ¡urgente! un cuentito cualquiera de la librería de la esquina (gloriosa librería del viejito Hernández que me hizo descubrir la mejor calidad de los pinceles de pelo de marta), y fue un libro troquelado, grande, con la forma de Pluto. No era Bolsillitos[2]. Pero ahora, hace poco, mi hija conocedora de esta historia, me regaló uno que sí es Bolsillitos, comprado en Rosario en una tienda 'retro', con la misma imagen: la patita alzada, la colita parada, sonrisa y orejas flameantes. Toqué el librito con la yema de los dedos... fue reencontrarme con ese Pluto que secó mis lágrimas. Mi padre -que era cirujano, en realidad ambos eran médicos-, no me quiso coser la herida. Así que ahí quedó, marcada en el cuerpo, la huella de una herida para siempre: la huella que yo YA había elegido seguir: la lectura compañera de tantos sentidos momentos...



Mis padres me compraban los Bolsillitos y muchos otros cuentos, Patoruzú también, y juegos de mesa que jugaba en la cama. 
No conservé estos libros, pero sí en mi memoria quedó marcada la imagen de París con esa Torre Eiffel, y ese Pan de Azúcar con el Cristo de Río[3], se convirtió en un símbolo o flecha de donde yo debía ir para conocer.


Nº193 Osito en Brasil

Hace tres o cuatro años, encontré por una de esas extrañas casualidades, un viejo bazar en San Luis Capital, que vendía lotes enteros de libritos y material de librería: los simulcop, mapas escolares, cuadernos Gloria... un tesoro pirata era eso. Papelitos satinados... ahhhh! Compré lo que pude.
Ahora somos dos las coleccionistas de libros infantiles.


 7-Csecs, Gisela (1987)- Hija de Hugo Csecs

            Soy una  generación bastante más chica,  pero recuerdo que teníamos en casa el librito "Te presento a potrillito"[4]y el de "los patitos"; sobre todo recuerdo el primero porque como niña artista que creía ser, de muy pequeña, garabateé todo el libro,  incluyendo su tapa.  La verdad, no recuerdo ningún reto al respecto, era muy chiquita, pero sí recuerdo mi culpa de grande, ver las pocas versiones que teníamos del los libritos ilustrados por mi papá, arruinados,  tristemente, por mis garabatos de crayón.




Lamentablemente no tenemos muchos ejemplares de los libros ilustrados por él, y mucho menos los dibujos originales, ya que se entregaban a la editorial. Una triste anécdota la que recuerdo... Pero, a mi modo, los debo de haber disfrutado

8- De Torres, Laura (1967)


  Hola, nací en 1967 y soy la tercera de 3 hermanos. Los tres los leímos y mi mamá los conservó. Los leyeron mis sobrinas mellizas que tienen 24 y mi hijo que tiene 13, desde los 4 años aproximadamente y todavía no los quiere dejar de leer.
           Tengo más de 100 seguro. El estado de la mayoría es regular y muchos de ellos tienen las tapas despegadas. Periódicamente restauro algunos, pero inevitablemente al seguirlos leyendo se siguen de alguna manera deteriorando. Mi hijo dice que los quiere guardar para leérselos a sus hijos.
            Estos libros y los Cuentos de Polidoro fueron para mí la mejor literatura infantil que he visto. Soy profesora de literatura y he seguido en contacto con el mundo de la literatura infantil. Hoy por hoy no hay libros infantiles de calidad económicos. Y de los caros, ni siquiera se encuentran muchos buenos, por lo menos en Uruguay, que es donde vivo.
            Dice mamá que ella los compraba en los ómnibus, los vendían como antes se vendían los diarios, en los "colectivos", como dicen en Biblioteca Bolsillitos.


9-Duro, Claudia Elisa

Mi amor por esta colección Bolsillitos comenzó cuando yo tenía 4 ó 5 años  y mi mamá me compraba, no recuerdo con qué frecuencia, un cuentito. Cuando llegábamos a casa, me trepaba a su falda para que me lo contara.
Cuando aprendí a leer, me los siguió comprando, siempre en el kiosco de diarios de la esquina de donde vivíamos. Así comencé a gustar de la lectura, con esos sencillos y tiernos cuentitos, muchos de los cuales conservo. Cuando fui más grande, se los contaba a mis pequeñas primas,

Espero el momento de poder contárselos a mis nietos. Ellos serán los herederos y así mi pequeña colección perdurará en el tiempo.


10-Esain, María Alicia (1949)

Nací y viví siempre en Navarro, provincia de Buenos Aires. Compraba los Bolsillitos en la librería de enfrente de mi casa. Me los leían unas tías, primero y después, los devoraba yo. Comencé allá por 1954 ó 55.Mi mamá era modista y muy lectora. Mi papá tenía una confitería y bar, gran lector cada noche, antes de caer rendido. Nina, la bailarina fue mi favorito.


Nº61 Nina, la bailarina

 Me gustaban todos los de Pepe Bolsillitos y los de Gatito y Perlina, entre otros. Con Trapito payaso armé un títere y fui la presentadora en unos festivales del grupo parroquial de entonces. Soy titiritera hasta hoy.
 Llegué a tener tres cajas de zapatos de bebé llenos de libros. Jugaba a ser bibliotecaria (pude estudiar la carrera a los 45 años) y los inventariaba, catalogaba y clasificaba a mi modo. No los llevé a la escuela hasta que fui maestra. Allí, una mano rápida y poderosa se llevó dos de las citadas cajas… Salvé una que fue la base de la colección que inicié después.
 Al ser mamá, formé cuatro fervientes seguidores de los adorables Bolsillitos (Los compré mientras salieron desde 1972). Conservo una caja con algunos ejemplares que divierten a mis nietos. Uno de mis hijos es periodista y sueña con armar una historia con esos ejemplares.
Tuve algunos juegos. Recuerdo en especial una lotería que me prestó un amigo[5]. Como no había más ejemplares, recorté animales de las revistas y formé con cartulina y lápices de colores una copia del juego. Era muy interesante, tenía una adivinanza para cada casillero y así se podía marcar el que iba saliendo. Años más tarde, la idea me sirvió para escribir mi Biblioteca Animalario.[6]














“Los diarios de mi amiga…” me encantaban, pude comprar algunos. (Mi bolsillo era modesto. Fui una asidua visitante de la Biblioteca Pública siempre). Leía después algunas revistas, creo, ya de adolescente. Cuando accedí a El diario de Ana Frank cambió totalmente mi punto de vista con respecto a muchas cosas e inicié mis propios diarios, siguiendo esos ejemplos. Tenía 12 años…
Considero a ABRIL como un modelo editorial de avanzada y a los Bolsillitos como uno de los pocos bellos recuerdos de una infancia nada buena.


11-Espina, Liliana

Nací y crecí en Mar del Plata, en Los barrios  Belgrano y Funes 
Los Bolsillitos los leía sola, aproximadamente entre 1959 y 1964. Me los traía mi papá, que era empleado público.
Mi personaje preferido era Osito, por sus viajes, y las Caperucitas. 



Nº157 Las Caperucitas y Don Colorinche

Guardaba los Bolsillitos en una caja y no los llevaba a la escuela. Todavía conservo algunos y los sigo guardando en una caja.
Todavía no se los leí a mi nieta, los guardo para cuando ella sepa leer.


12-Fernández Panizza, Gabriela (1957)

Nací en Buenos Aires. Pasé mi infancia en el barrio de San Isidro. Mi papá era marino mercante, no pasaba mucho tiempo con nosotras. Mi mamá, que  era una ávida lectora y una persona muy curiosa, era ama de casa y sólo tenía estudios primarios. Tal vez por eso asistía a cursos de todo tipo, generalmente en Capital, por lo que tenía que tomar el tren. En el andén de la estación había un quiosco (que todavía recuerdo) donde vendían los Bolsillitos que me compraba cada semana. Cuando era muy chica me los leía ella, después los leía yo.
  En 1969 nos mudamos a Bariloche, yo tenía 11 años y los Bolsillitos viajaron conmigo. Sobrevivieron a la mudanza pero la colección dejó de crecer.
            Mi autora favorita es Beatriz Ferro, junto con sus personajes y las ilustraciones de Agi. Creo que la variedad era algo que me atraía, que lograba sorprenderme cada vez que recibía un librito nuevo. Los guardaba en una biblioteca que tenía al lado de la cama.
            Recuerdo muchos títulos y casi todos los cuentos de memoria… Creo que esto es así porque cada uno fue capaz de dejar una huella, de mostrar algún aspecto de la vida de una forma sencilla, profunda y bella. Me dejaban pensando, me ayudaban a entender y a crecer. Por ejemplo, Adita y la margarita expone el temor a lo desconocido y la esperanza de que logre disiparse, El enanito Nito la habilidad para resolver problemas con lo que la vida nos brinda, El carretel negro aborda la discriminación, La hoja de papel, la autoestima, Yo también  los celos; El rey Porquenó, los caprichos; Los topos son así,  la autoaceptación…



Nº708 Adita y la margarita


            Muchos he perdido a lo largo de los años, ¡por eso me muero de placer cuando los encuentro en el blog! Algunos todavía los tengo en papel… muy ajados… en un estante de mi biblioteca de literatura infantil. Me quedan 65 y la mayoría son de Beatriz Ferro. Todavía los leo en mi programa de radio para niños “Las cosas de mamá osa”[7]. No puedo con mi genio, ahora que estoy jubilada igual me las rebusco para hacer que los cuentos lleguen a los chicos de Bariloche y a los que viven en los alejados parajes de la Patagonia, con la ilusión de que del otro lado tengan la misma experiencia de mirar la vida a través de la mágica ventana de la literatura.
            De niña no los llevaba  a la escuela y mis maestras nunca me los leyeron. De grande sí los llevaba: me recibí de maestra en 1978 y ejercí la docencia hasta 2015. Los últimos 10 años como profesora de Prácticas Docentes en el IFDC de Bariloche. Me encantaba leérselos a los chicos, tanto en las horas de leer por leer como en las clases de Ciencias Sociales o Naturales en las que la historia, los personajes o el ambiente descriptos permitían tender un puente entre el objeto literario y los contenidos que deseaba enseñar. Como profesora de Prácticas Docentes se los prestaba a las practicantes; muchos se traspapelaron entre carpetas e informes y los perdí.
            Como mamá se los leía a mis tres hijos, que los disfrutaron tanto como yo. A veces los usaba como metáfora para explicar algún sentimiento, para ayudarlos a comprender situaciones por las que estaban atravesando. Mi hijo Valentín, que creció con Síndrome de Asperger sin que él ni yo supiéramos que eso que lo hacía tan especial tenía nombre… escribió un hermoso texto al respecto.[8]
            No sigo comprando Bolsillitos… cada tanto me doy una vuelta por el blog de Susana y me deleito visitando a mis viejos aliados en el camino de crecer.


13-Fineberg, Virginia (1954) - Hija de Inés Malinow

En mi casa, de chica, los Bolsillitos eran cosa seria. Eso se debía a que mi mamá, Inés, quería conservar impolutos los pocos que lograba rescatar, generalmente, del quiosco en que se vendían. Abril no le daba copias y ella intentaba salvarlos del huracán inevitable que era la habitación de sus hijas.
Eso significaba que, más allá de mi colección personal, de la que hablaré más adelante, los Bolsillitos de Inés sólo hacían apariciones de estrella invitada. Recuerdo que, cuando estaba enferma, mi mamá me traía todos sus libritos, para que me entretuviera en esos días largos y monótonos. Así, leía y releía las aventuras de Inosito, las piruetas de Nina, la bailarina y las hazañas comerciales de La Señora Dógoda. Claro que, por suerte o por desgracia, yo nunca estaba enferma, así que los Bolsillitos de Inés eran para mí casi una fábula, conocida pero distante. Fui creciendo y, sin olvidarlos, los relegué a un cajón protegido del pasado.



Nº750 La Señora Dógoda

Como a mucha gente de mi generación, la vida me hizo andariega. Así, me fui de la Argentina, para siempre, al terminar la facultad, en 1981. Viví 23 años en París hasta que, con mi marido y mis hijos, nos instalamos en Nueva York en 2004. Y mi colección personal de Bolsillitos, increíblemente, no solo me siguió obstinadamente en cada nueva etapa, sembrada de mudanzas, manos chiquitas que hurgaban mi biblioteca y contenedores internacionales, sino que logró sobrevivir hasta hoy. Ocupa ahora un lugar privilegiado en una de mis bibliotecas. Eso sí, como tengo gatos muy atrevidos, los puse arriba de todo, para que no puedan alcanzarlos.
También a Inés el tiempo le fue pasando. Un día, de manera brutal, tuvo que dejar su departamento en la avenida Pueyrredón. Y cuando logré llegar a él, entre las pilas de libros abandonados y tirados por el piso, encontré dos carpetas con sus Bolsillitos. ¡Los que ella había escrito! Por supuesto, me los traje a Nueva York y pasaron a engrosar mi colección del estante de arriba.
De pronto, un día como otros, recibo un mail de Susana. Me cuenta que es investigadora, que se ha concentrado nada menos que en los Bolsillitos y que Inés ocupa un lugar privilegiado en su trabajo. Voy corriendo a mi escondrijo. Encuentro los Bolsillitos. Y no puedo creer que esos libritos tan ínfimos hayan logrado sobrevivir a tanto. Y que sigan habitando no solo mi vida sino, al parecer, la de muchas otras personas.
Me entero también por Susana de que Inés tiene seguidores y admiradores de su literatura infantil. La llamo y se lo cuento. Ya casi lo ha olvidado todo, pero le recuerdo las anécdotas de sus personajes. Como es muy educada, se ríe. Creo que se alegra.
Quiero agradecer a Susana, que ha salvado la memoria de los Bolsillitos, así como a todos aquellos que están determinados a preservar y proteger algo tan frágil pero indestructible: la memoria de toda una época en la Argentina, quizá más inocente, menos feroz, en mi caso, podría decir, la única que rescato. Quizá ustedes, como yo, todavía puedan citar de memoria pasajes enteros de sus Bolsillitos. Se los agradezco, en mi nombre y en el de Inés.[9]


14-Gaos, Andrea (1950)




            Nací en Morón, provincia de Buenos Aires, pero toda mi vida de soltera la viví en Ramos Mejía. Soy docente y Guía de Turismo. No recuerdo cuándo mi mamá empezó a leerme los libritos de la Biblioteca Bolsillitos, pero, vaciando la casa para venderla, encontré uno muy antiguo sobre animalitos, creo que de 1954 o algo así.
Cuando aprendí a leer,  los seguí leyendo yo aunque mi mamá continuaba contándolos porque mi hermano era más chico. Luego, me largué solita por mi cuenta.
Mis padres eran personas muy cultas: yo me crié en una casa llena de libros. Para mí leer era tan natural como salir a jugar a la calle con mis amigos. Mi mamá era casi Contadora Pública y mi padre, Oficial de Marina. Lamentablemente, como estaban separados y nosotros vivíamos con mi mamá, mi padre queda afuera de esta historia conectada a Bolsillitos.
Teníamos un tío abuelo político, el Tío Luis, que todos los domingos los compraba (o al menos ese día nos traía los libritos) y, aprovechando que venía con su esposa a visitar a mis abuelos (yo vivía también con ellos) traía de regalo un cuento. Todos, todos los domingos de la vida, aún cuando yo ya estaba noviando, allá por fines de los ’60.  Y yo seguía leyendo los cuentitos: era como un ritual. Mientras, los mezclaba con libros de biografías de famosos, Cortázar, Sábato, Erich M. Remarque, Steinbeck, etc. ¡Muy ecléctica la cosa!
Con respecto a los suplementos de juegos, creo recordar haber tenido uno de Gatito y algunas revistas de formato más grande, pero no me acuerdo mucho de eso. De radio, ¡nada! En casa, si se prendía la radio, era para escuchar música clásica. Nada de tango, ni de folklore ni de nada.
Me gustaban las cuentos de “Los Pueblos y sus leyendas”(o algo así), algunos libritos sabios (otros eran muy densos). Mi ilustradora adorada era Agi. Abría un mundo de fantasía para mí con sus hadas, enanitos, el organillero mágico, etc. Adoraba sus dibujos. También, ya más grande me gustaban mucho las ilustraciones de Leo.
Guardaba (y guardo) los libritos en cajas de zapatos. Recuerdo con mucho cariño El enanito Nito, Lila busca a Martín, El enanito maestro, Domingo, el mago organillero, La Adivinanza del Jardín, Un pez, un pájaro y una flor, y Doña Hormiga. Para Navidad, ¡había lectura temática sobre el tema! Esos son los que me vienen ahora a la memoria. No me gustaban los de Walt Disney.



Nº616 Un pez, un pájaro, una flor...

En el colegio no trabajamos nunca con estos libritos. Ni con otros, sino con el libro de lectura que tenía unos cuentos muy buenos.
Mucho libritos desaparecieron por una situación bien triste: yo, como un ritual sagrado, todas las noches, todas, les dejaba a mis tres hijos que escogieran un cuentito cada uno y se los leía. Terminado el evento, ellos sabían que debían ir a la cama y dormirse.Una vez, mi hija más chica se enfermó gravemente (aún tiene secuelas aunque ya tiene más de 30 años) y quedó internada en terapia por 15 días. Y yo, con ella. Y de repente, mis hijos que eran muy chiquitos (dos y tres años) se quedaron sin hermanita, sin madre y sin cuentitos. Ningún familiar (padre, abuelas, etc) retomó el ritual de los libritos en esa quincena. Cuando pasó todo el evento y volví a casa con mi hijita, encontré que mis otros hijitos habían habían roto, en pedazos de menos de un centímetro cuadrado,  un montón de libritos y los habían escondido en el fondo del placard. Como eran tan pequeños, no me supieron explicar nada y quedó como un misterio. Ni sé cuántos libritos perdí!
A medida que mis hijos crecían apareció mi sobrino, que pasaba el verano con nosotros, y recomenzó el proceso de nuevo. Mis hijos, ya adolescentes, disimulaban, pero terminaban sentados en la alfombra escuchando los cuentitos. ¡Un volver a vivir para ellos! Ahora tengo un nietito, pero vive en otro país, así que lo remito al blog de Susana. Pero aún es muy chiquitín.
No coleccioné libritos Bolsillitos. Me quedan varios, en estado bastante deplorable, por tantos deditos y manoseos de niños: el mejor homenaje que se le puede hacer a un libro infantil!
Mis hijos hoy, los tres profesionales, son grandes lectores y, espero, recuerdan con cariño esas épocas.
Quiero contar dos cosas especiales:

* Una es que una vez en el Barrio de Belgrano, caminando por Av. Cabildo, vimos en una vidriera de una esquina, una muñequitas tejidas (parecía con máquina de tejer) y tenían etiquetas con el nombre de la autora: AGI, escrita con letra cursiva. ¡Era la letra de Agi! Entramos e intentamos hablar con las vendedoras de cómo poder conectarnos con ella para agradecerle todo lo que había hecho por mí y por mis hijos en la infancia. Las vendedoras se negaron rotundamente y de bastante mal modo: “No podemos dar datos de la artesana”  Entonces le escribí una carta y le dejé mi teléfono. Nunca supe qué pasó con esa carta. Todavía lamento no haber comprado una de esas coloridas muñequitas tejidas. Esto debe de haber ocurrido a fines de los 80’o principios de los 90’.

** La otra cosa que quiero contar es que, como mi hija y yo somos titiriteras, representamos tres obras basadas en libritos Bolsillitos: La adivinanza de jardín, Doña Hormiga y Cayó un Hada en el Jardín. Al hada, que había dibujado Agi (creo), le hicimos una peluquita dorada y le pegamos los pelos uno por uno¡Una belleza!
Pasado los años, le regalé todo a mi sobrina que es maestra jardinera. No sé qué pasó con los títeres y los libretos…
Ahora mismo estoy mirando lo que queda de los libritos y me emociono mientras recuerdo todo esto.
¡Le estoy tan agradecida a la Biblioteca Bolsillitos! Hicieron de mi infancia bastante problemática, una época más bella y enriquecedora.
¡Gracias Biblioteca Bolsillitos!


15-García, Graciela Magdalena (1950)

            Nací en el barrio de Belgrano y me crié en Rosario. Mis padres eran comerciantes. Habré leído los Bolsillitos entre 1955 y1956, me los compraba mi papá en el puesto de diarios. Mi mamá me los leía, hasta que aprendí a leer.
            Me gustaban Pepe Bolsillitos, Osito, las Caperucitas y el Negrito Pantaleón. Mis Bolsillitos preferidos eran los de los viajes de Osito por el mundo, porque me mostraban países desconocidos para mí. Recuerdo que me gustaba mucho El armario de las Caperucitas. Los guardaba en la mesa donde jugaba porque los releía continuamente.



Nº219 Osito en Francia

            También leía “Gatito” y “El diario de mi amiga”, y esperaba ansiosa los próximos ejemplares. No llevaba ninguno a la escuela porque los cuidaba demasiado.
            En la actualidad, supongo que tengo solamente dos o tres Bolsillitos guardados en un placard. Los leía tanto, copiaba sus dibujos, y los llevaba a todos lados conmigo; ya en mi adolescencia estaban bastante baqueteados y luego les llegó el turno a mis cuatro hijos de leerlos, más algunas mudanzas, hicieron que fueran quedando en el camino.


Graciela (en el centro) con Susana Navone y Susana Giménez en la primera reunión del grupo Lectores de Biblioteca Bolsillitos (15/08/2014)

         Les leí algunos a mis hijos; les he contado que eran las revistas de mi infancia e  imprimí algunos del blog para regalarles a mis nietos.


16-García Montero, Adriana (1965)




            Nací en General Pico, La Pampa, donde viví hasta los cuatro años. Luego nos mudamos a Córdoba Capital.
No conocí a los Bolsillitos de chica. En mi caso, los conocí casi de casualidad, buscando información sobre líneas y continuidades en la Literatura para niños de nuestro país.
Hace unos cuantos años, a partir de estudiar la obra de Boris Spivacow y de las colecciones infantiles de CEAL, di con información sobre editorial Abril y sobre los Bolsillitos.  Y ahí empezó la historia. Buscando por internet encontré algunas referencias, del blog de Susana sobre todo. Luego en el grupo de facebook. Y paralelamente a todo esto comencé a comprar algunos, también a través de Susana, a quien contacté primero como vendedora, y sin saber que era la misma persona que la del blog y el grupo de face.
Es más, demoré un tiempo en darme cuenta que un texto que yo había leído sobre los cuentos clásicos (que a su vez me había puesto en la pista del libro de Darnton) también era de su autoría.
En fin, que hace unos años empecé a comprar Bolsillitos y a leerlos, en un intento por conocer y profundizar en colecciones de libros que apostaron a formas de distribución y comercialización que una supone más al alcance de los sectores populares.
En  ese sentido es que ahora, como docente  del profesorado en enseñanza primaria, del Instituto de Formación Docente Continua de Bariloche, los llevo a clase, los comparto con mis estudiantes, los consideramos parte del “patrimonio” literario de generaciones anteriores. Hasta ahora no he encontrado lectores que los conozcan, pero sí los veo circular de mano en mano, los veo ser leídos por lectores muy jóvenes, que se fascinan por cuestiones tan variadas como el tamaño, la riqueza y sencillez de sus imágenes, las variadas autorías (tanto de textos como de ilustraciones), las estrategias de venta y distribución, y varios etcéteras.
Ellos se fascinan por las letras en cursiva, por la existencia de libros con “pictogramas”, por el diseño de los libros escenarios, por la presencia de poesía, como la de Germán Berdiales o Vicente Barbieri, por las ilustraciones de Agi, Breccia o Ruth.  Les asombra encontrar a Oesterheld entre los autores. Les llama la atención la forma de firmar estos libros, solo con el nombre propio (en la mayor parte de los casos) y eso lleva a pensar en la constitución del autor infantil y en la valoración social respecto de esta producción.
En lo personal, me gusta indagar en otras estrategias editoriales, que propugnaron otras lógicas comerciales, más al alcance del gran público. Un modo de discutir, tal vez, con las lógicas actuales, del libro para niños como un objeto fuera del alcance de buena parte de nuestras infancias.
Me interesa de los Bolsillitos esa apuesta a la masividad, a la posibilidad de que cualquier pibe de los 50 pudiera acceder a un “librito” (así, en un  diminutivo no despectivo, sino con la carga del afecto, pero también de la desacralización), a muchos libritos para ser más precisas, con historias variadas, con autores que desde territorios diferentes, pudieran acercar sus propuestas estéticas. Y todo a bajo costo  en espacios por fuera de la cultura “oficial”.


Teatro por la identidad Bariloche-Dina Huapi (24/03/1017)

Esto es lo que me interesa compartir con mis estudiantes del profesorado.
Todos estos son aspectos que demandan una mirada histórica, y si bien nuestro propósito dista del de conformar a los estudiantes del profesorado como especialistas, sí nos interesa pensar el rol de los docentes desde un lugar de decisión en las políticas de edición, selección y circulación de la producción literaria pensada para la infancia. Por ello es que incluimos en la formación docente contenidos que nos llevan a mirar autores, líneas, géneros, propuestas, que dan cuenta de hitos centrales en la constitución del campo de la LIJ en nuestro país.


17-Giménez, Susana (1956)

Los primeros Bolsillitos casi estoy segura que los trajo papá, probablemente del kiosco de Pirosanto, que estaba frente a la Cervecería en la calle 12 de Octubre, a pasos de la barrera…en qué año…quizás 1958 ó antes, yo nací en 1956, precisamente un 15 de junio, en Quilmes, y el fortuito hecho de mi nacimiento el día del libro selló mi destino de lectora. Claro, también estuvieron mis padres, que sentían  un afecto especial por la lectura. Papá era tejedor textil,  y recuerdo que leía todas las noches mitología griega en el diccionario enciclopédico. Mamá era modista, pero antes de casarse había trabajado en una librería, ella me enseñó el cuidado y respeto por los libros.Seguramente con mamá  compramos Bolsillitos más adelante, cuando me llevaba al jardín, porque camino a la escuela nos deteníamos en el kiosco de diarios y revistas.
Antes de los Bolsillitos estuvieron los cuentos de “2, 3 y 4” también de Editorial Abril, que me leían una y otra vez hasta recordarlos yo de memoria,  intentando que me durmiera.


Mi colección de 2, 3 y 4

Cuál será el primer Bolsillito que tuve en mis manos, no lo sé, pero Canciones para chiquitos es muy especial, mi abuelo estampó en él su firma, varias veces, con su  rúbrica inconfundible.
Muchos Bolsillitos tienen la costura simétrica de la máquina de coser de mamá, que los reparaba una y otra vez, intentando componerlos.
¡Qué lindo es recorrer esas páginas gastadas, encontrar a veces letras vacilantes que hablan de mis primeros años!…Bolsillitos desplegó, sin dudas,  para mí un mundo de historias, dibujos, conocimientos. Y hablando de dibujos, qué delicias los de AGI, con su diseño inconfundible y la prolífica RUTH, abarcando tantos temas.
Los “cuentitos”, como los llamábamos entonces, siempre siguieron a mi alrededor, a pesar de incursionar en otras lecturas para “nenes más grandes”, la pila de Bolsillitos, que todavía conservo, estaba siempre disponible, especialmente en las vacaciones escolares.
Si pienso ahora, a la distancia, ¡cuántas cosas hermosas me enseñó Biblioteca Bolsillitos! La historia del papel, del pan, mitología nórdica, griega, historias bíblicas, ciencias, vida de los animales, culturas remotas, incalculable bagaje de conocimientos que  incorporé sin darme cuenta, en la primera infancia.
Yo tenía mi “cuentito” preferido, Uncama el bueno, una historia sudafricana que me encantaba, y me sigue gustando todavía. Y también tenía personajes favoritos que eran los animalitos del bosque: la familia Bigote, las ardillitas,  Palote el zorrito sabio, los castorcitos…  cuando llegaba el librito de las historias del bosque era una fiesta. Y cómo olvidar al duende Coquena  y sus esfuerzos en favor de los animales y la naturaleza… siempre quedaba una enseñanza.
Claro, aprendíamos sin saberlo, formábamos nuestro carácter, valorábamos nuestros amigos, éramos compasivos con los animales y amábamos la naturaleza,  respetábamos a nuestros mayores y maestros, y era tan natural…


Mi colección de Bolsilltos

Después uno creció y los Bolsillitos siempre ocuparon el mismo lugar en el corazón y uno preferencial en casa. La pilita de cuentitos salió de su resguardo para ser leídos a primitos más chicos, ahijados, sobrinos y fueron una dicha cuando fuimos padres. Esperan ahora a los nietos, expectantes, gastados, maltrechos, pero intactos en su mensaje y enseñanza.
Nunca compré Bolsillitos en la edad adulta. No entiendo porqué…quizás están reservados a ese rincón de la infancia donde los más de 100 que conservo, guardan celosos la estrecha relación con la niñita que fui.
Estos últimos tiempos nuestro mundo Bolsillitos, que de grandes hemos recuperado, me regaló inesperadamente el acceso a todos los títulos que no conocía, cumpliendo  el sueño de leerlos algún día, y conociendo a la vez a tantos lectores entusiastas, nuevos amigos con quien compartirlos.


 Con Susana Navone, Carlos Spalding y Horacio Aranda en la segunda reunión del grupo de Lectores de Biblioteca Bolsillitos (12/11/2016)

Editorial Abril, gracias por haber alimentado nuestra infancia con ésta y tantas otras  colecciones valiosas, de muchas de ellas también guardo ejemplares,  que recorro de vez en cuando. Y al entrañable Boris, mentor de inquietudes pequeñitas que fueron formándose a medida que crecíamos, el mayor agradecimiento por haber abierto nuestras mentes desde aquellos comienzos,  enriqueciendo nuestras vidas.


18-Hilb, Nora (1953)         

De chica viví en Olivos y en Martínez, zona norte del gran Buenos. Aires. Mi papá era asegurador  y mi mamá ama de casa y, luego, asistente social.
Leí Bolsillitos en las décadas del 50 y del 60, creo que los comprábamos en un kiosco. Los que ilustraba Agi eran absolutamente mis preferidos. Los títulos que recuerdo son: todos los de la “Señorita Ada”, Cayó un hada en el jardín, La estrellita que cayó del cielo, Lobito


Nº495 Cayó un hada en el jardín

No los tengo más, lamentablemente. También me compraban las revistas “Codelín” y “Billiken”;  a veces, “Anteojito” y también “Pepín Cascarón”. Y recuerdo con amor total al libro El jardinero y la brujita[10]. Pero no conservo nada.
Me fui del país rumbo a México en 1976, solamente llevando conmigo la colección entera de María Elena Walsh, dos libros hermosamente ilustrados de cuentos tradicionales rusos y europeos, y un libro en alemán, de cuyas ilustraciones me había enamorado. No sé el destino de todo lo demás… Pasó la vida…[11]






19-Jodara, Mariana (1968)

Mi nombre es Mariana Jodara  Nací en 1968, año de muchos cambios, revoluciones y movimientos sociales a nivel mundial, casualmente pocos días antes del mayo francés.
Soy profesora de portugués y traductora. Trabajé también como correctora en una editorial durante 15 años.
Siempre viví en la ciudad de Buenos Aires, repartida entre Almagro y Villa Crespo, con un breve paso por el límite entre Balvanera y Recoleta.
Supongo que leía los Bolsillitos en los años 1972 y 1973, a juzgar por los ejemplares que tengo en mi poder (aunque tengo algunos más antiguos, que serían de mis hermanas mayores).

Mi colección de Bolsillitos (1)

Mis padres son profesionales: contador público  y profesora de inglés. No tengo total certeza, pero calculo que era mi madre quien me compraba los Bolsillitos y, si no me equivoco, lo hacía en kioscos de revistas. Es probable que los leyera yo sola, ya que aprendí a leer a los 4 años y era una ávida lectora. No sé si los comprábamos todas las semanas, pero calculo que en el año 1973 casi todas las semanas, porque tengo bastantes números consecutivos.
No sé si tenía un personaje preferido, pero sé que algunos títulos me marcaron mucho, como por ejemplo, “Almanaquito”, que me parecía muy triste. Tengo el recuerdo de haber construído un almanaque con ese dibujo, o bien de haber querido hacerlo. También me encantaba “37 gatos”  el de “El tranvía 86”, “Los hamsters”, entre muchos otros  que me marcaron. Creo que Beatriz era mi autora preferida. En cuanto a los ilustradores, todos me parecían fantásticos. Me gustaba dibujar y calcar (en esa época era una costumbre escolar quizás relacionada con los mapas) y copiaba muchas veces las figuras de las tapas o del interior, como para aprender a dibujar animales. Recuerdo haber hecho eso con el dibujo de “El tigrecito”, por ejemplo.


MI colección de Bolsillitos(2)

No sé dónde guardaba los Bolsillitos ni si los llevaba a la escuela. Pero evidentemente estuvieron bien guardados, porque aun al día de hoy se conservan en muy buen estado (cuarenta y tantos años después).
Tengo una hija de casi 18 años y compartí con ella la lectura de todos los Bolsillitos cuando ella aun no sabía leer. Nos reíamos juntas de las historias y estoy segura de que ella debe recordar algunas tanto como yo; por ejemplo, el cuento de “El rey Porquenó”, un monarca  despótico y caprichoso, que exigía entre otras cosas que su súbditos se desplazaran a los saltos, sin pisar las baldosas negras (o las blancas, no recuerdo bien).
No compré más Bolsillitos que los que tuve de chica. Mi colección se compone de los ejemplares que leí en esa época: los acabo de contar y son 76.

 Mi colección de Bolsillitos (3)


20-Kaplan, Nora (1950)

Nací en Buenos Aires,  en  “el año del Libertador General San Martín”, como se decía en esa época. Viví siempre en la capital, en pleno centro, muy cerca del obelisco. Mis padres eran ambos profesionales: mi mamá, profesora de inglés y poeta y mi papá, médico. Ambos, muy lectores, tenían en casa una biblioteca muy extensa. También mis abuelos maternos, con quien vivíamos, eran profesionales y todos me estimulaban a leer y también a redactar.
No tengo un recuerdo exacto de dónde me compraban los Bolsillitos, los que comencé a leer desde muy chiquita, posiblemente a los 5 años. No estoy segura si lo traía a casa el diariero junto con La Nación y más adelante, con el Billiken, o si mi papá me los compraba en el kiosco, cosa que sí hizo cuando fui más grande, con el Diario de mi Amiga, otra publicación de la Editorial Abril que yo amaba (¡y todavía amo!). Tampoco tengo el recuerdo de que alguien me los leyera, pero debe haber sido así, pues mis primeros Bolsillitos son de 1952 aunque probablemente, los habían comprado antes para mi hermano, que era cuatro años mayor que yo. En todo caso, yo los leí por años (los últimos son del año 1959) y los coleccionaba en unas cajas de zapatos de color azul celeste destinadas especialmente para ese fin. De alguna forma y sin estar consciente de ello, me convertí en coleccionista de los primerísimos Bolsillitos y fue una alegría enorme saber que podía formar parte de una comunidad que compartía esta afición y amor por estos tiernos libritos.
Creo que nunca me compraron un suplemento de juegos – en verdad no sabía que existían – ni tampoco escuché por radio los programas de Bolsillito y de Gatito, por lo que presumo que nadie “intervenía” realmente en mi relación con estos libritos. También supongo que cuando crecí y me hice “grande”, a partir de los 10 años, ya me volqué completamente a los Diarios. Pero lo que sí hacía eran las actividades propuestas por Pepe Bolsillitos en la contraportada.
Mis personajes preferidos eran Pinocho y Pinochita, con sus diferentes comercios, como la confitería (uno de mis preferidos, ya que yo era muy golosa de pequeña), Perlina, con su coquetería, Cenicienta en la serie de los meses del año, Trapito y Osito, este último con sus viajes alrededor del mundo, que me hicieron aprender sobre lugares lejanos o exóticos desde muy pequeña …
Me gustaban mucho las portadas de cuadritos, en especial las de color rosado, fucsia y rojo. Dentro de los autores, me gustaba ver el nombre de Nora (¡como yo!) en la portada, pero también el de Inés. Solía poner los Bolsillitos en fila y a veces jugaba a que eran niños en la escuela, los agrupaba por colores y me encantaba manipularlos. Creo que al mirar esas portadas familiares, me sentía segura, como si la infancia fuese un momento de felicidad suprema, que nunca acabaría.
Me vienen a la memoria – y también con la ayuda del hermoso blog de Susana – los títulos que me encantaban, como El Hada Azulina, Trapito y la Lámpara Maravillosa, las rondas, como la de Las chiquitas y la de Carnaval, La orejita de Perlina y tantos otros. Curiosamente, los basados en personajes de Disney no me llamaban mucho la atención.
Debo a mi madre, María Elena Fingermann, el hecho de que tanto los Bolsillitos, como los Diarios de mi Amiga, se conservasen hasta el día de hoy, puesto que ella los preservó con amor. De Argentina, viajaron a Venezuela, donde viví muchos años, y donde los leyeron mis tres hijos, especialmente el varón, quien desde siempre fue un ávido lector. Actualmente, se encuentran en un estante de una biblioteca especial que mandé hacer en mi casa de Salamanca, España, donde vivo desde hace diez años, junto a sus amigos, los libritos “Araluce, las obras maestras al alcance de los niños”, colección española heredada de mi madre y que también hicieron el mismo periplo que los de la editorial Abril.


Con mis nietas Naomi (2013) y Liat (2011) en su casa de Seattle

Ahora escribo estas líneas desde Seattle, Estados Unidos, en la casa de mi hija, a la que he traído varios libritos Bolsillitos que he escaneado e impreso – pues los originales no se moverán de donde están – y que leo a mis dos nietas bilingües. Es interesante observar que debo hacer algunas modificaciones al leerlos, puesto que algunos modismos argentinos son incomprensibles para ellas (su español es una mezcla de diferentes variedades y no pertenece realmente a ningún lugar geográfico determinado), y también algunos cambios en aras de la corrección política, como por ejemplo, ¡no usar la palabra “negritos”!


Van a una escuela internacional bilingüe y están aprendiendo aleer y escribir simultáneamente en inglés y español.

Ahora estoy tratando de difundir el blog a todas las personas que creo puedan estar interesadas y como dije antes, estoy emocionada de ser un integrante de esta comunidad que, gracias a la tecnología, podemos compartir esta pasión por nuestros primeros libros de la infancia. También muchas gracias por permitirme expresar estos sentimientos.


21-Kornfeld, Pablo (1975). Nieto de Ditti Hoschstimm, sobrino nieto de Susi

Toda mi infancia viví en Villa del Parque, Capital Federal.
Los Bolsillitos me los empezaron a leer desde antes de tener memoria y los seguí leyendo tal vez hasta mediados de los años '80, pero cada tanto los volvía a agarrar, aunque tal vez no tan a menudo ni hasta tan tarde como los Gatito y los Diarios de mi amiga (que eran supuestamente para chicas, pero, cuando fui más grande, ya que eran más largos y con más texto, los leí todos).
Mi papá trabajó un tiempo en el Centro Editor y después en el diario La Nación (en la parte de distribución) hasta que se jubiló. Mi mamá trabajaba como maestra de grado y de actividades prácticas.
La mayoría de los Bolsillitos los heredamos de los familiares que trabajaban en la editorial Abril. Creo tener el recuerdo (que puede ser apócrifo) de que a veces mi mamá compraba alguno. Sé que a ella, cuando se sentía mal y no iba a la escuela, mi abuela le compraba un Bolsillito.
Al principio me los leía mi mamá, después, solo.
Me gustaba mucho la serie de Osito y en general los ilustrados por Agi, Oski y Breccia. Uno que siempre recuerdo de la infancia es El Rey Midas, ilustrado por Oski.


Nº781 El Rey Midas

Los Bolsillitos los guardábamos en una caja que mi mamá había forrado con un papel de envolver con dibujos. ¡Siguen estando ahí! La caja, en una de las bibliotecas, en la casa de mi mamá en Buenos  Aires.  No recuerdo de haberlos llevado nunca a la escuela.
.Cuando nacieron mis hijos, mi tía abuela Susi nos regaló unos cuantos ejemplares que todavía tenía, tanto de Gatito como de Bolsillitos y algunos libritos de otras colecciones  como “2, 3 y 4”, “La paleta de...” (que eran para colorear), “Yo soy ...” (todos los ejemplares que tengo están escritos por Susi, algunos ilustrados por ella y otros por Agi), “¡Qué parejita!”, “Selecciones de Bolsillitos”, etc. No colecciono Bolsillitos pero tengo, toda la serie de Osito y algunos más (algunos escritos por Susi, otros no). Tengo en este momento, acá en Praga, cuarenta y dos Bolsillitos (que guardo en una lata de chocolates suizos). No sé cuántos hay en la casa de mi mamá, pero viendo lo poco que ocupan éstos, diría que, muy por lo bajo, doscientos.
En casa teníamos muchos Gatitos y Diarios de mi amiga. Algunos se terminaron rompiendo o desgastando, pero,  salvo alguna excepción, tenemos todavía todos en condición de ser leídos. Ya estando acá me compré unos cuantos Gatitos más, muchos que nunca había tenido y otros repetidos.
Tanto los Bolsillitos como los Gatitos los leímos con mis hijos muchas veces. Mi hijo mayor también los leyó solo pero ahora ya hace un tiempo que no los leemos (tienen 14 y 10 años).
Hace poco me deshice de tres Gatitos que tenía repetidos para mandárselos al hijo de una amiga argentina que vive en París. A causa de eso me enteré de que a la madre de esta amiga le encantaban los Gatitos y los Bolsillitos, pero que los recordaba de chica, nunca más los había visto. También recordaba las emisiones de radio.


22-Le Fort, María Teresa (1952)

          Yo leí los libros de la colección a partir del año 1957. En ese momento tenía 5 años y vivía en Ituzaingó, provincia de Buenos Aires. Era un pueblo muy pequeño en ese entonces con calles de tierra, prácticamente campo.
Mis padres se habían ocupado de comprar diferentes libros para niños, en nuestra biblioteca estaba la colección completa de “Robin Hood” y también la colección de Constancio C. Vigil de Editorial Atlántida como Misia PepaLa hormiguita viajera….
            En cuanto a la colección Bolsillitos, me los traía el diariero y mi madre me los alcanzaba para que los leyera ni bien me levantaba. Los esperaba ansiosa, me gustaban los cuentos ya que eran muy variados .Recuerdo en especial cuando leí la historia de Josué y su sueño de las siete vacas gordas y siete flacas .Las ilustraciones  eran preciosas  y,a veces, en la contratapa, traían juegos o para recortar y armar figuras. Los leía y releía varias veces al día, tenía una gran pila, entonces, cuando llovía y no podía salir a jugar, elegía uno y, en un bloc de hojas lisas, trataba de copiar algunos de sus dibujos.También se los leía a  mi hermana menor y con ella dibujábamos personajes de los cuentos.



Nº378 José el soñador

           Los comentaba con mi familia que era numerosa y generaba una gran atención en los mayores  por la importancia que yo le daba a cada cuento y a cada libro.
           En el barrio era la única fanática de los Bolsillitos y también era la única en la escuela que los coleccionaba, por eso muchas veces llevaba algún cuento para compartir con mis compañeras en el recreo.
Tuve la colección en mi poder hasta los 23 años, en ese momento nacieron mis sobrinas,  entonces,  cuando comenzaron a leer, se los  fui regalando de a uno porque realmente me dolía desprenderme de ellos; cuando los tenía en mi mano, volvía a leerlos y recordaba los cuentos de Inés y Beatriz.
No encontré nunca en mi carrera de docente y amante de la literatura infantil una colección que se asemejará a la gran Biblioteca Bolsillitos que ha dejado en mí un recuerdo imborrable.
            Si la publicaran nuevamente,  la compraría sin dudar a pesar de que tengo más de 60 años.


23-Morales, Liliana (1962)





            Soy de una generación que pudo vivenciar, de alguna manera, los Bolsillitos o los libros como Copito de la colección “Mis animalitos” que hacía Sánchez Puyol.
            Yo crecí en un ambiente muy humilde, me crié en un conventillo, hasta los diez años.  Algunos Bolsillitos llegaban porque me los prestaban, otros, así como “Los cuentos de Polidoro”, los conseguía mi mamá, con muchísimo trabajo, en algún kiosco de revistas. Incluso había una librería muy grande, que no existe más, en Callao y Corrientes; lo que más recuerdo, que me marcó la infancia, es que tenía unas mesas de madera gigantescas y los fines de semana, cuando nos íbamos a lo de mi abuelita que vivía en José C. Paz, antes de tomar el subte en Callo y Corrientes, entrábamos a esa librería, mi mamá, mi hermano y yo, a buscar libritos para poder leer en el tren.
            A mí me ata a los Bolsilltos una cuestión de muchísimo cariño y, de adulta, básicamente lo que hago, más que mostrárselos a mis alumnos de la escuela primaria, es mostrárselos a los docentes. Hace unas semanas terminamos de dar una capacitación, una compañera y yo, que se llama “Había una vez  una experiencia para reencontrarte con tu niño lector” y está dirigida a docentes, básicamente. Entonces ahí yo presento los Bolsillitos, los del Chiribitil, los Polidoro…Se los presentamos a los docentes desde un lugar de poner en valor un proyecto editorial que, en esa época, salía de todo lo que era el circuito mercantilista de la industria cultural y que consideraba a la literatura como un derecho básicamente, de la mano de Boris Spivacow, con todo lo que fueron las ediciones del Centro Editor de América Latina. Pero hay maestras que son de mi generación, incluso hay algunas más grandes, que cuando se reencontraban con los Bolsillitos, era muy emocionante, porque los reconocían y decían cómo habían llegado  esos Bolsillitos: “Yo de esto me acuerdo”. Entonces a  mi me encanta mostrarlos y que tengan su tiempo para leerlos porque realmente es una experiencia muy, muy bella  encontrarse con esa parte lectora de nuestra infancia y de cómo empezamos a acceder a la literatura.
Amén de SiroB, que es el seudónimo que usaba Boris, a quien admiro por su proyecto editorial de la literatura como derecho, estaba Beatriz Ferro que siempre me pareció fantástica desde todo punto de vista y en los Bolsillitos había ilustradores y gente que realmente ha sido emblemática dentro de lo que es la literatura infantil y juvenil.
            Por un lado, los atesoro, pero, cuando hacemos estos encuentros con docentes, me gusta sacarlos, ponerlos a disposición de los maestros para que los miren, para que los hojeen, para que se reencuentren con un proyecto que estaba al alcance de la mayoría, de grandes sectores sociales, que se conseguían en los kioscos… Y, como decía Boris, un libro no podía salir más que un kilo de pan.


24-Munuce, Catalina (1972)

Soy docente, de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires. Mi papá es panadero y mi mamá, docente. Leí unos pocos Bolsillitos de chica, pero sí leí muchos Diarios de MI Amiga y Gatitos. Buena parte  de esta lectura de Editorial Abril la heredé de mi mamá que guardó todo con esmero. Estaban muy cuidadas pero incompletas.
Como a mis hermanas y a mí nos gustaban tanto estas publicaciones ella intentó completarlas. Para eso se contactó con su antiguo kiosquero. Es de él de quien quiero contarles. Este señor, que cuando yo lo conocí era un viejito de 80 años más o menos, fue en los años 50 y 60 el dueño del kiosco más grande de Bahía Blanca, en la calle más céntrica. El kiosco se llamaba “La casa de las Revistas”.  El sello de su kiosco estampa casi todos los libritos que yo amo tanto y también allí aparece su nombre en potente tinta roja: “La casa de las revistas de Bienvenido Gómez”, se lee clarito.


               Mi colección de Diarios de mi amiga

Cuando yo iba a cuarto grado, vino a mi casa una vez por mes durante casi todo el  año para traernos cosas que le habían quedado de aquella época. Un mes nos traía Diarios de MI Amiga y algún Codelín. Otro mes, fascículos de la Enciclopedia Estudiantil y algunos Gatitos. Así fue como llegaron algunos Bolsillitos a mis manos. Pero lo que más recuerdo de él es como se presentaba: “Gómez hay muchos, pero Bienvenidos, pocos” repetía. 


Mi hija Maite y yo leyendo el Diario de mi amiga Nº1 (2009)

Muchos años después, en 2012, durante una Conferencia en Homenaje a Boris Spivacow y las Colecciones Infantiles del Centro Editor De América Latina, la profesora Ana Rosa Llobet, para presentar a Julia Díaz, legendaria ilustradora de la editorial, recordó a Don Bienvenido y los Bolsillitos que solía regalar como “yapa” por comprar muchas revistas.


Como homenaje a Don Bienvenido



25-Muro, Valentín (1989)[12]

Hace no mucho más de una semana, luego de varias reuniones, una gran madre, otra gran doctora, bastante valentía y otra parte importante de estímulo de una gran amiga, hicimos un gran descubrimiento. Sin duda uno que sirve de explicación a una gran cantidad de pequeñas “gotitas” de rarezas mías. Aspectos que me definen como persona pero que no siempre pudimos entender por qué estaban ahí y por qué eran tan difíciles de corregir, asumiendo que debían ser corregidos.
El asunto de por qué hay tantas cosas que no entiendo, como la manera en que actúan los demás y la manera en que muchas veces se espera de mí que actúe, mientras que otras las entiendo con ridícula facilidad. Aparentemente, en todos estos años parecía que simplemente la manera de describirme era como «Valentín», y en algunos casos como «demasiado Valentín». La sorpresa sucedió al encontrar ciertas regularidades en estos detalles o “gotitas”, y no sólo regularidades respecto de mí mismo, sino respecto de muchas otras personas.
En una hermosa comparación, mi mamá recordó este cuento de aquella colección de libritos para niños que, si bien tenían pocas hojas, su encuadernación era con hilo de coser (o quizás el hilo fue usado para la encuadernación cuando la original comenzó a romperse). Si bien es absurdo explicar cómo surge la comparación, el asunto es el alivio luego de haber podido ponerle un nombre a algo, en este caso, a muchos de mis aspectos y dificultades.
Sin duda soy un hombre de los nombres, a mi manera. Mi cabeza funciona con cajitas donde todo debe tener un lugar, y cuando no hay una donde poner algo es con facilidad que todo el almacén puede desordenarse. Peor aún, cuando ese desorden se hace excesivo, puedo perder el norte completamente y no es fácil localizarme, ni con el mejor de los mapas. En todos estos años aprendí muchos truquitos, como aquellos que en nuestro programa de radio deletreábamos para poder pasar cualquier nivel de cualquier videojuego, pero sin duda hay muchos más que aún no conozco.
En esta aventura que tomó un curso inesperado, yo mismo me fui mansito moviendo la cola, cuando al fin supe su nombre.


Nº755 El hombre de los nombres

El hombre de los nombres
(lo que se acuerda mi mamá del cuento de Beatriz Ferro)

Había una vez un explorador que llegó a una isla desconocida. No figuraba en ningún mapa. Nunca nadie la había visitado. Como no tenía nombre la llamó Mantantirulirulá.
El hombre de los nombres se puso muy contento. Armó su carpa, instaló su radio y comenzó a explorar.
Cada día se dedicaba a recorrer la isla y a ponerle nombre a cada cosa: montañas, ríos, plantas y animales.
A un árbol grande, de tronco grueso lo llamó palote. A otro, chiquito, lo llamó palito.
Al pájaro de cola grande y vistosa lo llamó plumero…a una arañita muy chiquitita la llamó tris.
Todas las noches conectaba la radio y trasmitía. “mantantirulirulá llamando, cambio” “la montaña más alta se llama cucurucha, el río que recorre la isla se llama serpentina, hay un bosque de palotes y otro de palitos, tris ha tejido una tela en el techo de mi carpa y plumero me sigue a todos lados.” Desde la base le comentaban lo contentos que estaban y después de decirse buenas noches decían ¡cambio y fuera y a la cama!
Una mañana el hombre de los nombres salió a recorrer la isla como todas las mañanas, atravesó el bosque de palitos, luego el bosque de palotes y se sentó a descansar a la orilla de Serpentina. Había algo raro en el aire, le pareció que “algo” lo estaba siguiendo…
A la mañana siguiente, lo mismo… esa rara sensación…
Esa noche encendió la radio y ya se disponía a trasmitir su informe
- Aquí Mantantirulirulá…
Cuando escuchó que algo bajaba corriendo, bufando, por la ladera de Cucurucha… en pocos minutos la bestia estuvo al lado de la carpa. Bufaba, gruñía, mostraba los dientes…
“Cambio, cambio…¡socorro! Me ataca… me ataca…” y ahí se quedó callado porque el animal que estaba por comérselo vivo todavía no tenía nombre…
“¡Socorro! ¡Traigan el helicóptero! Me ataca un… un… (y viendo que la bestia tenía cuerpo de rinoceronte, pelo de oso y trompa de elefante) dijo: ¡un rinosofante enoooorme!”
El hombre de los nombres estaba a punto de desmayarse cuando pasó algo inesperado: la bestia se calmó, hizo un gruñido de felicidad y se fue mansita moviendo la cola. Al fin sabía su nombre.

Casi cuatro años después (2016) conseguimos el cuento original
(Bolsillito 755, del 5 de octubre de 1966, escrito por Beatriz e ilustrado por Ruth y Oski)


26-Nadaja, Bárbara (1981)




            Soy la hija de Andrea Gaos. Nací  en el seno de una familia tipo en las afueras de Bs. As. Soy la menor de tres hermanos. Teníamos por costumbre TODAS las noches, antes de dormir, revisar el cajón con cuentitos de la Biblioteca Bolsillitos que mi mamá había guardado desde su infancia. Cada uno elegía un cuentito y mami nos los leía a los tres en la cama grande.
Con esos cuentitos aprendimos los animalitos, los colores y la magia y fantasía que para los niños está en todos lados. Así pasó mi infancia. Los cuentitos eran de otra época pero no por eso perdían validez.
Hoy en día ya no vivo en Argentina[13] y tengo un hijito de dos años. Mi mamá que contó que había un blog con toda la colección. Entonces decidí leerle las mismas historias de los Bolsillitos de mi infancia…¡y a él le encantaron!
A los niños de hoy les falta un poco de la magia y fantasía de antaño y gracias al blog de Susana aún se la puede recuperar. Escribo esto mientras mi hijito Inti duerme la siesta.
Agradezco a mi mamá por haber sido tan tierna y tenernos en cuenta cuando no existíamos todavía. Gracias por leernos tanto tiempo y todas las noches, mami.
Y sobre todo ¡gracias, mil gracias a  Biblioteca Bolsillitos! 


Con mi hijito Inti, en su cumpleaños. Mi mamá y yo le hicimos una torta con el Enanito Nito. (febrero 2020)


27-Navone, Susana Eva (1949)

            Soy profesora de lengua y literatura, pero tengo más años de estudio y de investigación que de práctica docente.
Tenía exactamente dos años y medio cuando salió el primer Bolsillito; mi hermano es dos años mayor. Creo que nos los compraron desde el primer momento, todas las semanas.
            Ninguno de mis padres había terminado la escuela primaria. Mi mamá había nacido en un pueblo de la  provincia de Buenos Aires (Colón), era la mayor de diez hermanos, siete mujeres y tres varones. Cuando era muy jovencita se vino sola a Buenos Aires para trabajar de empleada doméstica, con cama adentro. Ese fue el secreto de su vida, yo me enteré de adulta por una de sus hermanas, lo consideraba algo vergonzoso y no quería hablar de eso. Tiempo después, vino toda su familia y se instalaron en Florida Oeste, en Vicente López. Entonces ella y casi todas sus hermanas, fueron obreras en una fábrica textil.
Por esa época Florida era casi el campo, un pueblo de agricultores. Mi abuelo paterno, hijo de genoveses casado con una francesa, era uno de ellos. Tenían nueve hijos, seis varones y tres chicas. Todos los muchachos trabajaban en la quinta con su padre. Mi papá era el tercero y el más buen mozo, todas las chicas del barrio lo conocían como “el bigotes de la quinta” y querían atraparlo. Pero lo consiguió mi mamá, en un baile de carnaval.
Cuando se casaron, mi mamá dejó de trabajar y mi papá ya no era quintero, había aprendido el oficio de instalador de calefacción y aire acondicionado sin estudiarlo en ningún lado, simplemente trabajando, observando y preguntando. Cuando nací yo, acababa de terminar la obra del aeropuerto Pistarini de Ezeiza, desempeñándose como capataz. Parece que le pagaron bien porque decidió empezar a trabajar por su cuenta, con un compañero  italiano.
Vengo de una familia pobre que estaba empezando a mejorar y a entrar en la clase media cuando aparecieron los Bolsillitos. A mis padres les gustaba leer, pero no leían libros. Mi papá leía el diario y revistas como “Mecánica popular”, por su interés de aprender cosa nuevas, y “Patoruzú”, para divertirse. Mi mamá, que era fanática del cine argentino, compraba la revista “Radiolandia” desde el número 1 y se sabía vida y obra de todos los actores y actrices. En mi casa no había libros para adultos y pocos libros infantiles, la mayoría pequeños y en rústica, de Abril y de Sigmar. Los únicos de tapa dura eran los que le regalaba a mi hermano su padrino (y que yo envidiaba).  Mis padres no iban a las librerías, iban al kiosco. Y en el kiosco estaban los Bolsillitos. Creo que era uno que estaba justo a la entrada de la estación.
Me los habrán comprado hasta 1959, sólo tuve los de las tapas a cuadritos, las lisas las conocí de grande. Los últimos que recuerdo haber tenido son los de “Mis cachorritos”. Cuando aún no sabía leer, me los leían mis padres, generalmente mi papá.
Siempre tuve la imagen de un cajón de manzanas lleno de Bolsillitos, pero los recuerdos infantiles a veces son engañosos, distorsionan la realidad. Cuatrocientos Bolsillitos no llenan un cajón de manzanas, o era un cajón más chico o había otros libros en él. El hecho es que cuando yo tenía 10 u 11 años, y me consideraba “demasiado grande” para leerlos, los Bolsillitos estaban en un galponcito, en ese cajón. Cada tanto sacaba algunos, los llevaba a la escuela, se los mostraba a mis amigas, los releía. Un día fui a buscarlos y ya no estaban. Mi papá, pensando que ya no me interesaban, en una sesión de limpieza, los había tirado porque decía que estaban comidos por los ratones…Una historia tristísima, sólo se salvó una pilita de aproximadamente veinte títulos que tenía en mi dormitorio. Mis preferidos: Pulgarcita, los de las Caperucitas, los de Osito, Muñequita y Trapito, los de la serie de las estaciones de Inés, los de los “Negritos”, La familia Felita, ¡Feliz Navidad!,El castillo encantado, Gatito y Rompococo, Escamita la sirenita, Coca y Coquita, Cucucito, El caballito de madera…
Pero la vida nos da revancha, ahora tengo los 401 con tapas a cuadritos, excepto  el 75 La ronda de las chiquitas, que parece ser la “figurita difícil” de la colección. La prueba es que tampoco lo tiene Horacio Aranda. Sí está en España, con Nora Kaplan, que es quien lo escaneó para el blog. También tengo los de la segunda época, pero con muchos faltantes, y algunas reediciones. En total 720,  contando 29 repetidos que volví a comprar porque los de mi infancia estaban muy deteriorados*. Además, 83 “Historinhas semanais”, que me mandó una amiga brasileña. Encontrar a Horacio fue una bendición porque a él se los empezaron a comprar más o menos cuando dejaron de comprármelos a mí (y, obviamente, no perdió ninguno), y así nuestros Bolsillitos se complementaron y ahora están todos juntos en la Biblioteca Bolsillitos Virtual en “Enigmas y misterios de los Bolsillitos”.

* En diciembre de 2020 suman 752, pero sacando los repetidos, tanto con el número original como en otra edición, son 696 títulos originales, o sea que todavía me faltan 171 para tener los 867 que conforman la colección. ¡Y hace algunos meses conseguí el 75!


Mi colección de Bolsillitos ordenados por año. Los de la fila de más arriba son las historinhas y los de la que le sigue las reediciones.

Al ir recuperando la colección me encontré con Bolsillitos que reconocí haber tenido y amado, especialmente por las imágenes, por ejemplo Pepe.P,Pino y Mickey y el gigante.  Me gustaban las ilustraciones de Breccia, las de Ruth, las de Susi en Pulgarcita…pero mi ilustradora favorita era, es y será, Agi.
En cuanto a los autores, la primera que me llamó la atención fue Susi, porque era mi nombre el que estaba en esas tapas. Creo que funcionaba esa idea de que los chicos se sentían identificados con el autor si sólo ponía su nombre de pila; conmigo, al menos, fue así. Me encantaban los personajes de los juguetes, pero, más que los viajes de Osito, prefería  Osito, Muñequita y Trapito, El cumpleaños de Muñequita y Trapito y la lámpara maravillosa. Me gustaba verlos a los tres juntos, no solamente a Osito. Me encantaban los cuentos de las estaciones del año y los de Escamita de Inés. Los de Beatriz me gustan  ahora, pero de chica apenas si leí alguno, por ejemplo Colorín el zorrito. Cuando empezó Beatriz, yo ya leía otras cosas.  No conocí a los Diarios de mi amiga en mi infancia. Lástima, me hubieran fascinado.
Sí tenía algunos de otras colecciones de Abril, como Pelusa en la República Argentina  de “La ventanita”, cuyos versos aún recuerdo de memoria y Los chanchitos de “2, 3 y 4”. También tres libritos apaisados de historietas, sin tapas, que no sabía de qué colección eran hasta que lo descubrí hace un par de años; “Los cuadernos de Gatito y Mickey”. La falta de las tapas es porque las contratapas traían figuritas para recortar. Y, me parece, haber tenido algunos “Gatito”. Seguramente estaban también en el cajón…Ahora colecciono toda las colecciones infantiles de Abril: Gatito (tengo 70 de los 90 de Abril más 3 de Yago), El diario de mi amiga (ya lo tengo completo, los 59 libritos);  2,3 y 4, (46) Cuadernos de Gatito, Yo soy, La ventanita, ¡Qué parejita", Cuentos de Abril...



Mis otras colecciones de Abril 1

A veces los llevaba a la escuela, pero para sacarlos en los recreos. No era habitual en esa época leer algo fuera del libro de lectura. Mi maestra de los primeros grados nos recomendaba libros para leer, especialmente los de Biblioteca Billiken de Atlántida; pero no de la serie roja sino de la azul. Cuando estaba en “primero superior” nos recomendó La infanta mendocina de Arturo Capdevila…pocas veces me aburrí tanto leyendo un libro. Por suerte mis tías, que eran muy lectoras, empezaron a regalarme los de la serie roja; Heidi, El pequeño Lord Fauntleroy, 350 poesías para niños
Tenía  varios suplementos de juegos: “Los rompecabezas de Berilín” que armé mil veces y al final perdí (pero que ahora los tengo de nuevo sin destroquelar las piezas), “La lotería de Pepe Bolsillitos” y  me parece haber tenido también “El pozo de los deseos”. En cuanto a los programas de radio, tengo un vago recuerdo de haberlos escuchado.


Mis otras colecciones de Abril 2

Mis Bolsillitos infantiles vivieron en una cajita de zapatos de bebé, saliendo de vez en cuando para que se los leyera a alguno de mis hijos, pero en realidad, los dos mayores conocieron más a “Los cuentos de Polidoro” y los tres menores a “Los cuentos del Chiribitil” y  los de “Mi primera biblioteca Veo-.Veo”, considerando sólo las colecciones que se vendían en los kioscos. Cuando conseguí mis primeros Bolsillitos “ajenos”, en una época posterior a la infancia de mis hijos, pero anterior a internet y a mis nietos, los libritos se mudaron a una caja de madera.
Creo que quien mejor los conoció y disfrutó fue mi nieto mayor, Toto,  porque su primera infancia coincidió con la época en que empecé a comprar mis nuevos Bolsillitos. Le gustaba ordenarlos en una gran caja de cartón que, al aumentar, la colección también les quedó chica. Finalmente mi familia de Bolsillitos  se mudó a casas separadas, pero vecinas, a dos prácticos contenedores de plástico, de esos que suelen habitar los juguetes de los chicos. Los de tapa a cuadritos viven en uno, bastante apretados; los de tapas lisas, en otro de igual tamaño, donde les sobra lugar. Por ahora. Las Historinhas, en un departamento más pequeño.


Donde viven los...Bolsillitos y mis suplementos de juegos.

Están en la biblioteca infantil, pero no están en préstamo. Ni siquiera les puse el sello. Tienen delante del número de inventario una “H” que significa que pertenecen a la Biblioteca “Había una vez”, pero no pueden salir de ella.
 No quieren hacerlo, les gusta quedarse conmigo... Aunque últimamente los estoy compartiendo con mi nieta Selene (2014).





28-Peyceré, María Julia (1960) – Esposa de Pablo Conti

Cuando yo era chica, nos mudábamos mucho, cada dos años (contratos de alquiler) siempre entre Barrio Norte y Palermo. En el tiempo que más recuerdo a los Bolsillitos vivíamos en Palermo, Pacífico, en la calle Uriarte a dos cuadras de Santa Fe.
Calculo que leí, o me leyeron Bolsillitos, entre 1964 y 1968. Yo los recuerdo más que nada cuando tenía 5 y 6 años, o sea en el 65 y 66.Compraba, con mi mamá, los Bolsilltos  en los kioscos.
Me acuerdo de unos conejitos, ardillitas, de un topo, de unos duendes, de nenes y nenas. Pero no me acuerdo exactamente de los personajes y sus nombres. Mis Bolsillitos desaparecieron como tantas cosas de la infancia, porque se rompen, se regalan a otros niños cuando uno crece o se pierden en mudanzas....



Nº614 Alfombras para volar

 Mamá nos compraba libros y revistas. Billiken siempre. Las guardé durante mucho tiempo hasta que al final creo que las regalé. En cuanto a los libros, no recuerdo las editoriales. En casa se compraban de la colección Iridium y Robin Hood... pero no teníamos mucha plata así que era difícil comprar libros muy seguido. Se "pasaban" los libros, como la ropa, entre hermanos, primos y amigos. A partir de los ocho años me hice una amiga, (¡que conservo hasta ahora!), a la que le compraban libros por colecciones completas,  con ella devorábamos lo que hoy se llaman "sagas".
Los Bolsillitos eran ideales porque eran muy económicos. Mamá me los traía todas las semanas y para mí era una alegría inmensa. También recuerdo que cuando estaba enferma me llevaba todos los que tenía a la cama y los miraba o releía y hacía los juegos que venían en la contratapa.
Un día, cuando ya estaba casada con Pablo, en una reunión familiar, estábamos charlando cuando en un momento dado, conversando con Ruth, descubrí que ella era la ilustradora de muchos de los personajes de los cuentos de mi infancia. También que la autora era Beatriz Ferro, con quien compartimos una linda amistad familiar, y que Chacha, a quien no conocí, era la tía de mi esposo.
¡Se ve que los que se tienen que encontrar, se encuentran!
No sé qué pasó, que se empezó a hablar de los Bolsillitos en casa y que los tenía Ruth.  Cuando nuestros hijos tenían más de seis años, Ruth los repartió entre sus nietos.  Por eso los leímos mucho con Mariana, pero ella los leyó más bien sola. En cambio Ariel,que tiene 18 meses más que ella, me parece que no los disfrutó de la misma manera. -creo que ya tenía otros intereses y no tengo recuerdo de nosotros leyéndole a él-. Creo que Ruth se los leía a todos los nietos cuando iban a visitarla y eran chiquitos. Fue después que los fue repartiendo,  cuando ella consideró que los iban a cuidar. Debe ser aproximadamente un tercio de la colección, encuadernada, porque creo que ella la tenía completa.


29-Prieto Malinow, Claudia (1952) – Hija de Inés Malinow

Los Bolsillitos nacieron el mismo año que nací yo. Lo único que recuerdo de ellos es que cuando alguna de nosotras se enfermaba con gripe o lo que fuera que hacía que teníamos que quedarnos en cama, mi madre sacaba de algún lugar secreto una caja de cartón en la que estaban los Bolsillitos y nos servían de entretenimiento esos pocos días en que no podíamos levantarnos. No recuerdo nada más que eso, no es que mi madre llegaba cada vez que salía un Bolsillito y que podíamos leerlos. Supongo que mi madre tenía sólo una copia y que esa es la razón por la que los guardaba con tanto cuidado.
Cuando mi madre murió los Bolsillitos fueron para una de mis hermanas que los adoraba.[14]


30-Rodríguez, Raúl Ricardo (1952)

            Nuestro ingreso al Mundo Bolsillitos ocurrió en un pueblo del norte de la provincia La Pampa, Realicó, donde mi padre era el jefe e la estación del Ferrocarril Sarmiento. Mi madre, que era profesora de piano, descubrió en la Librería “Barco” la existencia de varios números (los primeros de la colección) y, sin dudar, los compró para llevárselos a mi hermana mayor Adela que se encontraba en cama, engripada. Al llegar a casa, le puso sobre la cama algunos de ellos, para alegría y asombro de los tres hermanos: Adela, Susana y Raúl.
            En los días sucesivos fue entregando el resto de los Bolsillitos. De ahí en más, todas las semanas esperábamos la llegada de nuevos números de la colección que fueron uno de los mayores atractivos de nuestra infancia, allá por los años 1954-1955 aproximadamente.
Favoritos de Adela (1947): Nina la bailarina, La princesa y el porquerizo.


Nº36 La princesa y el porquerizo

Favoritos de Susana (1950): Los dos mellicitos, La escuelita, Los burritos, Otoño.


Nº33 Los burritos

            Yo, Raúl, simplemente miraba los dibujitos; me impresionaba el color verde de Rompococo, las magias de Trapito, los viajes de Osito…Màs tarde, me gustaron El flautista de Hamelín y La camioneta que no podía caminar.


Nº267 La camioneta que no podía caminar

            Aprendimos muchas cosas de los Bolsillitos sabios. Otros títulos rcordados de nuestra infancia son: Lauchita Rin-Rin, Pochita la cocinerita, La granja de los Negritos, La familia Felita, Pelito Blanco, La casita de Timoteo Lauchín y…¡¡todos!!
            Compartíamos los libritos con amigos (así se extraviaron muchos). Mi madre Mnemis, actualmente con 97 años, recuerda que compró una biblioteca adecuada al tamaño de los libritos. Los leíamos en casa, la escuela primaria, en nuesto caso, no tuvo participación alguna
            Pasaron los años y Susana fue quien guardó y conservó los libritos que quedaban, e incluso le compró a su hija Luciana Morteo (1972) los nuevos Bolsillitos de tapa lisa con una guarda vertical, allá por los años 1974-1975. ¡Los tenía casi todos! Pero, lamentablemente, sólo unos pocos se salvaron.
            La tercera parte de esta historia tuvo lugar hace aproximadamente cinco años (2014). Susana me dijo: “Mirá lo que encontré” y puso sobre la mesa varios Bolsillitos, algunos deteriorados, pero completos. Fue en ese momento que sentí mucha nostalgia y tuve la idea de volver a tener aquellos libritos para releerlos y revivir aquellos años. Empecé a buscar en librerías y conseguí algunos lotes con ayuda de Luciana, experta en internet. Así pudimos comprar los primeros números , pero del 400 en adelante se complica ya que quedan pocos ejemplares debido a que su tirada fue sensiblemente menor.
            Conseguí también, con la ayuda de una compañera de trabajo brasileña, los primeros 180 números de las Historinhas Semanais. La búsqueda continúa. Pero es muy difícil. De todos modos, los números del 870 en adelante son reediciones, la mayoría de los de tapas a cuadritos que son los que más queríamos.


Raúl con su hermana Susana y Susana Navone en una visita a la Biblioteca "Había una vez..."(05/03/2015)

            Una mención especial para los autores e ilustradores que nos dieron tantas alegrías y para Susana Navone que, en su blog, pudo rescatar del olvido estas joyitas de la literatura infantil.
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31-Rodríguez Lorenzetti, Cecilia (1981)

De chica vivía en la localidad de Villa de Mayo, partido de Malvinas Argentinas.  Mi mamá era docente de grado (en la actualidad es directora de escuela primaria)  Mi padre, ingeniero agrónomo.
Mi historia con los libritos de cuentos Bolsillitos comenzó así: Como muchos niños cuyos padres trabajaban casi todo el día, mi hermana (y más tarde mi hermano) y yo quedábamos al cuidado de nuestros abuelos. Fue en la casa de ellos donde  transcurrió nuestra infancia. Mi abuelo materno, que se llamaba César Lorenzetti, era un gran coleccionista por hobby. Recuerdo que coleccionaba estampillas, monedas y billetes en grandes carpetas y también, ediciones de libros y cuentos.
A mí me llamaba particularmente la atención una colección: la de los Bolsillitos. Tal vez por sus ilustraciones, o por su formato pequeño y divertido, con colores alegres y dibujos infantiles tiernos.Recuerdo que mi abuelo tenía un montón de ejemplares, yo podía hacer pilas y pilas de ellos. Los guardaba en una biblioteca a la que yo tenía acceso.
A mí me encantaban. Calculo que mi abuela y abuelo me los prestaban para jugar porque yo me entretenía mirando los dibujos una y otra vez. Me inventaba historias con la imaginación porque todavía no sabía leer bien. El que más recuerdo, y fue el libro que el año pasado (2017) me llevó a buscarlo por internet y a encontrarlo -y comprarme algunos otros ejemplares también- fue Pochita, la cocinerita. Recordaba muy bien el personaje de Pochita, y el gran pastel. Y el lío que había hecho en la cocina en su intento de cocinarlo.


Nº45 Pochita la cocinerita

Recordaba otros también. Me encantaban los cuentitos que venían en un formato como si fuese un bandoneón, que cuando lo desplegabas podías ver diferentes personajes con sus historias. Recuerdo uno que era como un gran edificio con sus departamentos. Cuando lo desplegabas podías ver qué pasaba en cada piso, de una lado veías la pared con sus ventanas y personajes dentro de ellas. Si lo dabas vuelta, podías observar qué ocurría adentro[15]. Y era muy divertido para mí que era una niña. Observaba con gran detalle cada dibujito e ilustración. Será por eso que con los años me convertí en una artista que dibuja y pinta, pienso ahora. Siempre de pequeña me llamaban mucho la atención los dibujos de los libros. Mi madre, al observar ese detalle, me inscribió en una escuela de dibujo a la edad de nueve años.
Cuando crecí y comencé a ir al colegio y  luego a la secundaria, perdí de vista los Bolsillitos, pero sabía que estaban. Y cada tanto iba a la biblioteca de mi abuelo y allí me los encontraba.
Un día, ya era adolescente, fui a buscarlos y me encontré con la noticia que ya no estaban…parece ser que, en una gran limpieza,  mi abuelo había decidido que se fueran... No puedo describir con palabras cuál fue mi sensación de decepción o pesar,  esos Bolsillitos representaban mi propia infancia,  la casa de mis abuelos y la vida con ellos.
El año pasado algo los trajo a mi memoria, y gracias a Internet y las personas que publican colecciones, los volví a hallar. El primero que me había venido a la memoria fue el de Pochita, y así comencé la búsqueda. Ni quisiera recordaba cómo se llamaba la colección ni de qué año eran... sólo se me venía a la mente “Pochita”, la niña del pastel... Fue  una gran alegría encontrar que alguien vendía ejemplares y, entre ellos, estaba ese Bolsillito.
            Compré unos cuantos, y ahora los tengo guardados en mi biblioteca. Tal vez un día yo pueda leérselos a mis propios hijos (todavía no soy madre) o a mis futuros nietos...
Esta es mi historia con los Bolsillitos.  Un pedazo de mi infancia, y del recuerdo de mis abuelos maternos; ya no los tengo físicamente conmigo, pero siguen palpitando dentro de mí. 


32-Romero, María Isabel (1946)

Soy arquitecta. Vivía en el barrio de Montserrat, cuando era chica.
Leía los Bolsillitos entre los años 50 y 60.
Mi padre hacía la contabilidad de una empresa que tenía supermercados en el interior del país; mi madre era modista y ama de casa.
Los Bolsillitos os compraba mi papá, al diariero del barrio, todas las semanas. Cuando empezaron a editarse, yo ya leía.No recuerdo que me compraran los juegos ni escuchar los programas por radio.
Recuerdo con emoción el Nº 1, El patito feo y a mi mamá que, por años recitaba ante un regalo recibido por cualquiera de nosotros:
Me ha llegado un regalito..
¿Qué regalito será?
El corazón me hace adentro
Tiqui-tiqui, tiqui- tac “



Nº2 El pato Donald

Me fascinaban los Puntitos con sorpresas, Mi escuelita con el coro de elefantitos que desafinaban…
Los recuerdo todos hasta el 186; después yo ya tenía 9 años, no recuerdo qué pasó, tal vez por ser más grande comenzaron a comprarme “El diario de mi amiga”.Recuerdo con nostalgia haber leído los de Periquita ,Heidi, Elsita, La Sirenita, Gerda, Delia,Cordelia,Silvia, Diana la brujita,Julia, Tilina, Susana… me encantaban …No sé dónde están.
También me compraban la colección: “Yo soy”… de la cual  conservo Yo soy la foquita.
Guardaba los Bolsillitos en una caja de zapatos y no los llevaba a la escuela porque los cuidaba celosamente y no quería perder ninguno ni que me los estropearan.
No los conservo  porque quedaron en casa de mis padres y allí los leían mis sobrinas.Hoy los tiene mi sobrina María Laura Romero.
Quisiera contarles dos  recuerdos referidos a los Bolsillitos:

1) Cuando empezaron a salir yo tenía 6 años.y esperaba cada semana que me los trajeran.Los guardaba en una caja de zapatos y los leía incansablemente, una y otra vez.
A los 4 años me enfermé y tosí sin parar (literalmente) 4 años.
Recién en 1954 el maravilloso Dr. Florencio Escardó descubrió que el que provocaba mi tos era un bronquio dilatado y me indicó 40 días de reposo estricto en cama…¡ y me curé !
Los Bolsillitos fueron mi salvación. Yo dibujaba desde los 3 años; y en una mesita de desayuno, en la cama, con mis lápices copié los dibujos de los Bolsillitos uno tras otro.Dulcificaron mis horas y me refugié durante los 40 días en cada uno de sus mundos de fantasía: Los puntitos, Mi escuelita, Los ratoncitos, Dumbo , Los numeritos
No lo puedo creer, poder ver tantos de mis recuerdos plasmados en la pantalla. ¡Gracias !

2) Cuando cumplió 1 año otra de mis sobrinas , María Silvina , hice un gran móvil para el hueco de la escalera con círculos de distintos tamaños ; cada uno tenía una copia de un dibujo de mis queridos Bolsillitos : la cara enojada del rey de La princesa y el porquerizo; las cabezas de Los burritos; Los pajaritos; Mickey; Los chanchitos; El lobito feroz ;la nena de Mi escuelitaLauchita Rin –Rin y tantos más …


Nº41 Lauchita Rin-Rin


33-Romero, María Laura (1968)

            Soy arquitecta. Un día, no sé por qué, hace 4 años, me surgió la necesidad de saber algo más sobre esta colección de libritos. ¿Quiénes los escribían? ¿Quiénes los ilustraban? ¿Quiénes estaban detrás de esos misteriosos nombres como Agi, Inés, Beatriz, o Chacha? Como ahora sí hay una herramienta que, palabra mágica mediante, nos deja aplacar nuestra curiosidad, me zambullí en la WWW, y ¡oh maravilla!, me encontré con el blog de Susana Navone y su inusual cruzada: aprovechando las nuevas tecnologías, reconstruir en forma digital la colección Bolsillitos. Bajo su dirección digitalicé los míos, que resultaron pertenecer a las últimas ediciones del año 1976.¡ Muy feliz de haber colaborado!
Conocí los libritos de la colección Bolsillitos, desde muy chiquita, antes de aprender a leer, en casa de mis abuelos paternos. Todas las tardes, mi abuela Isabel o mi abuelo Romero, cuando mi hermana y yo íbamos de visita, nos bajaban de la biblioteca la deseada caja con los “Bolsillitos”, nos ponían música clásica, podía ser Schubert, Tchaikovsky,  Brahms o directamente zarzuela, y ahí nos dejaban, a mi hermanita y a mí, flotando sobre el jardín que dibujaba la enorme alfombra persa del living, totalmente concentradas con las deliciosas imágenes de Susi o de Agi (cuando aún no leíamos) o disfrutando de las historias (cuando ya leíamos) de Gatito y Rompococo, de Campanín el del Jardín, del Topo Amable, de Gauchito y Chancletita



Nº156 Gatito y Rompococo

Esa, la de la casa de mis abuelos, era “LA” colección, así con mayúsculas, porque había alrededor de 300 libritos, y encima eran de los “buenos”, los que tenían la tapa cuadriculada. Esta colección correspondía a las primeras ediciones – arrancaba con el nº 3, de 1952 y llegaba aproximadamente hasta 1958-. Seguramente mis abuelos se los compraban a la hermana menor de mi papá, mi tía Isabel, nacida en 1946, y la guardaron hasta que, en 1968, apareció la primera nieta (yo).
En nuestra casa, en paralelo, teníamos nuestra propia colección, la de los “nuevos”,  que compraba Mamá semanalmente en el kiosco, (que aún sigue allí), de la esquina de Azul y Av. Rivadavia, a una cuadra de donde vivíamos (en el barrio de Flores, CABA).
Recuerdo perfectamente la ansiedad de los lunes o martes, cada semana, cuando pasábamos por el kiosco a buscar los Bolsillitos. Ese ritual se repitió hasta mis 8 años, y los 4 de mi hermana, en 1976, cuando dejaron de editarlos.
Sin embargo, como los atesorábamos en su caja, los libritos siguieron acompañándonos mientras crecíamos, y no nos cansábamos de ellos. A pesar de que, de tanto leerlos y releerlos, mi hermana y yo nos los sabíamos de memoria, seguían siendo entretenidos. Jugábamos “físicamente” con ellos a ordenarlos por los colores de sus tapas, o los clasificábamos según los temas, o pasábamos tardes enteras copiando las ilustraciones que más nos gustaban, inclusive, nos hacíamos nuestros propios libritos, continuando las historias de nuestros personajes favoritos: Gauchito y Chancletitael Topo AmableEl Enanito NitoLas Caperucitas y Don ColorinchePerlina, de modo tal que a pesar de no poder comprarlos más, seguían siendo parte de nuestras tardes, en aquella época con mucha música, muy poca tele, y lógicamente nada de internet…
Nunca los llevé a la escuela, y tampoco recuerdo que mis compañeritas los tuvieran. A medida que crecimos, siempre recurrimos a ellos para copiar algún dibujo que nos gustara. Estaban ahí, en uno de los estantes de la biblioteca, dentro de su caja, siempre presentes. Entre 2007 y 2013 resurgieron a una segunda tanda,  ya que volvieron a ser leídos y releídos por mis sobrinos. Inclusive los digitalicé, imprimí y encuaderné para regalárselos a ellos sin tener que desprenderme de los originales, tan cargados de recuerdos aún están.
           Ahora siguen en su caja (deben ser unos 180), y cada tanto al hojearlos, funcionan mágicamente como una máquina del tiempo, sobre todo sus dibujos, que me traen miles de recuerdos de cuando era chiquita, esos recuerdos que solo los puede volver a traer una imagen, ya olvidada y vuelta a ver con ojos de adulto. Es una sensación muy muy fuerte.
Ya grande me doy cuenta de que, a pesar de su sencillez y economía de medios, la colección Bolsillitos estaba cuidadosamente diseñada, amorosamente ilustrada y escrita, y lograba conjugar el concepto de juguete/imagen/texto conformando algo más que un simple “librito” semanal. Sus diseñadores, ilustradores y escritores realmente lograron una maravillosa obra de arte.


34-Rozenberg, Laura (1957)

            Soy bióloga, periodista, escritora y editora. Cuando era chica vivía en Almagro; mi papá era contador y mi mamá, médica.
Mis Bolsillitos son parte del tesoro de mi infancia. Tengo 17 en castellano y dos en portugués, conservados en una pila ordenada con un elástico. Han pasado por cajones y mudanzas, a veces los he perdido de vista pero tarde o temprano vuelven a aparecer. Cuando los encuentro, allí están La Lechucita Clara y La Sirenita, los vuelvo a leer y regreso a mi infancia.


MiTesoro

Mamá compraba los Bolsillitos en un kiosco de Almagro, cerca de la plaza de Sarmiento y Bulnes. Cuando empecé a leerlos en primer grado inferior ya tenía algunos heredados de mi hermana, siete años mayor que yo. Recuerdo que eran de tapas cuadriculadas.
En 1963 fuimos de vacaciones a Brasil y allí encontré los Bolsillitos en portugués. Mis padres me compraron dos. Jamás se me ocurrió tirarlos.
Los Bolsillitos eran un tesoro porque eran chiquitos. No como otras revistas que se leían y después después iban al incinerador.
No sentía que esos libritos me enseñaran a ser de una manera en especial (ser buena, estudiosa, poderosa, o hermosa). Simplemente me hacía feliz leerlos y disfrutar de sus dibujos.
El hecho de que salieran todas las semanas era otro motivo para el entusiasmo. Si venía uno de Disney, era un bajón. Eran intrusos. En cambio los mejores eran los que traían cosas para hacer en la contratapa.
No sé cuándo dejé de leerlos, quizás a los nueve o diez años. Un día cuando ya estaba en el secundario, pasé por un kiosco y descubrí que se seguían vendiendo. Compré uno o dos y los agregué a la antigua pila que ya tiene más de medio siglo, como yo.


35-Rusjan, Blanca Lucía (1964)

Soy médica. Mi mamá, profesora de matemática y que hoy tiene casi 85 años, era quien me compraba los Bolsillitos en kioscos de diarios.
En la época de mis Bolsillitos vivíamos en el barrio Flores.
En vacaciones, pasábamos buen tiempo en una sencilla casa de campo, construida por mi abuelo materno. Una vez por semana mi mamá iba al pueblo, y yo esperaba llena de entusiasmo mi nuevo Bolsillito. Esto fue hacia fines de la década del 60 y mayor parte del 70.
Mi mamá era quien me leía, pero yo sola podía pasarme interminables momentos mirando los dibujos y perdiéndome en ellos. Deleitándome, imaginando, viajando... 
Me gustaban todos los Bolsillitos, pero sobretodo aquellos que transcurrían en tierras exóticas, como el lejano oriente o países africanos.Mi favorito era (es) "José el soñador". Otros que siempre me encantaron "Un cuento chino" y "Primavera".



Nº729 Un cuento chino


Hoy tengo un total de 59 adorables Bolsillitos. De ese total, 35 son de mi infancia, los otros 24 los compré en los últimos tiempos. No me considero coleccionista, pero me encanta tenerlos y un día leérselos a mis nietos por venir, como un día se los leí a mis hijos.
No soy acumuladora (más bien todo lo contrario), así que es todo un acontecimiento que hayan "sobrevivido" 35 Bolsillitos a mi impulso de deshacerme de las cosas. 
Sin duda han dejado una profunda impronta en mi persona. Creo que hasta "los aplico" hoy por hoy...Cuando está nublado y por algo necesitamos que esté despejado, con mi hija decimos que precisamos de "Ada en el circo", con su aspiradora mágica que barre las nubes. O con mi hijo, si se pone los guantes al revés, nos acordamos de "Cándida" la ardillita angustiada que creía tener las manos al revés.
Hace un par de inviernos me compré una bufanda a rayas multicolores, longitudinales. Mi mamá en cuanto la vio dijo que la elegí porque remeda la túnica de José el soñador... ¡y tiene razón!


Nº378 José, el soñador


36-Sciutto, Patricia Beatriz (1956)

Soy abogada y profesora en el Colegio Nuestra Señora de las Mercedes.
Nací, y aún vivo, en  Montes de Oca, un pequeño pueblo de la  provincia de Santa Fe.
Mis padres, muy lectores, nos inculcaron el hábito de la lectura, para enriquecer el vocabulario, aprender a expresarnos, el porqué de las reglas ortográficas, desarrollar nuestra imaginación, etc. Así que desde pequeños nos compraban cuentos, entre ellos los de Biblioteca Bolsillitos de la Editorial Abril.
           Mamá, docente de los primeros grados, tenía  por objetivo que todos sus alumnos a fin de año  supieran leer y  escribir,  por eso la penúltima hora  la destinaba a la lectura del libro de clases o  cuentos que cada alumno llevaba (entre ellos Bolsillitos).
Ya desde pequeños (cuando aún no íbamos a la escuela) nos contaba y compraba cuentos. 
Recuerdo que empezamos, con mi hermano, a leer Bolsillitos apenas  aprendimos a leer, generalmente los encargaba mamá al librero que le vendía el diario o los compraba cuando íbamos a Rosario.
Teníamos una caja inmensa llena de cuentos de diferentes editoriales, y como no nos gustaba dormir la siesta, allí estábamos muy entretenidos leyendo.
Había muchos que me gustaban,  los que más teníamos eran de los años 1960/61/62, la mayoría escritos por Beatriz, ¡qué maravilla sus relatos, la imaginación para crear  sus personajes, los nombres que les ponía!, y los dibujos de Ruth o Chacha  los complementaban perfectamente, tal es así que recién  de grande me di  cuenta de que quien escribía no era quien dibujaba.
Luego muchos de mis Bolsillitos fueron leídos por mi hijo Joaquín (que hoy tiene 30 años).
Conservo y atesoro desde mi infancia:
  • Los topos son así (cómo me gustan esos dibujos) 
  • El osito sin sueño ( hoy todavía me hace reír),
  • ¡Esta es Marcela! (soy un poco Marcela), 
  • Las casitas de los árboles (qué imaginación por Dios), 
  • Bonita la cebra, 
  • Puf-Puf va a la escuela
  • Yo también ( con Joaquin nos seguimos riendo),
  • Yo soy yo
  • Cayó un hada en el jardín,
  • Pi, Olín y el acordeón
  • Top el mago
  • Osito en el día de la Madre
  • Doña Hormiga (que la amo), 
                        
                  Mis Bolsillitos (1)

  • El paseo de Dionisio ( me encanta todo), 
  • La siesta del enanito
  • Blanco, blanco, blanco (que aún hoy lo pongo de ejemplo en cosas de la vida), 
  • Regalo para Celeste ( me encantaría recibir esos regalos, son los más lindos),
  • El gatito Rombo,
  • El topo amable (¡qué dulce!),
  • Celestino,
  • El parque y el invierno (me encanta).


Mis Bolsillitos (2)



Son los que me quedaron, y  los sigo conservando en una caja junto con otros de otras colecciones; a muchos se les despegaron las tapas, a  otros las hojas.
 Imaginen,  tengo 61 años, luego pasaron a mi hijo, hoy 30 años.
Tengo  de Editorial Abril: la colección "Mi primer regalito",   de Editorial  Sigmar: "Mis animalitos" y " Colección Chiquitos",  también algunos de Editorial Yago y  la colección de “Lo sé todo”.
Me encantaría comprar tantos que he tenido y hoy me faltan y otros que descubrí a través del blog de Susana.
Y no me da vergüenza, cada tanto saco la caja con los cuentitos y los vuelvo a leer, y mi hijo también, y nos seguimos riendo y disfrutando. Hasta copié de los Bolsillitos, las guirnaldas que están dibujadas en el margen izquierdo de la tapa para diferentes regalos; es que no sólo me inspiraron sus relatos, sino también sus dibujos.
¡Ojalá se vuelvan a editar los Bolsillitos!. 
Cuando se los leo a los niños les encantan, hay tanta pureza e  inocencia en sus personajes, fantasía, imaginación.




                                Mis cuentos de "Mi primer regalito"

Tendría tanto para decir pero no quiero ser extensa, habrá muchos otros lectores con experiencias maravillosas. Pero no puedo dejar de expresar que los cuentos en la niñez (este tipo de cuentos) nos llevan a otro mundo mágico, del que no querríamos volver.


37-Sotelo,  Roberto (1956)

Soy maestro, bibliotecario y Especialista en Literatura Infantil y Juvenil.
Durante mi infancia, cuando llegaron a mis manos los Bolsillitos, vivía en el barrio de Coghlan
Cuando era chico (calculo que tendría entre 3 y 4 años), mi papá me traía un Bolsillito de regalo al volver del trabajo. Ya de más grande, me contó que el diariero se los regalaba. Yo supongo que habrá empezado regalándoselos y luego él los compraría porque con el tiempo ya había juntado una buena pila de Bolsillitos y, además, yo estaba pendiente de los nuevos que iban llegando para incorporarlos a la colección.
Mi papá era empleado bancario y mi mamá ama de casa.No lo recuerdo bien, pero creo que la lectura era compartida; quiero decir que seguramente me los leían alternadamente entre mis padres y mis abuelos (en ese momento mi abuelo y abuela paternos vivían en con nosotros). Lo que sí recuerdo muy bien es que mi mamá, que pintaba, hacía cerámica y le encantaban las manualidades, era la que me ayudaba con los entretenimientos y los bricolages que se proponían en la contratapa de los Bolsillitos. Para mí era muy importante hacer esos juegos y jugar con las manualidades en papel relacionadas con las historias que me acababan de leer.
Creo que, junto con la revista-libro Pepín Cascarón, los Bolsillitos fueron mis primeras lecturas. Y seguro que fue mi primera colección porque, como dije antes, tenía muchísimos. Cuando crecí, mi mamá me "obligó" a regalárselos a mis primos más chicos, algo que yo no quería hacer pero tuve que ceder a la presión familiar. Me quedaron uno o dos nomás, que volví a encontrar, ya de adulto, revolviendo en cajas llenas de fotos y otros objetos familiares. Muy grande fue mi sorpresa y emoción al reencontrarme con aquellas ilustraciones cuyo recuerdo había quedado escondido en algún lugar de mi memoria y nuevamente se volvía a corporizar. No recordaba tanto las historias de los Bolsillitos pero sí sus ilustraciones. A partir de ese reencuentro comecé a coleccionar nuevamente los Bolsillitos; actualmente tengo 162.  Varios de los que conseguí de grande (muchos de ellos gracias a Susana Navone) me hicieron resurgir recuerdos de esas primeras lecturas. Yo soy del 56, y de los que guardo el más vivo recuerdo son los publicados entre el 59 y el 61, o sea cuando tenía entre 3 y 5 años.
A través de estos recuerdos, deduje que mis preferidos eran los relacionados con la información: historias con niños que viajaban o vivían en otros países, los que trataban temas históricos, aquellos que relataban situaciones de la vida cotidiana (el barrio, los servicios públicos, la vida en el campo) o que abordaban temas relacionados con la tecnología (inventos, medios de transporte o profesiones).
Un lugar especial en mis recuerdos estaban los Bolsillitos de leyendas, historias bíblicas o mitológicas; estas adaptaciones de la tradición universal, me enteré más tarde, estaban realizadas por Beatriz Ferro, una escritora a la que admiré ya de adulto y tuve la suerte de conocer personalmente.
No recuerdo dónde guardaba mis Bolsillitos, pero sí recuerdo que iba con la pila de un lugar a otro de la casa, así que pienso que de la pila elegiría aquellos que quería que me leyeran o “leer” yo solo por mi cuenta.


Filbita 7ºFestival de Literatura infantil, 25711/2017

En cuanto a la difusión actual que hago de la colección, por el momento es solo entre especialistas o promotores de LIJ, a través de mi Facebook y, durante el Filbita 2017, tuve la oportunidad de hablar de los Bolsillitos, cuando me invitaron a formar parte de una mesa en la que los panelistas recordábamos nuestras primeras lecturas.


38-Topelberg,  Alicia (1956) -Sobrina segunda de Inés Malinow.

               Soy musicoterapeuta y psicoanalista, docente. De chica viví en San Telmo y Monserrat. Mi papá era técnico mecánico y mamá, bibliotecaria.


                                                           Con mi nieto Mirko

               En los años 60 recibía los Bolsillitos todas las semanas, llegaban junto con el diario a la puerta de mi casa y los traía el kiosquero. Pepín Cascarón y Codelín  llegaban en la misma época.
               No recuerdo que haber tenido los juegos; nunca escuché el programa de radio, recién ahora me entero que existía.
               En mi escuela había biblioteca rodante y era frecuente que los llevara
Creo que me gustaban todos, y los guardaba muy prolijamente en el estante de mi habitación. Supongo que al comienzo me los leería mi mamá, pero también recuerdo mirar y leer yo misma, y buscarlos varias veces para releerlos.
No conservo ninguno, y al escribir esta frase comencé con "lamentablemente", pero borré esa palabra porque supongo que el mejor destino para los libros es pasar por muchas manos, y sé que han circulado...como lo siguen haciendo actualmente mis libros.
               Ya leía Bolsillitos cuando me dijeron que algunos eran escritos por mi tía Inés. Conocía de ella los libros de Inosito, algunos de los cuales sí recibieron mis hijos. A ellos les leíamos mucho y también les inventábamos cuentos cada noche.
Mi tía Inés era prima hermana de papá, y me contaron que mi abuelito Luis (su tío) le decía, cuando era chica, que parecía un osito, por eso surgió Inosito y tantas historias. Su cuento La tía Isabel es un homenaje a mi abuela, Isabel Shore de Topelberg, que era la hermana de la madre de Inés.



Nº89 La tía Isabel



Mi abuela Isabel, inspiradora del cuento

               Otros Bolsillitos que recuerdo en este momento son:Blanco, blanco, blanco,  en el que abuela coneja estaba de mal humor porque sólo veía nieve y extrañaba los colores, entonces sus nietos le daban color con dibujos y plantitas; y otro en que un duende distraído dejaba su bastón clavado en el bosque y florecía; también un topo muy corto de vista...
               Lo que recuerdo en común a todos es cómo volaba la imaginación.
               Como sucede en la vida, con el paso de los años no los tenía tan presentes, y encontrar a Susana en Facebook despertó muchos y muy hermosos recuerdos.
               ¡Gracias!


39-Tumalty, Tomás Anael (2007)

Ordenando los Bolsillitos de la abuela (2014)

            Cuando era más chico, mi abuela me leía unos cuentos llamados “Bolsillitos”. Al poco tiempo, yo ya los ordenaba por número en una caja de cartón forrada con papel cuadriculado.
            Me acuerdo que me gustaban los de Pinocho y Pinochita, los de Osito, Muñequita y Trapito y los de Las cuatro Caperucitas. También uno que se llamaba Primavera.


Nº207 La confitería de Pinocho y Pinochita


40-Vicaba Raab, Mireya (1960) - Hija de Marta Giménez Pastor

            De chica vivía en capital, en Barrio Norte. Imagino que habré leído los Bolsillitos entre los 5 y los 7 años.  Mi mamá era maestra y escritora y mi papá, periodista. Mi mamá me traía los Bolsillitos, los compraba en un kiosco. Ella me los leía y, cada tantos títulos, los encuadernábamos. Era una colección muy completa, una pena que se haya perdido en las mudanzas.
            Mi personaje favorito era Panchita. Me gustaban los cuentos de Beatriz, Inés y Nora, y las ilustraciones de Agi.  Muchos de los autores eran amigos de mis padres, pero nosotros no lo sabíamos; guardábamos el misterio de los Bolsillitos firmados sólo con el nombre de pila, sin apellidos. Entre mis Bolsillitos preferidos recuerdo los de Panchita y su gato, los  de Pepe Bolsillitos, Oliverio, Monito Colorín



Nº128 Panchita y su gato

            Los Bolsillitos encuadernados se guardaban en la biblioteca de casa. No los llevaba a la escuela, mis lecturas eran fundamentalmente fomentadas en casa. Los leía todas las noches, sobre todo eran mi compañía cuando me enfermaba. Después los fui reemplazando por colecciones como Los cuentos de Polidoro u otros. Una época maravillosa.
            Lamentablemente ya no los tengo. Fuimos una familia que se mudó muchas veces y yo misma, con mi marido y mis hijos, nos mudamos mucho. Y, en cada mudanza, algo se pierde. Además, cuando uno es chico, no se da cuenta de la importancia de conservar esas cosas. Tampoco los compro, ya no tengo hijos pequeños, aún no tengo nietos y mis hijos leen muy poco en español (el francés es su primer idioma).
            Leíamos y teníamos muchas revistas de Abril ya que mi mamá colaboraba en la editorial y yo misma trabajé en la revista Claudia, pero las fuimos donando a bibliotecas. Viví mucho tiempo lejos de la Argentina, no tenía acceso a los Bolsillitos. Ahora los difundo en mi facebook “Trapitos al sol” donde comparto cosas relacionadas con la literatura infantil, el teatro y la cultura infantil en general.


41-Weil, Tania (1959)

            Primero transcribo un mail, que recibí el 5 de setiembre de 2015:

Estimada Susana;
Buscando material para un trabajito que tengo que escribir para un curso que estoy siguiendo en la Universidad Utrecht, Holanda, sobre la enseñanza de literatura hispánica en la escuela secundaria, saqué de una de esas cajas de zapatos,donde están los recuerdos, el librito Los anteojos del topo número 508. Como quería más información, lo busqué en internet y encontré tu página
“Enigmas y misterios de los Bolsillitos”.
¡Qué hermosura reencontrarse con esos libritos! ¡La memoria del ser humano es increíble! Después de casi 40 años de no haberlos visto, salí del Uruguay en el ‘79,aún sé exactamente qué libritos tenía y cuáles no. De niña tenía un montón, era la única literatura infantil que había en mi casa.
Espero, con tu permiso, poder usar algún librito para amenizar la clase de español de chicos holandeses de una edad entre los 11 y 15 años. Creo que es un material fantástico para ellos.
Estudian español de modo voluntario y son divinos.
Entonces, en su nombre y el mío, te agradezco muchísimo que te hayas dado el trabajo de escanear y subir tantos Bolsillitos.
 Un beso y mucho éxito con todas tus actividades.

El testimonio de Tania como lectora:

Soy Profesora de español como lengua extranjera (ELE).  De chica vivía en el barrio Buceo/Malvín, en Montevideo, Uruguay.
Leía Bolsillitos en los años ‘60 y quizás principios de los ’70. Mi papá era propietario de un pequeño taller de tornería y mi mamá secretaria y profesora de inglés.
Los Bolsillitos se los compraba mi mamá a los vendedores ambulantes de los ómnibus. Los vendían de a tres, cuatro o cinco a la vez.
Los guardaba en una caja de madera alargada de unos 60 centímetros donde los libritos cabían exactamente al estar parados. La caja estaba pintada de rojo y estaba muy bien trabajada. Pensándolo ahora bien, llego a la conclusión que seguramente estaba hecha especialmente para los Bolsillitos porque jamás en mi vida he vuelto a ver una caja así. ¿Quién la hizo? Ni idea. La caja estaba o sobre una cómoda al lado de mi cama o sobre un estante al lado de mi cama.
No los llevaba a la escuela. Nunca hablé con una maestra sobre los libritos Bolsillitos.
      Ahora  tengo sólo dos que me han acompañado como recuerdo desde que salí del Uruguay en 1979. Los títulos son: Los anteojos del topo y Los animales viajeros, ambos de Beatriz. 



Nº508 Los anteojos del topo

Los Bolsillitos pasaron por Alemania, Israel y Holanda, donde vivo actualmente. Mis dos Bolsillitos se encuentran en una cajita junto a los pasaportes vencidos, los boletines de la escuela y las cuatro fotos locas de mi niñez.  La cajita, a su vez, está en un cajón de una biblioteca donde tengo todo aquello que, en caso de incendio, trataría de salvar.
Mis Bolsillitos no desaparecieron;  la que los abandonó y, no por voluntad propia, fui yo. No tengo ni idea de qué camino recorrieron todos los Bolsillitos que quedaron en mi casa después de mi partida.
En Holanda no los hay, pero si los hubiese habido,  seguro que se los habría comprado a mis hijos.


42-Z, María Florencia (1955)

Soy profesora en Ciencias Geológicas y trabajo en la Universidad Nacional de Cuyo.

Cuando era chica vivía en San Miguel de Tucumán. Mi papá era periodista y escritor y mi mamá, ama de casa. Compraban los Bolsillitos en el kiosco todas las semanas ya que el kiosquero los reservaba, primero para mis hermanos y después, para mí.

Me los leía mi mamá y, más tarde, yo sola, una y otra vez

Mis cuentos preferidos eran los de Pinocho y Pinochita, los de Ada el hada y El enanito Nito.

Nº206 La confitería de Pinocho y Pinochita

En cuanto a donde se guardaban los Bolsilltos, mis padres inventaron un sistema que resultó muy eficaz y en el que yo creí al pie de la letra. Me dijeron que los libros estaban en un pajar (si, un pajar al que yo imaginaba como una parva de heno), camino a la oficina de mi papá y al que él podía ir los viernes a entregar los libros que yo había leído durante la semana y buscar otros, y ahí también iban los Bolsillitos. Bueno eso duró hasta que yo tuve unos 8 años más o menos y me enfermé, entonces me dieron la llave del “pajar” que, en realidad, estaba ubicado en una puerta de un ropero. ¡Aún recuerdo la felicidad de ese día! La idea de darme una pilita de libros por semana era, por un lado, para que no pasara el día con la nariz entre las páginas y no hiciera nada más y, por otro, para que, al irlos alternando, nunca me aburriera de ellos y tuviera la ilusión de imaginar  qué vendría el próximo viernes… quise compartir con ustedes ese pedacito de mi fantasía infantil.

No los llevaba a la escuela, sólo los leía en casa.


Nº520 ¡Ada es un hada!

Ahora los tengo en mi biblioteca, aún conservo la mayoría, pero lamentablemente, regalé varios que quizá no sobrevivieron al paso del tiempo. A raíz de un comentario reciente de mi hermano, me puse a catalogarlos y calculo que tengo unos 680. Hasta ahora catalogué hasta el número 750 y tengo 624 de esos. También tengo algunos ejemplares de otras colecciones de Editorial Abril.

A mi hijo se los leí aún hasta cuando el ya sabía leer casi mejor que yo, pero era algo que nos gustaba a los dos cuando él era chico. Luego a sobrinos y a hijos de amigos.

 

*

            Después de haber leído estos testimonios  resta muy poco por decir.
            Para empezar, este grupo de lectores que se prestó tan gentilmente-y con tanto entusiasmo- a contar su historia con los Bolsillitos, es sólo una pequeña muestra de los miles de lectores infantiles que tuvo la colección.
            En segundo lugar, que hay otros testimonios escondidos en los de las personas que los escribieron. Me refiero a los testimonios de las personas que ya no están pero que aparecen en los recuerdos de sus hijos o nietos: la mamá de María Isabel, la mamá de Horacio, los abuelos de Cecilia o los de Olga,  la propia Ruth en su rol de abuela que leía Bolsillitos a sus nietos…y también la de los niños actuales que aún no saben leer, pero que conocen los Bolsillitos por la lectura en voz alta de sus padres o abuelos.
            En tercer lugar, que la venta de las colecciones de Abril en los kioscos a bajo precio permitió que la literatura infantil llegara a todos los hogares, no sólo a las casas de los hijos de profesionales de la clase media, sino también a las de los obreros y a las familias que no estaban habituadas a comprar libros en librerías. Y que, aunque en algunos hogares hubiese libros más caros y lujosos, los niños igualmente leían y disfrutaban de los Bolsillitos y de otras colecciones infantiles de Abril.
Si bien en la mayoría de los  casos podemos identificar la época de la infancia del lector por los Bolsillitos que menciona, en algunos  esa estrategia no nos sirve ya que hay muchas personas que los leyeron cuando ya no estaban a la venta. No iban a comprarlos al kiosco, descubrieron un antiguo “tesoro” guardado por sus padres o abuelos. Entre el año de nacimiento de la lectora de más edad y el de las más jóvenes, hay nada menos que 68 años de diferencia. Entonces, una cuarta deducción puede ser que la gente ha guardado los Bolsillitos, tan frágiles y delicados, con mucho cuidado para poder leérselos a sus hijos y nietos. Algunos de ellos los llevaron en su equipaje a otras provincias y a otros países, de América y Europa.
            En quinto lugar que hay personas, algunas lectores en su infancia de esta colección y otras no, que los están difundiendo en el presente, a sus alumnos, como Liliana y Adriana; a los oyentes de su programa de radio, como Gabriela; en su facebook, como Mireya; en sus ponencias, como Roberto; haciendo obras de títeres con sus personajes e historias, como María Alicia y Andrea…
            Una sexta conclusión podría referirse al éxito de las características físicas de los Bolsillitos. Por ejemplo, que su pequeño tamaño les permitía a los niños manipularlos con facilidad y jugar con ellos haciendo pilas o hileras, clasificándolos por colores o por su número, jugando a ser librero o bibliotecario o, incluso, jugando a que los libritos eran niños o que estaban hechos para sus muñecas. Este tipo de experiencia lúdica es mencionado por lectores de todas las épocas, desde la mitad del siglo pasado hasta casi el presente, situando a los Bolsillitos entre los juguetes atemporales como la pelota o la muñeca.
También que las ilustraciones a todo color y en cada página, llevasen a muchos lectores a copiar sus dibujos o que las series con los mismos personajes llevasen a otros a inventar nuevas historias con ellos. El éxito de las contratapas con los juegos propuestos por Pepe Bolsillitos está fuera de duda, pero hay otra estrategia editorial, más problemática, que también considero exitosa.
            Muchos lectores cuentan que no se fijaban en el nombre del autor, pero, los que lo hacían, se sentían fascinados con ese nombre exótico (como cuenta Graciela Montes de “SiroB”), o identificados con ese nombre familiar “Nora”, “Susi”. Así que, por muchos problemas que nos haya dado, y que nos sigan dando,  a los investigadores, esa estrategia de firmar solamente con el nombre de pila o con un seudónimo, funcionaba.
            Hay muchos testimonios que reflejan nostalgia y tristeza por los libritos que se perdieron, en tanto que otros reflejan alegría por las historias recuperadas gracias a la tecnología.
            Pero, como dije al principio de este capítulo, todos estos testimonios tienen un factor común: la ternura y el cariño el cariño con el que todos los lectores recuerdan a “sus” Bolsillitos y a las personas que los hicieron.


              Muchas gracias a todos por su colaboración. Este capítulo está abierto. Pueden seguir mandando testimonios y fotografías.







[1]Pueden ser los Bolsillitos de la serie “Puf.Puf el conejo mágico”, en los cuales el niño protagonista se llama Pablo.
[2] Seguramente era  Yo soy el perro, de la Colección “Yo soy”.
[3] Se trata de los Bolsillitos de Osito
[4] De la Colección “Te presento a…”
[5] Se trata de “La lotería de Pepe Bolsillitos”, uno de los suplementos mensuales de juegos.
[6] Editorial Infantil.com. 2006
[7] Radio Nacional Bariloche, AM 590, los domingos por la mañana.
[8] Ver el testimonio de Muro, Valentín
[9] Mail escrito en marzo de 2014, cuando Inés Malinow todavía estaba viva.
[10] Es el número 13 de la Colección ¡Qué parejita!, escrito por Sánchez Puyol e ilustrado por Susi, Abril, 1952.
[11] Ver el testimonio de Nora Hilb sobre Agi en el capítulo de los ilustradores
[12] Valentín Muro es hijo de Gabriela Fernández Panizza, cuyo testimonio está más arriba.
 13] Bárbara vive en Venezuela.
[14] Ver el testimonio, de Fineberg, Virginia
[15] Se trata del Bolsillito 115 Mi casa, de Nora.

4 comentarios:

  1. Susana, un placer todo el libro, pero en lo que toca a los lectores, me impresionó que muchas de nuestras vivencias se parecen!!! Claro, no podía ser de otra manera...un placer conocernos un poco más a través de nuestra infancia, tan parecida...qué lindo grupo de amigos de BOLSILLITOS somos!!!

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  2. Gracias, Su. Nosotras mismas nos conocimos y llegamos a ser amigas gracias a nuestros recuerdos de los Bolsillitos.

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  3. Qué emocionante leer estos testimonios... Vuelvo a sentir un agradecimiento especial, me siento privilegiada de ser parte. Pensaba que la red de Bolsillitos nos tenía 'conectadxs' y no los sabíamos hasta que Susana empezó a hacer visible su existencia. ¡Magia pura! Un beso y un abrazo agradecido.

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    1. ¡Muchas gracias, Cecilia! sos el testimonio de que siempre puede aparecer alguien más dispuesto a compartir sus Bolsillitos y sus recuerdos.Besos.

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